El enfrentamiento entre dos clanes marroquíes, germen del incendio de vehículos en la barriada algecireña de La Bajadilla
La furgoneta calcinada pertenece a un conocido grupo de narcotraficantes de origen magrebí
Tres menores heridos por el incendio de madrugada de varios vehículos en la calle Valladolid de La Bajadilla, en Algeciras
Tiroteos en La Bajadilla, "guerra abierta" por el control de la droga en el corazón de Algeciras
Algeciras/Los vecinos de La Bajadilla, la popular barriada de Algeciras que alumbró al genio de Paco de Lucía, vivieron una madrugada de sobresaltos este domingo, 15 de septiembre. Una "sucesión de disparos" despertó a los residentes de la calle Valladolid, tras lo que siguió "un fuerte olor a quemado", según varios testigos que se han puesto en contacto con Europa Sur. "No se trataba de una ráfaga de disparos al aire, sino una cadencia con un espacio de tiempo entre uno y otro", narra una propietaria desde el anonimato. "Iban a por alguien", deduce.
Después de las posibles detonaciones, alrededor de las 4:30 de la noche, alguien prendió fuego a tres vehículos -una furgoneta, un coche y una motocicleta- aparcados en la citada calle. Como avanzó este periódico, a resultas del fuego, una niña de seis meses, un niño de cuatro años y otra menor de siete años, todos miembros de la misma familia, tuvieron que ser atendidos por los servicios sanitarios a causa de una inhalación leve de humo. Solo la mayor fue trasladada al Hospital Universitario Punta de Europa. La fachada de la vivienda más próxima a los vehículos calcinados -donde vivían los pequeños- también resultó afectada por las llamas.
La Policía Nacional ha asumido la investigación del caso para esclarecer los hechos. Sin embargo el runrún corre como la pólvora este lunes por la barriada: "Quien inició el incendio se le fue de las manos pues solo quería atentar contra la furgoneta, pero se propagó demasiado rápido", subraya la misma vecina, que arrojó agua desde su azotea hasta que llegaron los bomberos. Apunta a que el vehículo pertenece a un grupo de narcotraficantes de origen magrebí que se han visto implicados en más altercados en La Bajadilla. De hecho, K. H. se encuentra actualmente en la cárcel de Botafuegos tras unos registros a raíz de unos tiroteos perpetrados en la barriada hace casi un año, los días 29 y 30 de septiembre de 2023, y en los que resultó herida por esquirlas de proyectil una mujer.
Los hermanos K. H. y H. H. son viejos conocidos en la Comisaría de la Policía Nacional de Algeciras por su capacidad para meterse en problemas con otras bandas. K. H., de 28 años, es un histórico palero, un delincuente común que se dedica al hurto de hachís y cocaína a los grandes traficantes; lo que se conoce como vuelcos. "Precisamente, quienes van ahora en contra de la familia, que vive en la calle Valladolid, son otros narcos, más fuertes, a los que les han robado droga. Se trata de un ajuste de cuentas entre dos clanes marroquíes", confirma otro vecino, quien reclama una constante vigilancia policial en el barrio más poblado de Algeciras, con alrededor de 20.000 habitantes. "Muchos teníamos miedo de que los vehículos explotaran", recuerda.
"Lo de este domingo solo ha sido un aviso para los hermanos, pero también para un tío y su padre", continúa. "Si siguen molestando a los peces gordos, las amenazas irán a más hasta que suceda algo grave", ratifica la residente de la calle Valladolid, una vía con varios tramos de difícil acceso, con escaleras y callejones sin salida que dificultan la labor de las fuerzas del orden.
Después de sucesos como el de este domingo, La Bajadilla, antiguo distrito de gente trabajadora y tomado ahora por la creciente 'industria auxiliar' del narcotráfico, corre el riesgo de convertirse en una no-go zone, el eufemismo moderno de los guetos, donde el paro, el trapicheo de drogas y el desarraigo social campan a sus anchas. Aunque las autoridades locales insisten en que la barriada se asemeja a una balsa de aceite -"no hay ningún lugar de Algeciras donde no se pueda circular a cualquier hora del día o de la noche", según el alcalde, José Ignacio Landaluce- los vecinos de toda la vida casi no se atreven a hablar. Saben, además, que muchos de los nuevos residentes esconden armas en sus casas.
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