"Quizás me he olvidado de mí durante mi carrera y mi vida"
Alejandro Sanz, compositor y cantante | Entrevista
La Universidad de Cádiz le distinguirá este jueves como doctor Honoris Causa por "su especial relevancia" como embajador de la lengua y la cultura española y, en especial, la cultura y el habla gaditana
Este es el refugio de Alejandro Sanz en Algeciras
Alejandro Sanz, investido doctor Honoris Causa en Algeciras: "Se lo dedico a la alegría"
Mirando al mar nos recibe con una amplia sonrisa, sus gafas de sol naranja llenas de atardeceres y un abrazo sincero. Sencillo, de andar por casa, pero con la mirada limpia y llena de mundos vividos, se sienta a nuestro lado. Se le ve feliz, relajado, expectante.
Alejandro Sanz (Alejandro Sánchez Pizarro) será investido este jueves por segunda vez doctor Honoris Causa. La primera, el reconocimiento le fue concedido por la Universidad de Berklee (Boston) y ahora lo hace la Universidad de Cádiz, en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Algeciras. Será un día de esos que se quedan clavados en el alma, porque las emociones están a flor de piel. Su discurso está listo y su corazón abierto a este momento que sin duda va a ser doblemente especial.
-¿Cómo se encuentra?
-Estoy muy bien, como siempre, en la búsqueda constante y en el aprendizaje constante. La vida misma. Todos los días se aprenden cosas. Los últimos meses han sido un proceso difícil, pero he aprendido muchas cosas. Quizás me he olvidado de mí durante mi carrera y mi vida. Me ponía siempre como el último en mi lista de prioridades y lo principal era cumplir las expectativas de todo el mundo. Ser el más agradable del mundo, cumplir con todo, que todo fuera maravilloso para los demás y no me estaba dando cuenta de que, cada vez, mi alma estaba más chiquitita y la de los demás más grande.
-¿Qué sintió cuando le comunicaron que era merecedor del Honoris Causa por la Universidad de Cádiz?
-Quería contárselo a todo el mundo, pero no podía. Me pareció muy bonito. Ya viví la experiencia de ser nombrado doctor Honoris Causa en Berklee y fue un momento muy bonito en mi vida. De hecho, lo recuerdo siempre con mucho cariño, porque siempre que el mundo del conocimiento, el mundo académico, te reconoce tiene un extra de valor. Tiene mucha magia para mí. Que me lo den en mi tierra, en mi casa, en el sitio donde me he criado, en el lugar de donde he sacado la inspiración, donde he crecido como persona y que ha sido la base para todo lo que he hecho en mi vida, me hace sentir doblemente feliz.
-¿Si yo le digo Algeciras, usted me dice...?
-Mare.
-El acto se va a llevar a cabo a escasos metros del lugar donde venía de vacaciones todos los veranos, a casa de su tía Pepi. ¿Qué recuerdos, qué vivencias, qué sensaciones, qué aromas guarda de aquella época?
-Muchos recuerdos. El olor a mar cuando llegas a Algeciras, eso de los caracolitos a la puerta de tu casa. Tantas cosas que he pasado en esta ciudad. Me acuerdo, yendo con mi tía Pepi a la plaza, al mercado de abastos. Antes de llegar incluso te vendían el pescaíto por las calles, los chanquetitos, aunque eso ya es ilegal y no está permitido. Pero entonces era una maravilla. Los paseos que nos dábamos por la Plaza Andalucía, por la playa del Rinconcillo, con Ramoncito, con toda la gente de la playa. Fueron unos años muy enriquecedores, además de bonitos. Para mí, era un momento del año importantísimo. Era la cita con lo íntimo, con lo bello, con la libertad. Eso era Algeciras.
-¿Cómo ha influido esa etapa en la formación del músico, del artista y del compositor que es hoy?
-Muchísimo. Nosotros, desde chicos, teníamos ese amor incondicional por el flamenco, esas ansias por saber, esa especie de locura por tener el arte dentro, llevarlo, traerlo, soportarlo y por aprender de él. Nuestra vida era alrededor de una guitarra, de un baile, de un cante en la cocina de mi tía Pepi. Ella tenía el oído más fino de toda Andalucía. Cuando llegábamos a las dos o las tres de la mañana se despertaba, pero no para regañarnos, que era lo raro. Yo estaba acostumbrado que si llegaba a esa hora me regañaban. Ella se levantaba para poder cantar y contar en la cocina todo lo que nos había pasado, los chismes, quién le gustaba a quién, quién no. Luego hacíamos un poquito de compás y ella sacaba un poquito de ensalada o de lo que hubiera hecho ese día. Eso en mi formación musical y en mi compromiso con la música tiene mucho que ver.
-Su padre fue para usted un referente desde la niñez hasta la edad adulta y un guía cuando se consagró como artista. ¿Cuánto hay de Jesuli, de aquel chavalito del Trío Juventud y de los Tres de la Bahía en su esencia?
-Probablemente mucho. Quizás mucho más de lo que yo me diera cuenta en su momento. Era un referente que él fuera músico y se hubiera dedicado a la música. Fue el primero que me puso las manos encima de una guitarra. Eso ha marcado mucho en mi vida y luego me dio especial placer cuando pensé que había conseguido el éxito o yo creí que lo había conseguido. Me reconfortaba mucho pensar que yo había conseguido una parte de la vida de mi padre que él no había conseguido realizar del todo. Era como que por mí y por ti, pero por ti, el primero.
-El acto de investidura tendrá lugar además en el mismo salón donde lo recibió Paco de Lucía, compadre, amigo, mentor. ¿Qué se le pasa por la cabeza? ¿Qué cree que le diría él si estuviera hoy aquí aún con nosotros?
-Esto nunca se lo he dicho a nadie, pero cuando me dieron el Honoris Causa en Berklee, hablando por teléfono me dijo: “¿Te han cogido ya el dobladillo de la toga?”. Y yo le dije: “A ti te tuvieron que coger de la sisa, Paco”. Le echo mucho de menos. Aparte del genio, que eso ya ni siquiera merece la pena comentarlo, porque era tan evidente y tan gigantescas sus aportaciones a la música y su obra, que no voy a redundar. Pero yo echo de menos a la persona, al amigo al que podía contar todo. A pesar de que a veces se ponía la coraza y tenía fama de ser muy duro, de bromear y tener mucha guasa, tenía un corazón increíble. Creo que se hubiera alegrado mucho. Él va a estar en ese discurso, por supuesto. Es imposible hablar de Algeciras sin mencionar a Paco y sin mencionar la música, la vida y la alegría, que es a lo que quiero dedicar el discurso.
-¿Si yo le digo flamenco, usted me dice...?
-Soniquete.
-¿Es Alejandro un flamenco que se convirtió en rock-star o es más bien una estrella que lleva el flamenco tatuado en su ADN?
-Lo primero que me llamó la atención fue el flamenco. El flamenco fue lo primero que yo sentí como una identidad, como algo que me atrapaba y que necesitaba en mi vida. Me ponía horizontes y me ponía metas y el rock también me encanta, sobre todo en la adolescencia. Creo en la música en general. Fui descubriendo la música clásica, la bossa nova, tantos otros estilos que son enriquecedores todos. Pero el flamenco es la base de mi estatua.
-Lograr un hit, un tema de éxito no debe ser fácil. Sin embargo, mucho menos debe ser mantenerse a lo largo de los años: reinventarse, crecer, competir con uno mismo. ¿Cuál es el secreto para no caer en la monotonía, para volver a renacer de lo que uno mismo ha logrado?
-El secreto para renacer es no morirse nunca. Cuanto menos te mueras mejor. Realmente, no se trata tanto de reinventarse. Es una actitud, la de querer siempre estar ahí y mostrar lo mejor de ti. A veces tropiezas, pero hay que ver cuántas veces es uno capaz de levantarse, aunque sea un tópico, la vida se trata de eso. Yo llegué sin darme cuenta, pero sí fui muy consciente de quedarme. No hay mucho secreto: el trabajo. Necesitas un porcentaje de suerte. Ese es muy pequeño, pero es muy importante. El porcentaje de esfuerzo es mucho mayor. Pero, una vez que tienes el golpe de suerte, si pones el esfuerzo necesario, eso lo puedes multiplicar por mil. Si no lo aprovechas y dejas pasar el famoso tren, hay poco que hacer al respecto. Tener algo de talento también ayuda.
-Cuando uno se pone a componer delante del piano o con la guitarra con la partitura o el papel en blanco delante debe ser complicado no caer en ser repetitivo o incluso en el autoplagio. ¿Cómo sabe si algo vale o se va directo a la papelera?
-Yo me aburro fácil de lo mío, de lo que sé hacer. Creo que en eso estarán muy de acuerdo los académicos cuando se lo comente. Lo bonito de la vida es la búsqueda, porque lo que ya uno sabe hacer es una cosa mecánica. Siempre pienso que hay algo mejor que pueda hacer o no hacer, pero siempre es mejor darle una impronta que sea tuya. Darle una categoría a algo que aparentemente no lo es; vivir en los pequeños detalles, lo que no sueles hacer. Eso me pasó con Corazón partío y me pasó luego en el disco con No es lo mismo. Discos y canciones que la gente pensaba que me había vuelto loco o que estaba experimentando con cosas que no debía, que si estaba jugando con fuego, pero para mí era vital. En esa búsqueda sigo siempre.
-Desde Viviendo deprisa hasta Sanz en Vivo ha habido un gran proceso madurativo tanto en lo personal como en lo musical. En todos esos años ha debido tener muchos altibajos. ¿Cuáles han sido los momentos cruciales en su carrera?
-Hay muchos momentos. Lo más esencial en mi carrera ha sido la inconsciencia, el no saber que estaba haciendo lo que estaba haciendo. No me importaba lo que el público pensara de lo que iba a hacer y eso hacía que fuera único. Eso fue muy importante. Después, en algunas etapas de mi vida he pretendido ser más consciente o premeditar más las cosas y me ha ido peor. Después, hay momentos en mi vida, la muerte de mi padre y de mi madre... Hay circunstancias en la vida que me provocan unas cosas y otras, circunstancias de mi vida personal de las que nunca hablaré ni nunca volveré a hablar… Todo eso afecta. Esto que ahora se conoce como la tiraera (eso de hacer una canción por despecho) ha existido toda la vida. Pero la vida personal no se mezclaba con las canciones o, al menos, no se hacía tan evidente. Yo he escrito siempre procurando ser lo menos autobiográfico posible, pero es imposible que no quede plasmado en algo que consiste en una lírica y en una música lo que tú tienes dentro. Nosotros no somos lobos, somos entidades.
-La industria de la música ha cambiado mucho en los últimos años, en algunos casos para bien, en otros no tanto. “La música no se toca”, ya lo dijo. ¿Cree que lo comercial puede terminar imponiéndose a la creatividad? ¿Se valora lo auténtico?
-Yo he sido el más comercial del mundo. Lo comercial no está reñido con la calidad. De hecho, creo que los más grandes de la historia han sido muy comerciales siempre. Paco de Lucía era muy comercial, Mozart era comercial, Beethoven era muy comercial. No me estoy comparando con ellos ni mucho menos, pero creo que no es incompatible. La comercialidad significa que tienes la capacidad de llegar a mucha más gente que otras personas. También es verdad que luego hay gente que se va al grupo que toca cuatro acordes y dice: “Esto es lo mejor del mundo”. Es una forma de sentirse más importante. Eso siempre ha existido. Eso y las letras, que ahora la gente se escandaliza mucho también. Me acuerdo de las letras que se hacían y eso ya existía. La industria ha cambiado mucho, pero lleva toda la vida cambiando, como todas las industrias. Mira la del cine. Todas están en proceso de cambio, porque así lo existe el guion. No pasa nada. Uno tiene que saber hacer el equilibrio, si lo quiere hacer. Si es que quieres. A mí me gusta retar a esa cosa de la industria de la música. Decir, a ver hasta dónde llegamos y a qué acuerdo llegamos tú y yo. ¿Quieres que todo suene tac-tac? Pues yo te voy a proponer otra cosa. Eso es lo bonito, el reto.
-Después de muchos años a caballo entre España y Estados Unidos, ahora reside definitivamente en España. ¿Qué le dio Miami a su música y qué espera de esta nueva etapa en Madrid?
-Miami me dio muchísimas cosas. En Miami estaba floreciendo una comunidad de músicos que empezaba a coger cierta trascendencia. Los ritmos cubanos, dominicanos, portorriqueños empezaron a permear mi música también, maravillosamente. He descubierto que tengo un amor especial por ese tipo de música y por esa zona del mundo. Es verdad que se nota en esos discos míos. A partir de No es lo mismo se nota bastante la influencia. Madrid me lo ha dado todo también. No espero nada de Madrid ni de nadie, sólo espero de mí. Estar a la altura de mis expectativas.
-¿Si yo le digo el mar, usted me dice...?
-La tranquilidad... (si no hay levante fuerte).
-Porque, estar en un escenario más de dos horas de concierto en una gira que salta de un continente a otro debe ser agotador. A veces hay que pararse, respirar. ¿Cómo se prepara para afrontar ese esfuerzo físico? ¿Son ustedes los artistas de hoy un poco atletas?
-Yo llevo treinta y tres años haciendo esto. Debes tener una capacidad de trabajo muy grande. Me hizo mucha gracia lo que me pasó una vez en Sevilla. Después de tocar, nos fuimos a tomar algo y un tipo me dijo: “Pero tú, aparte de esto, tendrás un trabajo, ¿no?”. Y me ha pasado varias veces. Otro me dijo: “Te cambiaba mi trabajo por el tuyo”. Y yo le contesté: “No ibas a aguantar ni dos días probablemente”. No es que sea el trabajo más cansado del mundo, pero sí necesitas una preparación física y mental muy fuerte. Vocal también. No sólo por los conciertos. Cuando sales de casa a trabajar, estás trabajando las veinticuatro horas. Llegas a un país y ya estás fuera de tu casa. Pasas muchas horas solo. Estás en un hotel. Si bajas y hay gente en la puerta, tienes que atenderla. Sales de la puerta de la habitación y ya está seguridad. Son veinticuatro horas de trabajo, cuando a veces no tienes ganas, cuando echas de menos a tus hijos o tu casa y tienes que estar ahí. Hay sitios que te gustan más y otros que te gustan menos…
-Y tal vez no todos los días tiene uno las mismas ganas de cantar.
-Así es. Yo ahora acoto un poquito más. Esta parte de la gira, que va a ser un poco más larga, de cinco o seis semanas, es lo más largo que yo puedo hacer fuera de mi casa. Y el próximo año será un mes o menos.
-La inteligencia artificial viene pisando los talones a los músicos de hoy. Parece que ella ha hablado muy bien de usted recientemente ¿Cree que algún día el algoritmo conseguirá algún día superarle a usted o a algún otro músico?
-A mí los dos términos juntos, “inteligencia” y “artificial”, me chirrían un poco. Puede ser otra cosa, matemática artificial, pero la inteligencia debe tener un sesgo de algo emocional. Porque, si no, no llega a ser una inteligencia completa. Y, sí, sí, ella habla muy bien de mí. (Bromea) Yo la quiero muchísimo. Por si me está escuchando. Aprovecho para saludar a todos los internautas.
-Imagino que ya no le debe quedar espacio en el salón para guardar tantos Grammys y reconocimientos. La estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y todos los premios son siempre importantes, pero, a veces, los premios se van sumando y puede parecer que se pierda la ilusión. Quizás el Honoris Causa tenga connotaciones especiales. ¿Qué le transmite sentirse togado con el azul celeste de las letras y las artes en la Universidad, ponerse el birrete, la toga y escuchar el Gaudeamus Igitur delante de toda la comunidad universitaria?
-Eso va a ser muy especial. Es verdad que, a veces uno mismo se siente un poco mal porque le den tanto reconocimiento. Parece uno un dictador de una isla bananera. Cuando me lo ponga todo encima, no sé. Es verdad que todo se agradece porque, detrás de un reconocimiento, hay alguien que quiere dártelo. En el fondo todo eso es el último acelerón de una carrera artística. No el último, porque sea el último, sino porque después de que lo más importante para ti es hacer música, después subirte a un escenario, que la gente vaya a los conciertos y que vendas muchos discos, la guinda del pastel es que te den un reconocimiento y éste, en especial, tiene mucho significado para mí. Quiero que me regalen el birrete de recuerdo, tengo un sitio especial preparado para él.
-Dicen que cuando está uno ahí arriba a punto de ser investido doctor, lo decía Paco, ya sólo importan las voces de unos pocos. ¿Quiénes van a estar con usted en ese atril? ¿A quién o quiénes irán dirigidos sus pensamientos más profundos?
-Por supuesto a mis padres, a Jesuli y a María, la de Alcalá y el de Algeciras. A mis tías, mi tía Pepi, mi tío Pepe, a todos los que nos faltan, que sé que estarían felices y orgullosísimos. Mi madre hubiera dicho: “¡Ay, mi niño, que es una eminencia!”. Quiero destacar también a la gente que se dedica a la docencia en sitios donde es muy difícil ejercerla. Me merecen mucho respeto y quiero que mañana estén presentes con nosotros, en espíritu y en esencia. Esa gente, que con una pizarra es capaz de enseñar en un pueblecito donde no existe nada, donde no hay casi nada. También va para ellos.
-¿Si yo le digo futuro?
-Yo le digo… presente.
-Enhorabuena y gracias, doctor.
"Al genio de la lámpara le pediría conocimiento, raciocinio y mesura"
-Hablemos del fenómeno fan. Ahora ya no se desmayan por decenas en los conciertos, afortunadamente…
-Gracias a los bomberos y a Protección Civil.
-La familia sanzera siempre está ahí pendiente de usted las veinticuatro horas del día, por ello traemos su voz en representación de este movimiento que se extiende a lo largo y ancho de dos continentes. Le pregunta Vanessa: ¿Si fuera caminando por El Rinconcillo y se encontrase la lámpara del genio, cuáles serían sus tres deseos?
-Le pediría conocimiento, raciocinio y mesura.
-¿De no haber sido en su vida lo que es, a qué se hubiera dedicado?
-Me hubiera gustado ser arqueólogo. Es cierto. Me gusta mucho. Esto de History Channel y Discovery Channel me encanta.
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