"Han dejado una Algeciras feísima con un montón de rincones para matarlos a tiros"

Entrevista | Alberto Pérez de Vargas, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

EI catedrático de la Universidad Complutense reúne en 'Algeciras en el corazón y en la memoria' sus artículos costumbristas publicados en 'Europa Sur'

"Ser de Algeciras es la leche", afirma

Pérez de Vargas presenta en Madrid su libro sobre Algeciras

Alberto Pérez de Vargas Luque posa en la galería de arte del hotel Wellingthon, en Madrid
Alberto Pérez de Vargas Luque posa en el hotel Wellington, en Madrid / JOSÉ RAMÓN LADRA

Madrid/Alberto Pérez de Vargas Luque ejerce de algecireño en cada oportunidad que tiene. Catedrático de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid, hijo predilecto de su ciudad natal, reúne en un libro una porción de artículos costumbristas algecireños que ha publicado durante un lustro en las páginas de Europa Sur, convencido que "la memoria callejera es lo mío". Lo titula Algeciras en el corazón y en la memoria.

Pregunta.¿Qué siente y recuerda el niño y joven Alberto?

Respuesta.Me dijeron un día que yo vivía en Madrid. No. Yo resido en Madrid. Yo vivo mis vivencias y toda mi vida es Algeciras. Es lo que decía Paco de Lucía, que cuando tocaba en Roma estaba tocando, de verdad, en Algeciras. Me he criado no tanto en la calle Real sino en el callejón de las Viudas. Allí, la familia entrañable para mí era la de Paco Moya. Su padre era el secretario del Partido Comunista de España en Algeciras. A Paco lo detenían y era mi tío Ignacio Molina el que lo sacaba de la cárcel. Yo a los 17 años ya estaba en Madrid. Ahora tengo 82 y estuve cinco años viviendo en Suiza.

P.No hace distinciones políticas en sus amistades. Uno de sus mejores amigos es Francisco Esteban, primer alcalde de la nueva época democrática en Algeciras.

R.No solo. Están Miguel Alberto Díaz e Inmaculada Nieto. No sé si lo sabe, pero Inmaculada Nieto estudió lo que estudió por mi culpa. Porque el padre, que era muy amigo mío, Pepe Luis Nieto, que tenía una gracia impresionante, muy de derechas, que cuidaba la destilería de los Santacana, me presentó a su hija y quería estudiar periodismo. Yo en aquel momento estaba muy ligado a la historia de la creación de la Facultad de Periodismo en Madrid, pero hablamos y le aconsejé Ciencias Políticas porque siempre podría trabajar en los periódicos aún teniendo otra licenciatura consolidada. Adoro a Inmaculada Nieto.

Los algecireños somos hipercríticos, pero como oigamos una crítica sobre Algeciras nos tiramos al cuello de la gente

P.¿Usted lo que aprecia más es que se sea de Algeciras?

R.Siempre digo lo mismo que digo de los catedráticos. Ser catedrático de Universidad es difícil; serlo en Madrid es más difícil, y serlo en la Complutense es todavía más difícil. Bueno, pues con el asunto de Algeciras digo que lo mejor es ser español, y de ahí andaluz. Ahora, si eres de Cádiz y además de Algeciras, es la leche.

P.¿Ser de Algeciras es sufrimiento asegurado?

R.Es que Algeciras es especial de verdad, no por lo del vino, sino porque es de verdad especial. Los algecireños somos hipercríticos, pero como oigamos una crítica sobre Algeciras nos tiramos al cuello de la gente.

P.Usted sostiene que somos escépticos.

R.Sí, creo que somos muy escépticos.

P.¿Indolentes?

R.No sé. Yo me acuerdo que decía indolentes en el sentido de que no le tenemos miedo a las cosas que probablemente habría que tenerle miedo. Me acuerdo del que también era del Partido Comunista, Antonio Marín, que cuando estaba muy malo, que estaba prácticamente muriéndose, decía: "Alberto, estoy estropeado". Esa es una expresión que cuando la decimos nosotros es que estamos fatal. Como decía también Juan Luis, el de Tarifa, me ha levantado el puntillero. Eso es lo que yo digo.

P.Hablar con usted es conversar sobre genealogía. Tiene buena memoria.

R.Creo que la memoria callejera es lo mío, pero es debido también a la circunstancia de mi padre, dueño del bar Los Rosales (ya desaparecido). Es que desde chiquitín en el bar he escuchado las cosas. A mí me llamó mucho la atención cuando me dijeron, por ejemplo, que Pepe Rubio, que fue practicante y que le mataron al padre por masón, alternaba en el bar donde la mayor parte de la gente que iba allí eran militares, falangistas, personas que habían combatido en el lado de los vencedores. El ambiente era en la línea del franquismo, claro, aunque por allí aparecían gitanos complemente integrados, por ejemplo. Recuerdo al tío Evaristo, que me llamaba sobrino. Y luego gente que eran hijos de represaliados, de tíos que habían muerto, y de gente señaladamente de izquierdas.

P.¿Esa Algeciras que recuerda se mantiene?

R.Creo que la tolerancia es extrema en Algeciras. La gente es muy tolerante. Además, por ejemplo, con los homosexuales. Recuerdo de pequeño que había homosexuales famosos que eran queridísimos. O niños con afectaciones psíquicas. Recordará a Pepe El Oreja, que era una institución, o el que llamaban Juanito El Tonto, que vivía en el patio donde mi padre vivió. Esa tolerancia ha seguido siempre.

La gente que va a Algeciras se queda con aquello, incluso yéndose después

P.¿Es de los que piensa que algo se rompió con la eclosión de la gran industria en la Bahía y la llegada de población foránea a partir de 1965?

R.Hombre, creo que Algeciras ahora difícilmente tiene una identidad clara, lo mismo que en Madrid, debido a que hay muchísima gente de fuera. Pero, sin embargo, a mí me da la impresión de que la ciudad tiene un sentido más absorbente que otra cosa. Es decir, que la gente que va a Algeciras se queda con aquello, incluso yéndose después. Conozco muchísimos casos. Lo que sí creo, como decía Augusto Delkáder, que es el sitio donde menos periódicos se leen del mundo.

P.¿Todo esto lo vamos a encontrar en las páginas de su libro?

R.Lo que vamos a encontrar es el relato de parte del relato, porque el editor, que está aquí con nosotros, me hizo reducir yo diría que casi la mitad de lo que estaba preparado. Y aun así ha salido un libro con 350 páginas. Hay gran parte de mis artículos de los domingos en Europa Sur, de tipo costumbrista, y fundido con temas con un relato conjunto por capítulo. Están muchas familias. El otro día me mandaba un mensaje Antonio López Canales (pintor) en el que me decía que se podía titular la biografía de López Canales porque está citado veintitantas veces. Pero claro, es que es un compañero mío del instituto y amigo íntimo.

P.Vamos a tener entonces memoria escrita de una época. Otra cosa son los edificios, porque ahí andamos cateados, ¿no?

R.De eso hablo poco. Fundamentalmente hablo de las relaciones humanas, de los personajes y de los lugares. El bar Colonia, por ejemplo, está citadísimo. Muchos alcaldes y los arquitectos, a partir de lo que ocurrió el follón del protectorado de Marruecos no planificaron, sino que empezaron a tirar edificios y a hacer puñetas. Claro, han dejado una ciudad feísima, porque hay un montón de rincones para matarlos a tiros, y han dejado que se edifiquen unas cosas...

P.¿Qué le queda por contar?

R.He escrito sobre otras cosas que no están recogidas en el libro, y ahora voy a hacer una tanda de Gibraltar, que es una de mis manías.

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