"Echo de menos exposiciones colectivas en Algeciras"
Entrevista | Antonio López Canales, pintor, profesor de dibujo y soldado en la guerra de Ifni
Su entorno urbanístico, motivos de sus cuadros, ha cambiado mucho: "Que feo han construido en Algeciras"
Los referentes más próximos del artista son Cruz Herrera, Revello de Toro y Sorolla
"Con Alberto Pérez de Vargas hemos perdido un gran embajador de Algeciras, un amigo y un científico de gran talla", reflexiona
Algeciras/Antonio López Canales (Algeciras, 1939) es un pintor que vivió en Toledo y en San Roque en el primer cuarto de su vida siguiendo el camino de su padre, militar. Ese mismo deseo de continuar el sendero castrense le llevó a la guerra de Ifni-Sáhara en 1957, una carrera que abandonó para dedicarse a la enseñanza. Es un pintor realista que, en algunas de sus obras, se aproxima al hiperrealismo sin llegar a reconocerse del todo en ese calificativo. Compañero del famoso Antonio López en Bellas Artes, su maestría está demostrada en muchas obras, no solo en los cien peñones de Gibraltar ni en sus reconocidas pinturas de la Plaza Alta algecireña.
Fue también compañero de clase y gran amigo del profesor Alberto Pérez de Vargas, para quien ha reclamado en las páginas de Europa Sur, en un reciente articulo, que se ponga su nombre a una calle o a un edificio en Algeciras. "Hemos perdido a un embajador de Algeciras allí dónde estuviera, sobre todo en Madrid, a un intelectual y un científico de gran talla. Yo he perdido a un gran amigo. De nuestra profesora, doña Marina Vicent, aprendimos una frase en francés que venía a decir que debíamos ser sinceros y honestos, porque la mentira es una bajeza. Alberto fue buen alumno de esa enseñanza", reflexiona.
López Canales, como maestro y profesor, pasó por varios centros educativos del Campo de Gibraltar. Confiesa que le gustaría que un día el titular de la conversación fuera su relato en detalle de cómo fue un 22 de diciembre de 1972 al puerto de Algeciras, "a las tantas de la noche", a recoger a Rafael Argeles, un pintor y paisano que "no se conocía en su ciudad".
"La pintura ha sido mi afición de siempre, porque lo tengo muy fresco en la memoria. Ir de visita con mis padres a casa de algún amigo, y si ese amigo no tenía un hijo con el que pudiera jugar, yo inmediatamente buscaba un papel, que bien podrían ser los márgenes de los periódicos", relata. "Cuando algún chiquillo iba a comprarse una especie de caramelo, que había una especie de crema de gelatina, una cosa muy rara, yo prefería, en vez de comprarme esa ruedecita o esa latita de caramelo, comprarme unos lápices de cera, que no pintaban, pero sobre papel blanco algunas huellas dejaban", añade.
Primero pintó con acuarela y, luego, gracias al brigada Estrada, compañero de armas de su padre, descubrió el óleo. "Un sábado de Feria de La Línea, creo que era sábado, era la cabalgata, mi padre entró conmigo en una librería, que era la librería La Rosa, y me dijo: "Antonio, elige lo que quieras". Hay que pedir un tubo blanco, un tubo negro, azul, y rojo bermellón, por empezar, y un pincel. Y ese día, ya de noche, sin saber que había que utilizar aguarrás, sin saber lo que era un lienzo, en un trozo de cartón que había en mi casa, y con esos colores, ni amarillo, hice un barquito".
Su infancia y juventud transcurrieron en pabellones militares. Su idea era terminar el bachillerato, lo que logró, y luego se propuso conseguir el ingreso en la Academia General Militar de Zaragoza. Con catorce años ya se estaba "educando a banda", un acceso especial a una futura carrera en las Fuerzas Armadas que se les brindaba a los hijos de militares.
En el verano de 1957 empezó a hablarse en su entorno "algo de África, del Sáhara, de Ifni". En la mañana del 27 de noviembre de aquel año embarcó en el Virgen de África para poner rumbo a Ifni como cabo de morteros del 81. "No sabíamos dónde íbamos. Nos dieron un par de latas de sardinas, un bollito, todos muy contentos, y cuando pasamos Tánger empezó aquello a moverse, y empezaron los soldaditos a echar sardinas por todas partes".
La de Ifni fue, en su opinión, una guerra contra Marruecos no declarada. "No quería el gobierno que se supiera", afirma. "Después me he enterado de muchas cosas de aquella guerra en la que pasé siete meses, que ni se ganó ni se perdió, y que causó 300 muertos y 500 heridos". A Antonio López Canales le sigue gustando el ejército. "Siempre he tenido y sigo teniendo respeto y admiración por las Fuerzas Armadas. Dejarlo fue una decisión difícil, importante, pero el pase a la docencia, ejercida en distintos niveles, me ha proporcionado una vida laboral muy feliz", reconoce.
Llegaron a investigar en secreto qué razones le movían a dejar el ejército para educar a niños. Gracias a doña Rita y don Esteban, gestores de un patronato de maestros, consiguió su primer destino como enseñante en Taraguilla, un lugar en el que, además de trabajar, empezó a estudiar por libre Bellas Artes. Enseñando en la localidad sanroqueña decidió también presentarse a las oposiciones de profesor de Instituto de Enseñanza Media, "gracias al empujoncito de mi profesor de dibujo de la escuela de magisterio de Ceuta y mi amigo Alberto Pérez de Vargas". Consiguió el número uno en las oposiciones y eligió enseñar en su instituto en Algeciras, que hoy se conoce por Kursaal.
"He estado siempre dedicado a la pintura, a dar dibujo y a pintar. Siempre tuve muy relacionadas una y otra actividad, porque la pintura no es trabajo para mí", declara. "La pintura me ha dado muchísimas satisfacciones. Siempre he contado con el apoyo de Mercedes -su mujer-, que ha estado mucho tiempo sola. Ahora, como estamos los dos solos, puedo estar más tiempo con ella".
Lo que ha cambiado es el entorno. De hecho, ahora se plantea terminar un cuadro inacabado sobre La Escalinata ya desaparecida. "Ramón Puyol decía, cuando volvió, que Algeciras era un pueblo que estaba detrás de unos paralelepípedos que habían hecho en el paseo marítimo. Algeciras ha crecido mucho y muy mal. Mi calle, la calle Ancha... Me parece que quedan un par de rejas con sus balcones. Que feo han construido", opina.
Fue Ramón Puyol quien le llamó "el Canaleto de Algeciras", en un juego de palabras, la de su apellido y el del famoso pintor italiano. Sus pintores de referencia, además de clásicos como Goya, Velázquez, el neerlandés Frank Hals o Rembrant, son el linense Cruz Herrera, el malagueño Revello de Toro y Sorolla.
Lo que echa en falta también son exposiciones colectivas como las que se hacían en la década de los años setenta del siglo pasado en Algeciras, a través del Centro de Iniciativas Turísticas, "porque puede ser una puerta de entrada a más de uno, que no tenga espacio ni en el museo para exponer". Alguna de esas muestras las organizó junto a los pintores Helmut Siesser y José Luis Jaén, un grupo de amigos que se autodenominó Tría 75. "Fueron años muy pródigos en pintura, y de recorrido, de experiencia y de anécdotas", recuerda.
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