El escudo de armas de la Algeciras cristiana medieval (y II)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
Pese a su abandono y destrucción, Algeciras continuó existiendo, tanto en la memoria de la monarquía castellana y de sus súbditos como en el imaginario colectivo del islamismo peninsular
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El intento de recuperación de la ciudad en el siglo XV
Apunta el cronista Ignacio López de Ayala que, tras la toma de Gibraltar en 1462, el rey Enrique IV adoptó iniciativas no sólo para promover la repoblación de la villa del Peñón, sino también para Algeciras, lo que puede inducirnos a pensar que quizá aún persistía algún núcleo de población en torno o cerca de la plaza algecireña derruida, o semiderruida.
“Para establecer con solidéz la poblacion pidió [el monarca castellano] al pontifice Pio II que erigiese la iglesia de Gibraltar en abadía colegiata, i crease en ella algunas prebendas ó beneficios servideros. Lo mismo insinuó para Algeciras por ver si con este medio se repoblaba. Las rentas de ambas iglesias debian ser todos i qualesquier diezmos prediales i personales que se percibiesen en los términos de las dos ciudades”.
Se apoya el autor en lo que se dice en la obra Cádiz Ilustrada, de Fray Gerónimo de la Concepción, a este respecto: “El año siguiente de 1462 el Rey D. Enrique gozoso con la conquista de Gibraltar, pidio al Pontifice Pio II que erigiesse su Iglesia en Dignidad de Abadia Secular Collegial, y que en ella se criassen algunas Prebendas, o Beneficios servideros. Y assi mismo le significó, como tenia deseo de que los Christianos bolviessen a poblar la Ciudad de Algezira, y que también su Iglesia se erigiesse en Abadia Secular, y Collegial a semejanza de la de Gibraltar, y que a ambas se les aplicasse por razon de dote, todos, y cualesquier diezmos, assi prediales, como personales, de los frutos que se percibiessen en sus terminos”.
El profesor Emilio Martín, citando como fuente el diario de un navegante italiano, Lucca di Masso degli Albizzi, nos refiere que Algeciras en la primera mitad del siglo XV era lugar de parada y refugio de naves que realizaban la travesía entre el Mediterráneo y el Atlántico. Incluso nos da cuenta del hecho de que en los portulanos de los siglos XV y XVI aún siguiera figurando el enclave algecireño.
“¿Cómo es posible [se pregunta Martín] que en los portulanos del siglo XV y principios del XVI aún se incluyese una ciudad que había sido destruida en 1378/1379? Si estas indicaciones debían ayudar a los marineros a sortear los peligros de la navegación costera, carecería de sentido manejar una información con datos erróneos. ¿Pudiera ser que la sombra de la tradición y del saber libresco fuese -como a veces continúa siéndolo- muy alargada? Como veremos más adelante, es indudable que estas referencias aludían a una ciudad que aún mantenía su entidad a pesar de haber sido destruida”.
Por su parte, el historiador Antonio Torremocha, basándose en la Crónica de Juan II, de Alvar García de Santa María, nos recuerda que en septiembre de 1409 el Almirante de Castilla, Alonso Enríquez, establecía su flota en la cala de Getares y que más tarde, debido al mal tiempo, la situaba junto a la Isla Verde, frente a la desembocadura del Río de la Miel, en aguas abrigadas, el mismo emplazamiento que luego seguiría siendo utilizado durante los siglos posteriores como punto de escala en el Estrecho. Un ejemplo más de la utilidad de la costa algecireña para facilitar el tráfico marítimo, a pesar de la ausencia ya de sus instalaciones portuarias, que habían sido desmanteladas.
También en agosto de 1415 la flota portuguesa que se dirige a la conquista de Ceuta, encabezada por el rey Juan I, fondea en la ensenada de Algeciras, frente a Gibraltar, y de ello nos da cuenta Soares Da Silva en “Memorias para a historia de Portugal que comprehendem o governo del D. Joao I do anno de mil e trezentos e oitenta e tres, até anno de mil e quatrozentos e trinta e tres”.
Además, en 1456, el rey Enrique IV pasa por Algeciras, o por lo que quedaba de ella. Nos lo cuenta Jerónimo de Mascarenhas en su História de la Ciudad de Ceuta: sus sucesssos militares, y políticos; memorias de sus santos y prelados, y elogios de sus capitanes generales, citando la crónica de Alonso de Palencia. Desde el litoral campogibraltareño el monarca castellano se disponía a embarcar para visitar la plaza norteafricana y hace escala en sus cercanías, pernoctando, además, en “una Torre q’ llaman de Cartagena, q’ es una legua de Gibraltar”, para a continuación realizar la travesía del Estrecho mientras dejaba a parte de su séquito precisamente en el enclave algecireño, donde, a pesar de que la mayoría de sus construcciones debían presentar un aspecto ruinoso, no es descabellado pensar que contara en sus inmediaciones con algún núcleo de reducida población dedicado a actividades agropecuarias y pesqueras.
“[…] I Goncalo Carrillo, i Juan de Sayavedra se fueron con la gente, i quedava en tierra aposentar a las holguras entre el rio, q’ dicen de la miel, i la villa vieja, i estuvieron alli dos dias, i de ai apoco que llegaron allí, llegó también el Marques de Villena, q’ venia en busca el Rey, q’ auia quedado como hemos dicho en Estipona, para le dexar a buen recando (sic), i como supo q’ el Rey hauia pasado a Ceuta, i certificado por algunos navios que hauian llegado seguro alla, quiso tambien passar con el Rey, i assi se metió en uno de aquellos navios, que auia traido la nueva, i siguio el mismo viaje, i passo a Ceuta, en donde el Rey con toda su gente fueron muy bien recibidos, i mui bien hospedados, i servidos con grande amor, i reverencia: el conde hiço el gasto al Rey, i a todos quantos con el hauian passado, i les dio largamente de todo q’ hubieron menester”.
Por tanto, y aunque no podamos afirmarlo con rotundidad, debió de ser seguramente en ese contexto generado por el intento de recuperación y repoblación de Algeciras a iniciativa de este monarca donde cabría situar la creación de este escudo de armas, tan desconocido hasta la fecha. Pues, como indica Adeline Rucquoi, “les blasons des villes, comme ceaux de la noblesse, n’apparaissent guère que’au XIVe siècle et, en règle générale, sont postérieurs à la première moitié du siècle”, no siendo hasta finales del siglo XV cuando “la possession d’armes par les villes semble être un fait acquis, qui ne pose aucun problème aux auteurs de ‘Nobiliaires’ et autres traités d’armes ou de noblesse”.
Conclusiones
Está claro que, pese a su abandono y destrucción, Algeciras continuó existiendo, tanto en la memoria de la monarquía castellana y de sus súbditos, por un lado, como en el imaginario colectivo del islamismo peninsular, gracias al recuerdo de su viejo y glorioso esplendor, por otro. En lo que se refiere al ámbito cristiano, la intitulación de los soberanos de Castilla como reyes de la demolida ciudad y su territorio es, sin duda, prueba de la notabilidad que la plaza había tenido y seguía teniendo para la Corona y la presencia de este escudo de armas medieval, cuya historia de momento ignoramos, desde luego, no viene sino a reforzar dicha idea.
Si este escudo se diseñó entre 1344 y 1369, lo cual es posible, aunque no sepamos a iniciativa de quién o quiénes, parece evidente que tendría como finalidad dotar a la plaza de un distintivo y reafirmar su castellanidad, pero sin renegar de sus raíces arábigas, en un tiempo en el que, si bien todavía no se había generalizado, ya se había puesto en práctica este uso.
Y si, por el contrario, se elaboró después del desalojo y demolición de la ciudad, ya bien entrado el siglo XV, o lo que es más probable, en la segunda mitad de esta centuria, cabe establecer alguna relación entre tal iniciativa y los proyectos nunca ultimados de la corona para revitalizar bajo la égida del cristianismo la vieja al-Yazirat al-Hadra.
Artículo publicado en el número 61 de Almoraima, revista de estudios campogibraltareños (Octubre de 2024).
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