Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Escuela de Música de Barrio Vivo en La Piñera
Por los rincones de la parroquia de La Piñera de Algeciras resuenan las notas de la archiconocida banda sonora que John Williams compuso para Harry Potter. Paula consolida sus conocimientos de piano en un salón más propio para albergar los ensayos de un coro que de la escuela que ha germinado en él durante los últimos tres años. Ella es una de los 180 niños que han formado parte de la Escuela de Música de la Coordinadora contra la Droga Barrio Vivo, que han dado sus primeros pasos con un instrumento en la iglesia del Espíritu Santo, aprendiendo lenguaje musical, coro y a tocar el piano y el violonchelo. Una formación que ni ellos ni sus padres se habían siquiera planteado en una zona con muchas dificultades económicas y sociales.
La Escuela de Música de La Piñera inicia su cuarto curso en unas circunstancias especiales forzadas por la pandemia. En este año de nueva normalidad hay solo 22 alumnos, que se han visto beneficiados de las medidas para la prevención de los contagios y del menor número de estudiantes: las clases son individuales, una formación de primer nivel a coste cero para las familias que permitirá que los pequeños músicos mejoren aún más sus habilidades. Lunes, miércoles y sábados acuden a las clases que mezclan lenguaje musical e instrumento; este curso el coro ha quedado suspendido por precaución. Hay tantos niveles como alumnos, “desde chicos que buscan unos conocimientos básicos y emplear su tiempo en una actividad que les gusta a alumnos que podrían dedicarse profesionalmente a la música”, explica Domingo Gutiérrez, profesor de chelo y uno de los impulsores del proyecto.
Pero el objetivo de la escuela va más allá de esa formación musical: “La idea es de formación humana, de educar en valores. Para llegar a tocar un instrumento hace falta muchísimo esfuerzo, dedicación, y cuando el niño empieza a dominarlo y comienza a crear cosas hermosas la satisfacción es enorme, es clave para la autoestima. Entienden que el trabajo tiene resultados y los alumnos mejoran incluso en el colegio”.
La Escuela toma su espíritu del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles de Venezuela. El Sistema, impulsado por el maestro José Antonio Abreu en 1975, expandió la práctica musical por el país a través de orquestas sinfónicas y coros como un medio de acción social, especialmente dirigido a las zonas con una juventud más vulnerable por su situación socioeconómica. Esa idea de educar en valores en un entorno desfavorecido es la base sobre la que Domingo Gutiérrez, el padre Pedro Gómez y José Luis Díaz, de Barrio Vivo, han creado una escuela modélica en una barriada de características especiales, multicultural, llena de gente trabajadora pero en muchos casos con escasos recursos económicos (en la misma parroquia se reparte comida dos veces por semana a las familias del barrio) y que ha padecido desde hace décadas problemas de infravivienda y tráfico de drogas. De hecho, es una de las barriadas incluidas en el mapa de zonas desfavorecidas de la Junta de Andalucía.
El programa se inició tras recibir el premio al Valor Social de Cepsa y ayudas de Acerinox y La Caixa, que permitieron comprar los instrumentos necesarios. Los siguientes cursos se ha mantenido con la ayuda de la Diputación Provincial de Cádiz, que aporta una subvención de 15.000 euros para gastos básicos, además de los fondos que se van recaudando de distintas fuentes, como la donación que hizo el escritor Mario Ocaña de los derechos de una obra. Solo hay una profesora contratada, el resto del trabajo es completamente voluntario. Toda ayuda extra que llega sirve para reforzar el material: ahora tiene cinco violonchelos, seis teclados electrónicos y un clavinova, un piano de pared. Instrumentos que sirven para dar las clases y para que los alumnos que no tienen uno propio practiquen en sus domicilios.
Y lo hacen con asiduidad, confirman sus profesores. Una vez que la pasión por la música ha entrado y con las facilidades que da Youtube para la práctica y el aprendizaje los pequeños músicos no paran. “En mi casa busco partituras, tutoriales y vídeos de chelistas que me gusta como tocan”, confirma Luis Ruiz. Con 10 años lleva desde el principio en la escuela, en la que toca el violonchelo “porque me relaja mucho, el sonido que produce me gusta”. Luis es un niño inquieto, curioso; tiene otras actividades extraescolares, le gusta practicar deporte y en el futuro le gustarían dedicarse a la robótica, “pero no pienso dejar la música, será mi hobby”. También seguirá en la escuela, “me gusta estar aquí, siento que estoy en mi lugar”, explica con naturalidad.
Ese sentimiento de pertenencia es compartido. Con el paso de los años se ha formado una suerte de familia musical de la que participan los profesores, los alumnos y también los padres, que incluso han creado una asociación para apoyar a los docentes en lo que necesiten. Luis Ruiz (el padre del pequeño chelista y con otro hijo más en la Escuela), explica que “queremos implicarnos más, dar ayuda de todo tipo”. Para este padre este proyecto ha sido un descubrimiento inesperado. “Al principio no terminábamos de verlo, nos animaron los propios niños. Pero inmediatamente nos dimos cuenta de que aporta una disciplina muy importante, llena el tiempo de los niños con algo que no es una consola. Incluso nos está cambiando a nosotros, nuestra sensibilidad hacia la música”. ¿Se va a animar el padre a seguir el camino de los dos hijos? “Quizás animarme yo me viene un poco grande. Pero sí estoy disfrutando de lo que aprenden ellos”, asegura.
La formación inicial que imparte la Escuela va avanzando y en algunos casos se ha convertido en una plataforma para dar el paso al conservatorio. Ese es el caso de Malak Aitour, 12 años, pianista y violinista en proceso y que lleva desde el principio en la parroquia de La Piñera. Alumna del IES El Getares, donde además toca el ukelele, se acercó a las clases de música como una forma de llenar las tardes y le entusiasmó. Tanto que visualiza un futuro como música, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. Por ahora acaba de desembarcar en el conservatorio y le está yendo bien, “he sacado un 8 en violín y otro en lenguaje musical”. Ello a pesar de que en la Escuela de Barrio Vivo, donde todavía sigue, Malak toca el piano. Le da clases “Anna, una profesora que es muy atenta, te explica las cosas muy bien y con mucha paciencia”.
Se refiere a Anna Chirova, que llegó desde Rusia y ha estado trabajando durante muchos años como profesora de piano. Se incorporó al proyecto de La Piñera comprometida con la idea de dar unas clases “con un objetivo que va más allá de la formación musical. La música te educa como persona, aporta disciplina, inteligencia emocional, empatía. Todo esto es lo que nos gustaría que nuestros alumnos interioricen”. Para ello se acercan a la música desde la historia, los distintos estilos, desde canciones de películas hasta los clásicos pasando por arreglos de canciones populares, porque, explica, igual que al empezar a leer se comienza con cuentos, la música también tiene que comenzar poco a poco. Ahora se han encontrado con una ventaja inesperada, las clases individuales, con las que “podemos dedicarnos con más atención a cada uno y se evitan cuestiones como la falta de atención o se abordan problemas de comportamiento. Los alumnos avanzan más”.
La madre de Malak, Zhor Doukkal, destaca el papel de los docentes. “La profesora es muy profesional, te enseña no solo música, sino cómo sentarte, cómo comportarte. Y logra conseguir que los niños estén impacientes por ir a la clase, mi hija busca en Youtube contenidos por su cuenta para ensayar y mandar la prueba a su maestra. Ella, que siempre ha sido una niña muy activa pero callada, ha encontrado algo que le encanta. Eso es muy importante en una zona como la nuestra, donde no hay muchos sitios donde hacer actividades extraescolares”.
Las clases también han tenido un beneficio claro para Jaime Casal, el segundo alumno que ha entrado en el conservatorio. Su madre, María Mancilla, asegura que “la música le ha venido muy bien personalmente y eso que no me hubiera imaginado que a mi hijo iba a gustarle tanto”. Jaime (13 años) mostró desde el principio cualidades para la música, tanto es así que ha entrado directamente en tercero del conservatorio para perfeccionar su dominio del violonchelo y “me está gustando mucho, me encuentro bien allí”. Llegó a La Piñera “para probar” y ya tiene claro que no piensa dejar el chelo, “como hobby”, para el que ensaya entre media y una hora diaria y busca vídeos de Pau Casals o Pablo Ferrández en la web, esa fuente de prácticas infinitas. “No dejes de destacar que los profesores son personas excepcionales”, remarca su madre antes de terminar la conversación, “se vuelcan por completo con los alumnos, les estamos muy agradecidos. Jamás hubiera pensado que en mi casa iba a entrar la música clásica”. En esa lista de profesores se incluyen también Carmen Montoya, de canto, y Juan Díaz, de lenguaje musical.
El beneficio evidente para los alumnos y sus familias ha supuesto que la Diputación Provincial subvencione esta actividad desde su segundo año “y nuestra intención es seguir adelante”, explica el diputado provincial de Desarrollo Social, Daniel Moreno. “Se trata de un recurso importante para esta barriada, un trabajo muy callado desde la parroquia que puede servir de ejemplo para otras zonas”. En esa misma idea insiste el anfitrión de esta escuela, el padre Pedro, que destaca la importancia de “dar alternativas a estos jóvenes para el tiempo libre”.
Al final, resume el presidente de Barrio Vivo, José Luis Díaz, el proyecto es “una suma de gente, para conseguir transmitir a estos chavales los valores de la música, que es una magnífica herramienta de inclusión. En este barrio hay una mayoría de personas que quiere alternativas para sus hijos y las estamos buscando”. Díaz remarca además el carácter multicultural de la escuela, inserta en una de las barriadas de Algeciras con más peso de la población de origen extranjero (12,6%), algo que “enriquece”. “Al final -concluye- como se suele decir, gente pequeña haciendo cosas pequeñas, en sitios pequeños podemos cambiar el mundo. Esta es nuestra aportación”.
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