Gibraltar o la tergiversación de valores (V)
Campo Chico
Los 'british' que saben de estas cosas, dicen sottovoce que de aquí a nada se da marcha atrás con el Brexit
Los pulidores de “la prosperidad compartida” seguirán en el nada con sifón y todos a marear la perdiz
Gibraltar o la tergiversación de valores (IV)
Algeciras/No es fácil establecer con un cierto grado de precisión, el número de empresas que operan en Gibraltar. No obstante, pueden darse cifras orientativas con buenas aproximaciones a la realidad; rebasan, en todo caso, el millar. La población civil estable de la colonia es (cifras oficiales) de 34.003 habitantes. En la web de una empresa especializada en asesoramientos empresariales se dice, textualmente (con faltas de ortografía incluidas), lo siguiente: “Una empresa offshore abrida en Gibraltar debe tener un accionista y un director, no necesariamente tener residencia aquí, pero la residencia del secretario designado debe ser de Gibraltar. Los nombres de los miembros de estas compañías son confidenciales, de acuerdo con la legislación.” Conviene recordar que el término “offshore” se refiere precisamente a la ubicación extraterritorial de la entidad respecto del cliente. Es una palabra inglesa, un tanto mágica, que aparece en el idioma para referirse a lo que está más allá de la costa, de la orilla o de la ribera, entendiendo por costa los límites territoriales de la metrópoli. Es un más allá que debe entenderse como sinónimo de fuera del alcance de lo habitual. En el mundo financiero, offshore, significa que mejor mirar para otro lado porque mirando para éste no va a verse nada: “no es ilegal, pero puede parecerlo”, se dice en algunos sitios webs, para ilustrar la idea de actividades financieras de bajo perfil impositivo, rayanas en el blanqueo y tareas de corte análogo.
En cuanto a la banca, en Gibraltar hay nueve bancos locales, algunos de los cuales son de titularidad externa, más o menos disimulada; con orígenes en: Francia, Reino Unido, Suiza y Hong Kong, el singular enclave chino desde donde el capitalismo comunista (¿?) extiende sus largos y poderosos tentáculos en el mundo occidental; fuente de alimentación para los estraperlistas de relojes que, pillados en la comarca, debieron exiliarse en Sevilla, Madrid y algunos otros lugares de medio alcance. Pero, en Gibraltar, en lo que hay que fijarse es en los bufetes. He ahí donde se sitúa la esfera del séptimo cielo, el que lo envuelve todo y cubre todas las atmósferas imaginables. Es imposible en la práctica, dar con un cierto grado de fiabilidad el número de bufetes de abogados que, a ambos lados de la verja, están dedicados a operaciones relacionadas con la economía y las finanzas, tanto en su sentido doméstico como en actividades oficiales, de la colonia. La sociedad civil del Peñón, sobre todo sus sectores más prósperos y desarrollados, están arropados por una inmensa capa de actividades del ámbito jurídico, en cuyo seno y entre otras muchas cosas, se gestionan las innumerables sociedades interpuestas con propiedades en las proximidades, sobre todo en Sotogrande; la lujosa urbanización sanroqueña que se permite aparecer por ahí como si se tratara de una ciudad autónoma. Incluso en la política de cuello corto de la colonia, todo se reduce a un juego entre bufetes y sus áreas de influencia. Rastreando con paciente picardía, los rincones de la red de redes, los panfletos que pululan por todas partes y las oficinas bancarias de los alrededores, apuntando sobre todo a la Costa mediterránea de Cádiz y a la de Málaga, no estaremos lejos de acertar si aventuramos el centenar largo para el número de bufetes radicados en el Peñón, eso sí con sus extensiones territoriales al norte de la verja y mucho más allá.
El silencioso papel que el negocio del juego en línea u online, con que hacia el exterior se muestra, hace que apenas trascienda su protagonismo y su importancia en la economía gibraltareña. El estatus fiscal de la colonia y su adscripción al ámbito de la tolerancia, convierten al territorio en un lugar atractivo para las actividades que tienen que ver con las servidumbres y debilidades de la condición humana. Pero los aires ya no soplan tan bien como antes, y el negocio se ha visto sensiblemente afectado por el Brexit. No obstante, aún hoy representa cerca del 30% de la economía del Peñón. El “ministro” de Justicia, Comercio e Industria, Nigel Feetham (del bufete Hassans), que sitúa el actual montante de estas empresas en la treintena, practica al respecto la estrategia del negacionismo, tratando de disimular la lenta pérdida progresiva de peso que el juego en línea está experimentando en Gibraltar a favor de Malta, Ceuta y Melilla, donde las grandes empresas de apuestas con soporte digital, están abriendo agencias o, directamente, trasladando sus infraestructuras. Ceuta, sobre todo, se está beneficiando notablemente de las circunstancias derivadas del Brexit. Por esta vez se ha hecho una buena política de actuación fiscal sobre las ciudades de Ceuta y Melilla; por demás, ambas espléndidamente gestionadas por sus gobiernos autónomos. De añadido, en Ceuta, la consejera de Hacienda, ceutí de nacimiento, Kissy Chandiramani (de la comunidad de origen hindú), diputada nacional por un breve espacio de tiempo, ha hecho una labor encomiable. Chandiramani es una joven y brillante gestora, que ha llegado a la política a través del PP y se ha formado en la Facultad de Derecho de la Universidad San Pablo-CEU.
Si la opacidad reina en el tejido comercial y financiero de la colonia, a beneficio del sostenimiento de una sociedad parasitaria, cuya presencia y vivencias se justifican por intereses ajenos a los suyos, las estadísticas políticamente intrascendentes, brillan por su ostentosidad. Como las informaciones relacionadas con el clima o la oferta turística, las estadísticas de población son claras. La cifra oficial de 34.003 habitantes convive con la de 31.523 trabajadores activos, de los que 14.144 son de la verja hacia afuera, los que ellos llaman trabajadores trasfronterizos –de entre los cuales, los españoles, cerca del 75%, están organizados en una formación, Asteg, próxima a los intereses de los próceres del Convento–. De modo que en una zona cerrada, improductiva, sin industrias de ninguna clase, entra diariamente un montante de trabajadores cercano al de la mitad de la población residente. No creo que fuera posible encontrar algo parecido en el mundo. El número de visitantes, viajeros, turistas o pasajeros ocasionales, supera holgadamente los seis millones y según declaraciones recientes de la oficina del “ministro principal” Fabian Picardo, la riqueza y el bienestar de los ciudadanos que viven en Gibraltar, medidos en términos del producto interior bruto por habitante (PIB/h), se sitúa en el segundo lugar del mundo, tras Luxemburgo. El último dato del PIB/h es para Gibraltar de 107.865 dólares USA, para Alemania de 51.912, algo menos de la mitad, y para España, en fin: 32.465, menos de la tercera parte.
Es muy fácil, a poco que se reflexione sobre el particular, percibir las causas que conducen a la actitud y comportamientos del “gobierno” civil de la colonia. No hay alternativa para un estatus que no puede prescindir de mantenerse en condiciones de poder sostener una fiscalidad de bajo registro. Sin que eso afecte a su continuidad territorial con el continente y al disfrute in extenso de su radicación geográfica, sin trabas ni verjas. Pero eso sí, explotando a una mano de obra numerosa y sin exigencias, que no suponga servidumbres sociales de ninguna clase. Los próceres del Convento saben muy bien lo que quieren y por eso no esperan nada de las negociaciones que no sea estar a ver si llegan tiempos mejores, mientras a lo tonto y por bajines sigue todo como estaba. Los british que saben de estas cosas y alternan la moqueta y el parquet con las tertulias de su club privado, llevan ya meses comentando sottovoce, con cara de saltimbanqui y sonrisa de pícaro, que de aquí a nada se da marcha atrás y se corrige a conveniencia el inmenso error cometido con el Brexit. Salvo en Gales, en todos los territorios británicos, el disparate del Brexit ha creado problemas con siembras de conflictos para el futuro. Y es porque Gales es un enclave rural, de poco más de tres millones de habitantes, con importantes dependencias de sus vecinos ingleses, repartidos en una extensión equivalente a la de Badajoz. No, no va a pasar nada. Gibraltar está plenamente feliz en un estatus que, ni el Gobierno británico quiere cambiar, ni el español tampoco; ni los políticos gibraltareños ni los británicos ni los españoles desean verse en otro escenario. Los primeros porque no se imaginan un mundo mejor, los segundos porque es el ejército quien tiene la palabra y los terceros, perdido por completo el sentido de Estado, porque para qué enfrentarse con todo lo que hay sobre y bajo las alfombras. Pueden estar tranquilos pagadores y pagados, sobornadores y sobornados, patrones y asalariados. Los pulidores de “la prosperidad compartida” seguirán viéndose de vez en cuando y saldrán haciendo y diciendo lo mismo: nada con sifón para el personal y todos a marear la perdiz, a ver si pasa la tormenta.
Temas relacionados
No hay comentarios