El Obispado de Algeciras (II)
Historia del Campo de Gibraltar
A mediados del siglo XIV de las ciudades del extremo meridional andaluz solo quedaba Gibraltar en manos islámicas, tomada por Mohammad V de Granada a los benimerines y conquistada por Castilla en 1462
La batalla del Estrecho
Entre mediados de los siglos XIII y XIV se desarrolló una pugna entre castellanos y aragoneses, por el bando cristiano, y granadinos y magrebíes, por el musulmán, tendente a conseguir el dominio del paso marítimo del Estrecho. Su control suponía la posibilidad de regular el desembarco de tropas norteafricanas en esta comarca sureña.
En la segunda mitad del siglo XIII, los afanes reconquistadores castellanos habían quedado momentáneamente frenados, dado que otros asuntos reclamaban su atención. En el norte de África había surgido un nuevo imperio, el de los benimerines, y los esfuerzos cristianos se habrían de centrar en el control de su paso hacia la Península, siguiendo las huellas que en las centurias precedentes habían dejado almorávides y almohades.
El fin de los almohades alumbró la tercera etapa de los reinos de taifas andalusíes, entre los que destacó el nazarí de Granada. Recibe el nombre de la dinastía que gobernaba el sultanato o emirato de Granada, desde 1237 a 1492, los Banu-al-Ahmar, Banu Nasr o nazaríes, la cual constituye el resultado último de un "sentimiento de andalusidad desarrollado desde hacía algunos siglos por el que se conocen y valoran la cultura y el ser andalusí frente a la berberidad", como explicaba Jacinto Bosch Vilá en 1986 ("Esplendor y decadencia" en El Reino de Granada. Cuadernos de Historia 16. Vol. 4, p. 4).
En 1275, rey meriní Abu Yusuf Yacub había de ocupar la plaza de Algeciras de acuerdo con el sultán de Granada, Muhammad II, con el fin de establecer una cabeza de puente en la Península. Es el momento de la aparición del segundo reino islámico de Algeciras ya que Abu Yusuf Yacub estableció su capital europea en la ciudad de Al-Yazirat Al-Hadra y se hizo con los territorios de su antigua taifa, llegando hasta la ciudad de Ronda. La entrega se llevó a efecto exactamente en el mes de mayo del año 1275, cuando Abū Zayyān, hijo del citado emir de los Banū Marīn o meriníes o benimerines, embarcó con su ejército en Alcazarseguer con destino a Tarifa, desde donde se trasladó a la ciudad de Algeciras que le fue entregada sin oposición por su gobernador Ben Hišām.
Como reacción, Alfonso X pondría sitio a la ciudad dos años después, fracasando en su intento de conquistarla. Por cierto, que, hasta entonces, Algeciras solo ocupaba la Villa Norte o Vieja. Tras levantarse el asedio cristiano, Aben Yucef tomó la decisión de edificar la Villa Nueva, al sur del río de la Miel, "é poblóla de las casas que los cristianos avían fecho en los reales", según reza en la crónica del rey castellano.
Tarifa sería la primera de las ciudades campogibraltareñas reconquistadas por el reino de Castilla y León. Sancho IV el Bravo (1284-1295) la tomó a los benimerines africanos en 1292 con la colaboración de aragoneses y granadinos. Una vez en su poder, no cumplió su compromiso de entregarla a Granada, por lo que nazaríes y marroquíes intentaron volver a conquistarla, aunque sin éxito. Como se puede apreciar, los distintos reinos no tenían excesivos miramientos a la hora de alinearse con unos u otros siempre que la situación así lo aconsejase. Como ejemplo de las arbitrarias alianzas que se establecían en estos años, en busca tan solo del beneficio particular de cada reino, apuntemos un detalle en relación a lo acaecido tras la batalla de Alarcos: Castilla y León habían retornado a ser reinos independientes en 1157 (tras su unión en 1037). Alfonso VIII el Bueno, rey de Castilla (1158-1214), se enfrentó al avance almohade en Alarcos, cerca de Calatrava, en el verano de 1195, según hemos señalado antes. El resultado de la batalla habría de resultar desastroso para los castellanos. Inmediatamente después, Alfonso IX de León (1188-1230) pactó una alianza con el califa victorioso Abu Yusuf Ya'qub al-Mansur, más conocido como Yusuf II. El leonés estaba molesto con el rey de Castilla porque este no esperó a la llegada de sus tropas y las de Sancho VII de Navarra, propiciando el triunfo almohade y su control del territorio hasta el tajo durante 17 años.
Retornando al desarrollo de los acontecimientos que nos interesan, Muhammad III de Granada conquistó Ceuta a los benimerines en 1306, obteniendo así el control del Estrecho. Como consecuencia, los cristianos se unen esta vez al imperio magrebí para arrebatar Algeciras al sultán granadino. Los esfuerzos del monarca castellano Fernando IV (1295-1312) resultaron infructuosos, aunque sí triunfó en la toma de Gibraltar de 1309, que permaneció en manos castellanas solo hasta 1333.
La cuestión del Estrecho quedaría solucionada durante el reinado de Alfonso XI (1312-1350), el Rey Justiciero, a decir de las crónicas. Por entonces, castellanos y portugueses infligieron una importante derrota a los benimerines en la batalla del Salado (30 de octubre de 1340), en las cercanías de Tarifa. Dos años después, se puso cerco a la Algeciras meriní, que logró resistir un duro asedio durante veinte meses. El 25 de marzo de 1344, finalmente, las huestes cristianas consiguieron entrar en Algeciras, punto y final de esta página de la historia y del conflicto marítimo librado en aguas del Estrecho.
A mediados del siglo XIV, pues, de las ciudades del extremo meridional andaluz solo quedaba Gibraltar en manos islámicas, tomada por Mohammad V de Granada a los benimerines y, finalmente, conquistada por Castilla en 1462.
Creación de la diócesis de Algeciras. Abril de 1344
Los años inmediatamente posteriores a la toma por parte de Castilla de las distintas fortalezas del actual Campo de Gibraltar dotaron a todas ellas de un elemento común: el carácter de plazas fuertes fronterizas, punta de lanza de los asaltos cristianos sobre el reino de Granada. La repoblación en sus territorios resultó, inicialmente, muy difícil. Las dificultades internas del reino de Castilla, así como la inexistencia de excedentes poblacionales, impedían el poder destinar nuevos habitantes para estas zonas recién conquistadas. De ahí se deriva el hecho de que, sin excepción, todas estas ciudades fueron, durante años, simples enclaves militares avanzados sobre territorio enemigo, siempre expuestos a las razias musulmanas.
De esta circunstancia se deriva el tema esencial de este artículo: la instalación de una sede episcopal en Algeciras a instancia de Alfonso XI, su conquistador. Con esta ciudad y la de Tarifa en sus manos, al Rey Justiciero solo le restaba conquistar la plaza de Gibraltar para asegurarse el dominio del Estrecho. Antes de intentar la toma del Peñón, que habría de ser su último hecho de armas, optó por consolidar su nueva posición. Para lograr ese objetivo decidió poner en práctica el mismo procedimiento que en su día aplicara el Rey Sabio tras la conquista de Cádiz: dotarla de un obispado como la mejor garantía de darle importancia, no solo militar, a la plaza. El 21 de agosto de 1263, la bula Excelsum fecit in, de Urbano IV, daba respuesta a la petición de Alfonso X sobre la restauración de la antigua diócesis visigótica de Asido en Cádiz, con sede en la, desde entonces, catedral de la Santa Cruz (Archivo Catedralicio de Cádiz, documentos catalogados en P. Antón Solé y M. Ravina Martín. Catálogo de Documentos Medievales del Archivo Catedralicio de Cádiz, 1263-1525. Cádiz, 1975. Doc. nº 1). También se decidió fijar allí su sepultura, si bien el rey habría de ser enterrado en Murcia y, posteriormente, trasladado a Sevilla, donde yace en la actualidad. Esta restauración-traslación de la diócesis asidonense encontró en el arzobispo de Sevilla, don Remondo, una radical oposición. A partir de entonces, un pleito enfrentaría a las sedes gaditana y sevillana debido a cuestiones de demarcación territorial, como explica fray Jerónimo de la Concepción (Emporio de El Orbe, 1690, p. 515).
A su vez, ese hecho habría de actuar como elemento de atracción poblacional, fomentando la llegada de nuevos habitantes a las tierras fronterizas recién conquistadas. Tal procedimiento había sido ya aplicado en otras empresas de la Reconquista, como en Ciudad Rodrigo. Era, además, una fórmula adecuada para resaltar la memoria de la toma de Algeciras, considerado por su crónica como "uno de los mayores hechos de armas del rey Alfonso XI".
Agustin de Horozco, en su Historia de la ciudad de Cádiz (Cádiz, 1846, p. 225), señala que Alfonso XI “ganó las Algeciras, que pareciendole averle costado mucho, i que a la reputacion suya i del reyno convenía sustentarla para la conquista del reyno de Granada, i que para su mejor población seria negocio muy importante poner en ellas la silla obispal de Cádiz, determinó se transfiriese allí".
El Papa Clemente VI había apoyado económicamente la empresa de Algeciras (L. Serrano. Alfonso XI y el papa Clemente VI durante el cerco de Algeciras. Escuela Española de Arqueología e Historia. Roma, 1914, pp. 6 y 13-14) y celebró en Avignon la victoria de Alfonso XI. Así quedó recogido en el texto de la bula Respersit rore gaudiorum, que cita Demetrio Mansilla en su obra Creación de los obispados de Cádiz y Algeciras (Reg. Vat. 138, ff. 149v-150, n° 155, en la p. 266 de la obra citada).
En consecuencia, cuando el rey solicitó del Papa la elevación de rango de la nueva iglesia algecireña, encontró el terreno abonado y la obtuvo con gran facilidad. El 30 de abril de 1344, Clemente VI firmó en Aviñón, la ciudad de Ródano, la bula Gaudemus et exultamus, por la que erigía la nueva diócesis con el nombre de Gadicensis et Insulae Viridis, es decir, “de Cádiz y de la Isla Verde”. Como ya estaba hasta ese momento la de Cádiz, el nuevo obispado había de quedar sometido a la metrópoli de Sevilla.
La bula original por la que Clemente VI erigía la diócesis de Algeciras (30 de abril de 1344), previa unión canónica de las iglesias algecireña y gaditana, desapareció presumiblemente durante el saqueo inglés de Cádiz de 1596. Sin embargo, y de manera extraordinaria, existe otra de Clemente VII, fechada el 22 de septiembre de 1380 (Avinione X Kalendas octobris. Pontificatus nostri anno tertio), que da traslado de la anterior, confirmándola. Es el documento 16 registrado en el Archivo de la Catedral de Cádiz de la obra antes citada de Pablo Antón Solé y Manuel Ravina Martín. Como nota curiosa, reseñaremos que Clemente VII fue elegido por los cardenales que se oponían a Urbano VI, convirtiéndose así en el primer antipapa del Cisma Occidental.
También en el Archivo Catedralicio de Cádiz existe otro traslado, una copia certificada, por el notario Bartholomeus Martini, de la bula de Clemente VII.
En carta de julio 1344, Clemente VI también había accedido a que la iglesia de Santa María de la Palma fuese elevada a catedral, según consta en los Annales Ecclesiastici a Christo nato ad annum 1198 ("Respersit rore gaudiorum", Reg. Vat. 138, ff. 149v-150, n° 155 de la edición de Rainaldo, d. a. 1344, n° 52).
Existe un excelente estudio de Luis Charlo Brea y Mª Belén Piqueras García, de 2007, titulado “Bulas fundacionales de la diócesis de Cádiz (III). La creación de la diócesis de Algeciras” (Historia. Instituciones. Documentos, Vol. 34. Universidad de Sevilla, pp. 57-76), que aporta información interesante y posterior a la publicación de m artículo original en Almoraima. Para estos autores, la bula que traslada Clemente VII, “es un claro ejemplo de ‘Bula menor’ del tipo ‘litterae solemnes’, clase de diploma que tras los privilegios era el más importante de la Cancillería, utilizado para asuntos relevantes a partir de Inocencio IV (1243-1254)”.
De este estudio se desprende una certificación relevante: que la bula original de Clemente VI sí fue registrada en su momento en el archivo gaditano, dato que aparece referido en una de las anotaciones del traslado de Clemente VII, que señala cómo el original inserto fue comparado con el registrado.
La bula original de Clemente VII, está realizada en pergamino, siguiendo la pauta acostumbrada, de buena calidad y de gran dimensión: 490 x 670 mm, por lo que reproducimos la intitulación en dos imágenes complementarias entre sí.
Al finalizar todo este estudio, y a modo de anexo, publicaremos el texto en castellano de la bula de Clemente VI, según la copia que de la misma se contiene en la copia del antipapa Clemente VII.
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