El puerto desde el cerco de Alfonso XI hasta su reconquista por los nazaríes (1342-1369)

EL PUERTO DE ALGECIRAS A TRAVÉS DE LA HISTORIA

Después de 20 meses de asedio, los musulmanes abandonaron Algeciras el 26 de marzo de 1344

El rey de Castilla repartió los bienes abandonados entre quienes propiciaron la conquista

Coracha o muro marítimo edificado para defensa del puerto de Algeciras medieval (Fotografía realizada en el año 1908).
Coracha o muro marítimo edificado para defensa del puerto de Algeciras medieval (Fotografía realizada en el año 1908).

Durante los veinte meses que duró el cerco de Algeciras (desde principios de agosto de 1342 a finales de marzo de 1344), el que había sido un activo puerto mercantil, de pesca y de pasaje en los últimos dos siglos, estuvo sometido a un férreo bloqueo establecido por las escuadras coaligadas castellana, aragonesa y genovesa, al mando del almirante de Castilla, Egidio Bocanegra, con un cerco marítimo entre la Isla Verde y las conocidas playas de Los Ladrillos y del Saladillo. Sin embargo, el extenso frente litoral de la ciudad no era fácil de vigilar, sobre todo durante la noche. La Crónica de Alfonso XI refiere cómo, hasta en los meses previos a la rendición, el patrón de una zabra, llamado Micrés, lograba burlar la vigilancia de las naves y galeras cristianas y meter, aprovechando el cielo nocturno encapotado o la luna nueva, vituallas y armas a los sitiados desde la cercana ciudad de Gibraltar.

Tinaja valenciana hallada en aguas de la bahía (Museo Municipal de Algeciras).
Tinaja valenciana hallada en aguas de la bahía (Museo Municipal de Algeciras).

Pero, a pesar de esos vanos intentos de resistencia, el gobernador musulmán de Algeciras, Muhammad ben al-Abbás, se vio obligado a capitular y entregó la ciudad a los castellanos, firmándose el llamado Tratado de Algeciras el día 26 de marzo del año 1344. Dos días después, el rey de Castilla, acompañado de los miembros de la nobleza, del alto clero que había participado en el cerco y de los cruzados que aún permanecían en el campamento cristiano, entró triunfalmente en la ciudad. Como recoge la Crónica castellana, una de las primeras acciones de los conquistadores fue consagrar la antigua mezquita aljama como iglesia bajo la advocación de Santa María de la Palma. Otra fue proceder al repartimiento de los bienes abandonados por los musulmanes entre los poderosos personajes que habían participado en el cerco y conquista de Algeciras. Sabemos que recibieron propiedades en la ciudad la amante del rey, doña Leonor de Guzmán, y sus hijos, el obispo de Cádiz, los caballeros de la Orden de Santiago, las órdenes religiosas de los Mercedarios y los Trinitarios y algunos mercaderes judíos y catalanes como pago por los préstamos aportados al rey durante el asedio.

Miniatura del rey Alfonso XI de Castilla y León en el 'Libro de la Montería' (1346).
Miniatura del rey Alfonso XI de Castilla y León en el 'Libro de la Montería' (1346).

Por desgracia, no se ha podido localizar el Libro del Repartimiento de Algeciras, sin duda perdido en los aciagos días de la toma de la ciudad por el sultán Muhammad V en octubre de 1369 y la precipitada huida de su Concejo municipal. Una de las medidas que, pensaba el rey Alfonso XI, iba a servir para consolidar el repoblamiento del enclave y atraer mercaderes al puerto de Algeciras y devolverle su antiguo esplendor, fue la donación de uno de los alcázares de la ciudad a su Almirante Mayor, el genovés Egidio Bocanegra. Con esta y otras donaciones, el rey de Castilla aspiraba a vincular los intereses de la nobleza con la ciudad recién conquistada con el fin de facilitar su repoblación y asegurar su defensa. En el caso de don Egidio, el rey debió tener un especial interés en otorgarle bienes raíces en Algeciras, dado el destacado papel que la escuadra castellana habría de desempeñar en el abastecimiento y defensa marítima de la ciudad y la atracción, que tan destacado personaje genovés, representaría para que acudieran a su puerto mercaderes y comerciantes de la Señoría de Génova.

En los días que siguieron a la conquista, el rey de Castilla nombró como gobernador a un noble caballero jerezano apellidado Barroso, y creó un Concejo municipal constituido por catorce “hombres buenos” o regidores. Una de la funciones de este Concejo, en relación con el puerto, era tener la obligación que mantener en las atarazanas, siempre preparadas, dos galeras para que se unieran a la flota real en Santa María del Puerto o Cartagena cuando el rey de Castilla lo ordenara. Para lograr el buen gobierno y la administración de la ciudad, otorgó a sus autoridades una serie de normas legales en el año 1345, refundidas en el conocido como Ordenamiento de Algeciras, que venían a reforzar la autoridad del Concejo y la capacidad de defensa de una ciudad tan próxima a los nazaríes y a los meriníes de Gibraltar, Ceuta y Tánger.

Maqueta de una nave castellana de los siglos XIII-XIV.
Maqueta de una nave castellana de los siglos XIII-XIV. / museo municipal de algeciras

A pesar de las dificultades iniciales debido a la escasez de repobladores, a la posible amenaza de los musulmanes de una u otra orilla -aunque se hubieran firmado treguas y paces- y, sobre todo, a la desaparición de los profesionales en las labores de construcción naval que durante siglos habían trabajado en las atarazanas, una vez conquistada la plaza por los castellanos, el puerto de Algeciras volvió pronto a reactivarse, dotándose a los arsenales de especialistas en la construcción naval: carpinteros de ribera, calafates, cordeleros, herreros, etc., que se encargaban de reparar las galeras de guerras y, sin duda, de construir los barcos de pesca y de comercio que iban a necesitar los nuevos habitantes de la ciudad. Sin olvidar la importancia que tenía, para la construcción naval, el aporte de madera que, en el caso de los arsenales algecireños, no sería un problema, pues había en los entornos abundancia de bosques de alcornoques y quejigos.

Por regla general, debido a la importancia económica y, sobre todo, militar que tenían para las ciudades portuarias los arsenales, los profesionales que trabajaban en ellos disfrutaban del llamado estatuto de “francos”. Es decir, que gozaban de ciertos privilegios y exenciones de impuestos si se dedicaban a labores relacionadas con la construcción naval o la reparación de las galeras de guerra. De esos privilegios no debieron estar exentos los profesionales que trabajaban en las atarazanas del puerto de Algeciras. Por su situación estratégica, en pleno Estrecho y próximos al peligro musulmán, los especialistas en carpintería de ribera, los calafates y los demás profesionales que se dedicaban a estos trabajos portuarios, debían estar reacios a trasladarse a Algeciras para desarrollar sus oficios si no eran retribuidos de una manera que hiciera atractivo dicho traslado a tan expuesta ciudad fronteriza.

Traslado del privilegio dado en Sevilla el 25 de mayo de 1344 por el que Alfonso XI otorga a su almirante, don Egidio Bocanegra, la propiedad del llamado Alcázar de Manifle en Algeciras (Real Academia de la Historia, Colección Salazar).
Traslado del privilegio dado en Sevilla el 25 de mayo de 1344 por el que Alfonso XI otorga a su almirante, don Egidio Bocanegra, la propiedad del llamado Alcázar de Manifle en Algeciras (Real Academia de la Historia, Colección Salazar).

Existen numerosas referencias en documentos de la época que aseguran que las viejas atarazanas musulmanas estaban ya en funcionamiento pocos meses después de ser tomada la ciudad por los castellanos, construyéndose embarcaciones y reparándose las que habían sido dañadas durante el cerco, al margen de la obligación que tenía el Concejo municipal de adobar y mantener siempre preparadas las dos galeras para la flota del rey, como se ha dicho. Una vez desaparecido el rey Alfonso XI, cuando halló la muerte a causa de la Peste Negra ante los muros de Gibraltar en 1350, su hijo el rey Pedro I se ocupó de atender las necesidades navales de Algeciras, ciudad amenazada por los musulmanes de la otra orilla mientras que él estaba, en el norte de la Península, enzarzado en el conflicto que mantenía con su hermanastro Enrique de Trastámara.

Sabemos, por un documento de 1360, que, en ese año, era alcaide de las atarazanas de Algeciras don Martín Yáñez de Aponte, señor de Chiclana, que también era responsable de otras atarazanas del litoral gaditano. Cinco años más tarde estaba a cargo de los arsenales algecireños un tal Ruy García, oficial de confianza del rey Pedro I. Este monarca debió poner un especial interés en ampliar y reforzar las atarazanas, pues, según la Crónica de este rey, al principio de su reinado las autoridades algecireñas se habían puesto del lado de su hermano el Conde de Trastámara, teniendo el legítimo monarca que enviar una flota al puerto de Algeciras para que tomara la ciudad y destituyera a su gobernador.

Casco de guerra de los siglos XIII o XIV recuperado de la ensenada de Getares.
Casco de guerra de los siglos XIII o XIV recuperado de la ensenada de Getares. / Museo Municipal de Algeciras

Tras la reconquista de la ciudad por los musulmanes granadinos en 1369 es posible que los arsenales volvieran a ser utilizados por los nazaríes como base para su escuadra, aunque no existen referencias que lo certifiquen. Lo cierto es que el viejo edificio sería destruido con el resto de la ciudad por orden del sultán Muhammad V en torno al año 1379 y el canal de acceso al puerto interior cegado en opinión del historiador Ortiz de Zúñiga. En el próximo capítulo se tratará de la intensa actividad mercantil que se desarrolló en el puerto de la Algeciras cristiana entre los años 1344 y 1369.

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