El incivismo conquista las playas
Aunque la temporada no ha dado comienzo, la gente acude al litoral y deja colillas y pipas a su pasol soluciones El "cucurucho" es el mejor invento para que los fumadores depositen en él las colillas y la playa luzca más limpia

La temporada de playas ha dado comienzo pese a quien pese. Parece que el Campo de Gibraltar -que quiere explotar su imagen turística- se vuelve a dormir en los laureles y cuando la gente pisa las playas se encuentra las cosas o a medio hacer o sin hacer.
Dejando a un lado que los ayuntamientos hagan sus deberes a tiempo o se escondan en ese parapeto que dice que la temporada de playas comienza tal día del mes de junio, los campogibraltareños realizan su particular éxodo que exige el buen tiempo. La temporada de playa se inicia cuando lo dice el sol, no el calendario. Así, el pasado jueves festivo, 1 de mayo, la costa de la comarca recibió a la marabunta.
Las colillas empezaron a hacer mella ese mismo día en la arena y las pipas hicieron su presentación. El Ayuntamiento de La Línea puso en marcha hace unos años unos ceniceros en forma de cucurucho, de color azul con la insignia linense, para depositar las colillas. El invento fue bien acogido, pero sólo por la gente que cuida las playas. Después ha habido chiringuitos que han imitado esta medida y que cosechó éxitos en Tarifa, cuya arena es más delicada que otras.
Se trata de un recipiente de plástico con forma de cucurucho, dotado de su correspondiente tapadera. Está ideado, tanto para sostenerlo en las manos, mientras se fuma como para clavarlo en la arena. Su uso además es diverso, aunque su función principal es la de servir como cenicero, también puede utilizarse para depositar pipas o chicles. Una vez usado puede cerrarse y tras tirar su contenido a una papelera, puede volver a utilizarse.
No hay que imaginar mucho para pensar como estará la arena un día antes del inicio oficial si hasta ese momento no ha pasado ni una máquina de limpieza. En Portugal, sin ir más lejos, hay playas que reparten latas pintadas a mano que deben cogerse para bajar a la playa. Cuando uno se marcha debe volcar su contenido en un bidón y la devuelve para que la puedan utilizar otros. El reciclaje, en estado puro.
Pero volviendo a la comarca, no hay postal mejor para los turistas que la visitan que ver a una familia comiendo pipas y que no las tiran a una bolsa. El incivismo que crece con velocidad en la sociedad de la que todos formamos parte, también está en las playas. Pero en ellas, las vergüenzas quizás sean más visibles. Un año más, un verano más.
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