El reconocimiento de Israel y el Sahara frenan el apoyo de los marroquíes de Algeciras a Palestina
Guerra
Tímido respaldo de la población marroquí de Algeciras a las víctimas civiles de Gaza
Temor a que las predicaciones incendiarias y las imágenes de las víctimas activen a “terroristas durmientes”
Rabat, Tánger, Fez o Marrakech han acogido estos últimos días manifestaciones ciudadanas en favor del pueblo Palestino y su derecho a constituirse en nación. Algunas consignas, expresadas por los convocantes islamistas y militantes de la izquierda marroquí, apoyaban abiertamente a Hamas (“Hamas is Palestine”, podía leerse en una pancarta en Rabat).
Esta ola de protestas y sentadas, generalizadas en muchos países árabes, ha llegado también a España, aunque tímidamente: en Algeciras salieron a la calle el pasado domingo un centenar de migrantes de origen marroquí para protestar contra la ocupación israelí. Los organizadores de la marcha (celebrada junto a la estatua de Paco de Lucía) optaron por emplazar a los ciudadanos a través de mensajes de WhatsApp y Telegram con carteles anónimos en los que no figuraban logotipos ni nombres de organizaciones convocantes. Sin embargo, no es ningún secreto que la convocatoria partía de un modesto grupo de jóvenes musulmanes liderados por la activista local Amina Belfakih; a pesar de su empeño no consiguieron sacar de sus casas más que a un puñado de esos diez mil musulmanes que viven en la ciudad: nada, si se compara con los dos mil marroquíes que celebraron en la Plaza Alta el pase de su selección de fútbol a cuartos de final en el pasado Mundial.
La extrema izquierda en España, durante los últimos años, ha venido apoyando con la misma intensidad tanto el derecho de los palestinos a convertirse en una nación como el de los saharauis a expresarse en un referéndum de autodeterminación. Aunque los marroquíes encuentran “diferencias abismales” entre una causa y otra, lo cierto es que Naciones Unidas considera ambas regiones (Palestina y el Sáhara Occidental) como territorios ocupados y, en el caso concreto saharaui, “pendiente de descolonización”. Estas diferencias sobre el contencioso saharaui han enturbiado en los últimos años la cooperación entre los propalestinos españoles y los de origen marroquí. Para esos últimos la marroquinidad del Sáhara es indiscutible.
Además de este paralelismo geopolítico e histórico entre Palestina y Marruecos, el fervor marroquí en la defensa de la causa palestina también se ve frenado por la posición oficial del Reino de Marruecos que, en 2020, reconoció formalmente al Estado de Israel. Como expresa en Algeciras Najmi Bashir, “a los marroquíes no les resulta fácil posicionarse contra un rey al que veneran y reconocen como máxima autoridad religiosa”. Además, Israel reconoció este año la soberanía marroquí sobre el Sáhara: “Posicionarnos, por ello, contra Netanyahu (invitado en julio por Mohamed VI a visitar Marruecos) nos genera una considerable incomodidad”, sigue este joven traductor.
Terroristas durmientes
Durante los últimos días se ha incrementado visiblemente la vigilancia policial sobre las mezquitas del Campo de Gibraltar. Temen las autoridades que las soflamas incendiarias de los predicadores fundamentalistas transmitidas por Internet desde Oriente, así como las imágenes atroces de cadáveres de niños palestinos, viralizadas en redes sociales, pudieran activar a “potenciales terroristas durmientes”.
Aunque no han presentado estos templos islámicos campogibraltareños problemas graves de radicalización, aún resuena el caso de Yasinne Kanjaa, que frecuentó y ocasionó un incidente en la Mezquita Huda antes de asesinar al sacristán Diego Valencia, o el de Ayuob El Khazzani, fiel de la Mezquita Taqwa de El Saladillo, que protagonizó un frustrado ataque terrorista en un tren francés.
Los imames de Algeciras predican cada viernes sobre cuestiones coránicas y morales. Los fieles habituales de las mezquitas niegan que se hable en esos sermones semanales sobre política ni, mucho menos, de la yihad, la guerra santa contra el cristianismo. Los llamamientos a la ira lanzados desde púlpitos salafistas en los últimos días no han calado en la comunidad islámica de Algeciras: al término de cada oración los fieles han abandonado los templos y se han dirigido tranquilamente a sus hogares a continuar con sus rutinas. Como apunta el experto en islam José Ángel Cadelo, “los procesos de radicalización rara vez tienen lugar en las mezquitas comunes; más bien en las viviendas de los reclutadores, de forma oculta a los ojos de los musulmanes de bien, que son la inmensa mayoría”.
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