El insólito origen urbano del barrio de la Caridad (IV)
OBSERVATORIO DE LA TROCHA | NUESTRO URBANISMO HISTÓRICO
La destrucción de la ciudad inhabilitó el puerto, dando paso a más de tres siglos rurales que acabaron con asentamientos de población en el barrio de la Caridad
Una destrucción bien meditada y ejecutada
En la anterior entrega, vimos cómo el sultán de Granada Mohammed V había ocupado Algeciras con toda facilidad, gracias a estar desguarnecida militarmente a causa de la guerra civil castellana. Esto fue en 1369, pero la repoblación granadina o nazarí fracasó por diversas causas y, al abandonar los meriníes sus posesiones en España, a causa de sus problemas en África, Gibraltar pasó a manos del reino de Granada en 1374. El sultán, sin recursos para defender las dos ciudades, abandonó la extensa Algeciras y se concentró en la pequeña y enriscada Gibraltar, de fácil defensa si estaba su guarnición completa, bien aprovisionada y en estado de alerta, como se demostró en siglos posteriores.
Pero si Algeciras, aunque estuviera despoblada, conservaba su excelente puerto, era una presa valiosa que tentaba a todos, no solo a castellanos o meriníes, sino a otras potencias que posteriormente intervendrían en el Estrecho, como Portugal o alguna de las repúblicas comerciales italianas, como Génova, tan activa en la zona durante esos siglos. Para evitar este riesgo, en la total destrucción documentada en 1375, con los escombros de arrasar la ciudad se cegó el puerto, como nos dicen ciertas fuentes, y esto solo puede ser posible con efectividad en referencia al mandracho o puerto interior, situado con toda posibilidad en la actual Plaza Baja, del Mercado o de Nuestra Señora de la Palma. Con todo, cabe la posibilidad de tener que inutilizar también embarcaderos o incluso canales en la zona de vega o marismas al oeste del barrio portuario, como nos parecen indicar ciertos planos del siglo XVIII.
El impresionante cinturón de murallas que protegía ciudad y puerto fue inutilizado a conciencia con un ingenioso y efectivo método documentado en las excavaciones arqueológicas: extracción de hileras de piedras en la parte baja de torres y muros, sustituyendo hiladas enteras por gruesos tacos de madera que, al ser incendiados, desequilibraban las torres haciéndolas bascular y caer hacia adelante, generalmente manteniendo en gran parte de modo grotesco, su forma original, pero tumbado el cuerpo de la torre hacía delante, lo que demuestra por otra parte la excelencia de su construcción.
Una muralla inutilizada de esa eficaz manera, para su reconstrucción, precisaba no solo edificar de nuevo sobre las partes bajas conservadas “in situ” sino además tener que eliminar los cuerpos de las torres caídos hacia el exterior. Esto era más costoso que edificar de nueva planta, poco asumible además en una ciudad con tan extenso perímetro y con su principal valor, el puerto, totalmente inutilizado.
Desde el punto de vista militar, es lógico que en las ruinas de Algeciras quedara un destacamento como avanzada de Gibraltar y ello explica esas ruinas en el vértice de San Isidro que se detectan en los famosos planos del S.XVIII y que se interpretan como un alcázar, pero no meriní, sino iniciado en el siglo VIII cuando Abderramán I organizó allí una medina, edificando una nueva mezquita mayor. Allí, en los planos de Verboom, es visible un edificio de planta rectangular formado por dos cuadrados unidos que podrían corresponder perfectamente al sahn o patio y a la sala de oración, además con orientación Norte-Sur, propia de las primeras mezquitas españolas. Por cierto, esta es, al parecer, más antigua que la primera fase de la mezquita de Córdoba, también mandada construir por Abderramán I. En los citados planos figura como iglesia antigua arruinada y el análisis de medianeras en el plano catastral nos permite situar ese edificio, con toda exactitud, en el caserío del barrio de San Isidro. Ese conjunto de ruinas fue correctamente interpretado por Verboom como un castillo y era perfecto para que, desde allí, una parte de la guarnición nazarí o granadina vigilara las ruinas y fondeadero de Algeciras.
Más de tres siglos rurales y no tanto silencio
Pese a lo que se ha ido repitiendo mecánicamente, ese periodo de “no ciudad” no está, ni por un momento, en blanco, pues en el espacio ocupado por la ex ciudad y su territorio seguían pasando cosas, acontecimientos que se reflejan en fuentes históricas que van apareciendo poco a poco y que se pueden agrupar en tres bloques:
Actuaciones de carácter bélico
Como la recalada en Getares el año 1415 de la flota portuguesa, con fugaz desembarco del rey de Portugal para celebrar en la playa un consejo, en el cual se reafirmó la decisión de conquistar Ceuta o las batallas navales libradas frente a Algeciras en tiempos de Juan II de Castilla o los desembarcos de piratas berberiscos, también en Getares, por citar solo alguno de los hechos de armas debidos a la excepcional situación geográfica de la ciudad, aunque estuviera en ruinas.
La actividad agroganadera
Se intensificó a partir del siglo XV con la repoblación cristiana de la comarca y, sobre todo, las vegas del río de la Miel fueron intensamente cultivadas, mientras que en las ruinas de la ciudad, o cerca de ella, se asentaban varios cortijos fortificados dedicados a la explotación ganadera y de secano. En el curso del rio de la Miel había varios molinos que suministraban harina a Gibraltar. De todo ello hay constancia en las fuentes históricas que recogen numerosas transacciones de fincas, otras operaciones sobre ellas, hasta el punto de que podemos tener una idea, muy general por supuesto, de la ocupación del terreno de ciudad y entorno en base a esa documentación.
Los intentos de reconstrucción de los siglos XIV al XVII
El más antiguo corresponde a los musulmanes de África, según el historiador ceutí Correa de Franca, que nos dice: "…y queriéndola Abu Henum de nuevo establecer embió por Ceuta muchas familias para pasar a Algeciras, las que fueron cautivas por la armada naval del rey don Enrique de Castilla".
Al parecer hubo otro intento por parte de Juan II de Castilla, que en cierta negociación intentó que una de las condiciones fuera el que el reino de Granada reedificara la ciudad de Algeciras a sus expensas, lo cual no fue aceptado. Las ruinas de Algeciras estuvieron comprendidas en el territorio de Gibraltar, recuperada por los cristianos en 1462, e inmediatamente el rey Enrique IV propuso, ni más ni menos, que la reconstrucción de Algeciras, pero no era un momento favorable y la iniciativa no prosperó, como tampoco la del mismísimo Conde Duque de Olivares en 1642, cuya gran visión de estado le hizo ver la importancia que para el imperio tenía la recuperación de la histórica Algeciras, existiendo en su testamento este sorprendente deseo: "…otros cien mil ducados de renta, que aplico y quiero que se gasten en reedificar y repoblar las Algeciras, y en la fortificación necesaria para su defensa y puerto de Getares y en socorrer a los nuevos pobladores…"
Los mayores enemigos de la repoblación de Algeciras fueron, en un principio, Tarifa y Jerez, ya que habían aprovechado la confusión posterior a 1373 para apoderarse de amplias zonas del termino de Algeciras, que las reclamaría en caso de resurgir y en el caso de Gibraltar y su heredera San Roque, hubieran perdido mucho territorio si Algeciras existía de nuevo. El espíritu de Caín nunca deja de planear sobre el Estrecho…
La pre-repoblación entre 1704 y 1721
Un cambio se produce en la escena con la pérdida de Gibraltar en 1704, cuyos habitantes la abandonan casi en masa, dispersándose por Andalucia y dando origen a las poblaciones de San Roque y Los Barrios. En contra de lo que se ha venido afirmando, en las ruinas de Algeciras solo se instalan algunos grupos que se acogen a los cortijos preexistentes, por lo que refuerzan la población de estos, pero carecen de numero suficiente para formar un núcleo poblacional, ni siquiera muy modesto.
Uno de los puntos de asentamiento fue en el actual Barrio de la Caridad, concretamente en el importante Pozo del Rey, en la confluencia de la actual calle Felipe Antonio Badillo, (donde estaba el Gobierno Militar), en su confluencia con la calle Tarifa, cerca de la plaza baja o de Nuestra Señora de la Palma. Lógicamente, estos refugiados buscaban la llanura aluvial, en este último caso, en su sector del Barrio de la Caridad por la facilidad para cultivar y proporcionarse un modo de subsistencia.
También se instalaron en las inmediatas vegas del rio de la Miel, teniéndose constancia de un grupo acogido a las importantes Huertas de España, en las cercanías de la actual Plaza de España, en el popular barrio de la Bajadilla. Sin embargo, otros refugiados se pudieron sentir atraídos en el actual Barrio de la Caridad por la fachada marítimo fluvial de la planicie, o sea, la actual Avenida de la Marina, y el cauce del río de la miel, por sus facilidades para la pesca e incluso para una tímida actividad comercial en base a la exportación de los productos de la vega.
A partir de entonces, se produce, de forma poco significativa, una afluencia de personas que se van instalando en las ruinas, siguiendo el sistema que fue usado en gran escala en la verdadera repoblación entre 1721 y 1724. De ello nos da fe un mercedario, Fray Alonso Guerrero, que en junio y julio de 1714, explora las ruinas de Algeciras como operación preliminar para la instalación de la orden en la ciudad. Los mercedarios ya habían tenido convento en Algeciras hasta 1369, en la cual, tras la poco gloriosa ocupación (que no conquista) por parte de Mohamed V de Granada y en virtud de la capitulación, pueden salir con algunas posesiones e instalarse en Jerez. Precisamente en la jerezana basílica de la Merced, una imagen allí existente se considera tradicionalmente como rescatada por los frailes y llevada a Algeciras tras la tragedia de 1369. Con respecto a estos escasos repobladores que van llegando poco a poco a principios del siglo XVIII, nos dice el Padre Fray Alonso Guerrero en su informe sobre la desolada Algeciras: "A las ruinas de este sitio se han acogido hasta 50 vecinos y para la fabricación de sus habitaciones cavando la tierra, descubren solares de ladrillos y de azulejos vistosos y muchos bovedados, que dan a entender que para los pavimentos de las casas no usaban de maderas. [los habitantes de época medieval]".
Es decir, esos primeros repobladores ya habían descubierto la facilidad que suponía edificar sobre lo antiguo, no solo en cuanto a cimentación, sino al utilizar para la obtención de materiales constructivos a las mismas ruinas. Este será el modus operandi que permitió a los posteriores repobladores levantar una población prácticamente de la noche a la mañana.
El padre Fray Alonso Guerrero buscaba, en realidad, los vestigios que pudieran existir de aquel antiguo convento del siglo XIV que la orden se vio obligada a abandonar. Los mercedarios, al igual que los trinitarios, tenían una misión importantísima en aquellos difíciles tiempos, que era la de gestionar y efectuar los pagos de rescate sobre los cristianos cautivados por los moros, por eso su presencia en la Algeciras cristiana del siglo XIV y, posteriormente, en Gibraltar y Tarifa. En Algeciras, gracias al Capitán Ontañon, se levantó un convento de la Merced, pero, ya a fines del siglo XVIII, el peligro de los berberiscos había desaparecido en gran parte. El impagable testimonio de Fray Alonso Guerrero nos da una imagen de algunos monumentos medievales, identificados con toda claridad, suponemos que, en parte gracias a las tradiciones locales de los escasísimos habitantes, memoria perdida ante la avalancha de forasteros instalados a partir de 1721, como veremos. Es sorprendente la claridad y seguridad de algunas interpretaciones de Fray Alonso Guerrero: "(…) se encuentran los admirables vestigios de la antigua ciudad de Algezira, dividida en dos partes por el río de la Miel, las que llaman Villa Vieja y Villa Nueva (actual Villa Vieja) y en la primera se conservan muy altas las paredes y ruinas de su Catedral, que suponen haber sido muy suntuosa. Y se distingue el orden de las calles, perseveran las ruinas de sus muros y de dos puertas, llamadas del Mar (¿el Ojo del Muelle?) y del Ossario (¿la puerta conocida en el siglo XVIII como de Gibraltar?)!".
Se da la curiosa coincidencia, de que en ese mismo año de 1714, el cabildo de la Ciudad de Gibraltar, residente en su campo, solicitó autorización para erigir la nueva Gibraltar en las ruinas de Algeciras, ¿hubo algún contacto entre el cabildo y Fray Alonso?
Un factor inesperado vino a resolver de una vez y de forma obligada, la resurrección de Algeciras, como veremos en la próxima entrega…
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