El insólito origen urbano del Barrio de la Caridad (III)
OBSERVATORIO DE LA TROCHA- NUESTRO URBANISMO HISTÓRICO
Durante la ocupación de Algeciras en la Edad Media, el recinto ciudadano pasó por varias fases
Paleotopografía medieval en el Barrio de la Caridad
Las zonas de ocupación urbana en la repoblación, reflejadas en el plano de 1736, nos delatan, como ya hemos visto, dos grandes “vacíos”, en la llanura aluvial de la desembocadura del rio de la Miel, uno al oeste del sector estudiado y otro en la zona nordeste de la planicie. El primero corresponde a una zona pantanosa detectada por las excavaciones arqueológicas y que era inundable por las crecidas del río hasta el cubrimiento del mismo en el siglo XX, y el segundo, a la paleobahía o ensenada residual, correspondiente a la actual Plaza Baja. Teniendo en cuenta que los repobladores desechaban edificar donde no había ruinas útiles para cimentación y acopio de materiales, la disposición urbana de 1736 en ese sector nos podría dar algunas pistas, tanto sobre la topografía del lugar como sobre la expansión y fases del recinto ciudadano en la Edad Media.
Nuestra idea es que había una península en el sector Sudeste que, según las excavaciones, ya emergía en época romana y albergó una importante edificación en la alta edad media como nos dicen las excavaciones arqueológicas. El istmo, o comunicación con tierra firme, sería entre esta elevación y el piedemonte de las cuestas, siguiendo el corredor contenido entre las calles Río, A. Badillo, Emilio Santacana y el borde oeste de la Plaza Baja, corredor que conectaría con el citado piedemonte al encontrarse con la calle Panadería, actual Castelar. Ese espacio entre la Banda del río (actual Segismundo Moret) y la calle de las Huertas o Emilia de Gamir, marcaría una zona estable y segura para la edificación, limitada por otra más baja y pantanosa hacia poniente, resto de las marismas de la desembocadura, situada entre las calles Río y Alameda (Cayetano del Toro) y otra hacia levante, una ensenada residual correspondiente a la Plaza Baja, del Mercado o de Nuestra Señora de La Palma. Hacemos constar que al definir esta zona solo queremos señalar un terreno con más facilidades para la edificación desde finales de la antigüedad hasta la repoblación del siglo XVIII. La confirmación depende de futuras excavaciones y sondeos paleogeográficos.
La primera fase de ocupación espacial en la Edad Media
La desigualdad detectada, los datos arqueológicos y el análisis del trazado urbano nos permiten deducir varios elementos agrupados en un barrio portuario. En primer lugar, la citada península no solo fue apta para acoger una necrópolis romana, sino que puede corresponder a la Mesopotaminoi bizantina, recientemente descubierta tras un concienzudo análisis de ciertas fuentes históricas. La traducción de ese nombre vendría a ser “lugar entre aguas” y al llegar los invasores islámicos en el siglo VIII, esa denominación, traducida al árabe, sería al-Yazira que también significa “isla o península”, por lo tanto, este accidente sería el verdadero origen del nombre de Algeciras y no la actual Isla Verde, no denominada si hasta fines del siglo XVIII, como hemos visto en la entrega anterior. En ese lugar, el año 712, el caudillo Muza celebró una importante asamblea con los mandos de su ejército y creó un lugar de oración, la Masyid al Rayat o Mezquita de las Banderas, lo que equivalía a fundar una comunidad ciudadana o apoderarse de otra preexistente.
Esa primera Algeciras fue un puerto importante, pero tenía escasa seguridad, como se vio posteriormente. Por lo tanto, en ese mismo siglo, Abderramán I quiso disponer de una ciudad más adecuada para ser capital de la Kura o provincia de Algeciras y creó una medina, sobre todo de carácter administrativo, en un lugar más seguro y defendible, la estrecha planicie que corona, el actual barrio de San Isidro. En excavaciones allí realizadas se han constatado, por el momento, las fechas más antiguas de la ciudad medieval. Ambos núcleos se unieron y al final todo quedo englobado en el gran recinto bajomedieval que vemos en los planos del S. XVIII.
En los primeros siglos del periodo islámico de Algeciras, ese barrio portuario adquirió mucha importancia, al construir allí, en el siglo X, Abderramán III unas atarazanas, cuyo recinto era tan seguro que fue utilizado como alcázar o residencia por los reyes de la efímera taifa algecireña, ya en el siglo XI.
Aparte del posible puerto interior, es destacable una gran puerta en la calle Ojo del muelle, destruida en el siglo XX, que pudo corresponderse con la “Puerta del Mar" citada en las crónicas.
La “lectura” del plano callejero nos delata en la confluencia de la calle Tarifa con la calle Santacana lo que en urbanismo histórico se conoce como un “tridente” o confluencia de varias calles ante la puerta de un recinto fortificado. Existen muchos ejemplos de este fenómeno y las citadas calles corresponden siempre a caminos que partían de la puerta en cuestión. En nuestro caso, esas vías medievales corresponden a las actuales calles de:
Monet, posible camino continuado por calle Duque de Almodóvar hasta el rio.
Tarifa, antiguo camino a dicha ciudad que en un principio discurría entre la actual plaza del mercado y el primitivo puente del matadero.
Huertas o Emilia de Gamir, que llevaba al camino (hoy avenida de Agustín Bálsamo) entre el resto de la llanura aluvial o vegas de Algeciras y el piedemonte de la elevación hoy llamada cerro de San Isidro.
Emilio Santacana, continuada por la calle San Juan, se orientaba a las estribaciones del cerro de San Isidro, con posibles bifurcaciones hacia el norte por las calles Cristóbal Colón y Prim, esta última la de menor pendiente para salvar las cuestas si dejamos a un lado la periférica calle del Muro.
El mencionado “tridente” o punto de partida de varios caminos, nos indica la posición de la primitiva puerta de Tarifa totalmente desaparecida, al extremo de la calle Tarifa antes de su confluencia con el mercado, posiblemente a la altura de la calle A. Badillo.
Otro aspecto a tener en cuenta es el análisis morfológico sobre plantas de inmuebles en el plano catastral, pues puede delatar murallas ocultas al utilizarse como medianeras entre dos hileras de edificaciones. Este efecto se puede observar alrededor de la actual plaza del mercado al estar fortificado su antiguo puerto interior. Este era un típico “mandracho” o refugio para galeras, embarcaciones delicadas cuya estructura no soportaba el mal tiempo y necesitaban un sector sin oleaje para ser extraídas del agua y atender a su mantenimiento. Incluso precisaban ser almacenadas para pasar el invierno bajo los tinglados de las atarazanas, tras haberles desmontado la arboladura y los elementos salientes de su estructura.
El uso de galeras en la Algeciras medieval está atestiguado al ser puerto militar e incluso en la Algeciras cristiana por la obligación de proporcionar dos galeras para las necesidades de la corona. La famosa mezquita de las banderas, asaltada por los Vikingos en 859 y restaurada en parte con madera de los barcos capturados, se encontraría con seguridad en algún lugar del perímetro que hemos acotado para esta primera fase de ocupación medieval en la llanura aluvial.
La ampliación bajomedieval
Ya entre los siglos XIII y XIV, todo el sector antes mencionado quedó englobado en una gran ampliación del recinto murado, tal como queda perfectamente reflejado en la cartografía histórica del siglo XVIII. Ese gran recinto arrancaba del mar a la altura, más o menos, del actual monumento a Blas Infante en el Paseo Marítimo, continuaba hasta el sector de la llamada Puerta de Gibraltar, excavado hace unos años, ascendía por la Avenida de Blas Infante y, en su punto más alto, giraba bruscamente hacia el sur, a la altura del centro de interpretación de Paco de Lucía, siguiendo la muralla principal por el borde de toda la calle Teniente Miranda, la más larga del casco antiguo, mientras que el borde de la barrera o antemuro coincidiría con las edificaciones del secano, vía formada posiblemente al colmatar el foso con escombros de las mismas fortificaciones.
El sector correspondiente al Barrio de la Caridad se iniciaba a la altura de la calle Castelar o de las Huertas hasta la puerta de Tarifa (sur del Hospital de la Caridad) y continuaba por la Alameda Vieja o Cayetano del Toro para sufrir otra fuerte inflexión a la altura de la Capilla de la Alameda y continuar en línea recta por la Banda del río (Segismundo Moret) hasta la esquina de esta con la marina. Allí también cambiaba bruscamente en dirección al norte, para, más al norte del Ojo del Muelle (límite del Barrio de la Caridad), seguir el acantilado que dominaba el Paseo Marítimo hasta el punto de partida antes mencionado. El tramo de la banda del río era recto, pero mucho más sencillo que los anteriores, mientras que el que seguía el paseo era muy irregular al adaptarse al coronamiento del citado acantilado.
Ese gran recinto presenta en los planos una total uniformidad con trazado firme y decidido, buscando las líneas rectas, lo que indica que fue diseñado y realizado “de una vez”, sin titubeos ni cambios apreciables. Ello indica un poder fuerte propio de los imperios africanos que invadieron la España musulmana a partir del siglo XI.
El nuevo recinto, en la zona que estamos tratando, cortó la zona pantanosa y encerró ese espacio, escasamente poblado, al oeste del núcleo antiguo. Eso es una característica propia de aquellos grandes recintos, por ejemplo los de Badajoz, Sevilla, Jerez o Tarifa. Sevilla tardó siglos en colmatar con edificaciones todo el recinto almohade. Esos vacíos obedecían a prever aumentos poblacionales, dejar espacios seguros de acampada a los ejércitos en marcha hacia el norte y a dejar zonas libres para pasto de ganado, las llamadas albacaras. Era costumbre destruir las viejas murallas encerradas por los nuevos recintos, al objeto de evitar que los combatientes abandonaran los recintos exteriores, encastillándose en los viejos a la par que al eliminar estos se disponía de más material de construcción. Esto no fue exactamente así en el débil reino de Granada, que siempre estuvo a la defensiva y se vio obligado a mantener más murallas internas para prolongar la defensa en caso de apuro.
En el actual Barrio de la Caridad se ha confirmado arqueológicamente el carácter pantanoso del espacio inmediato a los vértices del “tridente”, localizándose allí vestigios de un rasif o arrecife, término que antiguamente designaba a las calzadas o caminos empedrados y se utiliza hoy para un elemento de morfología costera. De ese punto, la posible “primera puerta de Tarifa”, además de caminos hacia el norte (actual calle Emilio Santacana) o las vegas del río de la Miel (calle de las Huertas o Emilia de Gamir), partía un camino (actuales Monet y Duque de Almodóvar) hacia el ángulo suroeste del recinto, la esquina entre la calle Alameda y calle Segismundo Moret. Allí, cerca de la actual Capilla de la Alameda, estaba el punto más cercano a la actual Villa Vieja y, por lo tanto, se situaban otra puerta y un puente ante ella que, desaparecido, fue sustituido por otro a principios del siglo XIX y en el XX por el Puente de la Conferencia, desaparecido con el del ferrocarril al desviarse el río y ser cubierto su cauce en los años setenta del siglo XX.
Mención aparte merece el camino que dio origen a la actual calle Tarifa, una de las calles más antiguas de la ciudad en unión de la del Convento (antigua Imperial y hoy oficialmente de Alfonso XI). En un principio conducía directamente al puente antiguo sobre el que se levantó posteriormente el del Matadero, sustituido por otro en 1980. Pero, al levantarse las murallas más recientes, quedó cortada esa vía, pues la nueva puerta de Tarifa se edificó unos treinta metros más al norte buscando terreno más estable y defendido de las inundaciones del río, que fueron una realidad en las calles de esa zona hasta su citado cubrimiento.
Esto fue especialmente sensible en la zona de las calles Alameda y Duque de Almodóvar, con el pequeño barrio de “Los Callejones”, entre ellas comprendido. Por lo tanto, la vía de Tarifa se vio obligada a girar en 90º hacia el norte y seguir un tramo de muralla hasta llegar a la nueva puerta de Tarifa. Esta era de las llamadas “de aparato”, pues debió tener verdadero carácter monumental, según se deduce de su planta y alguna referencia gráfica. La parte sur del Hospital de la Caridad se levantó sobre ella y se aprovecharon sus sillares para la fachada de la Capilla del Hospital, de San Antón o del Carmen, según se ha descubierto recientemente.
Mas allá, el camino conducía al puente citado, atravesando la zona de barro e inestabilidad que tanto hemos referido, aún atestiguada en un plano del siglo XVIII posterior a la conocida serie de Verboom. En él define como “tierra fangosa e intransitable en tiempos de lluvias e invierno”. Por cierto, en esos planos se representan dos elementos de difícil interpretación en relación con la actual manzana comprendida entre las calles José Santacana y Río, son estrechos y alargados, parten perpendicularmente del antiguo río y llegan en dirección norte hasta casi la altura de la plazoleta de los Caballos. La situada al oeste parece un camino entre dos tapias ¿un canal? y desemboca en un edificio. Paralelo y al este del anterior, el ambiguo método de representación puede referirse tanto a un foso como a un muro de tierra.
La destrucción de la ciudad
Algeciras estaba desguarnecida en 1369 a causa de la Guerra Civil castellana y Mohammed V de Granada fue avisado de ello por el sultán mariní de Marruecos. Este, en ese momento, sofocaba una rebelión y no podía intervenir, pero ayudó en lo que pudo al de Granada que obtuvo una facilísima victoria, pero fracasó en la repoblación de su nueva ciudad. Los mariníes terminaron abandonando sus posesiones en España y en el año 1374, el afortunado Mohammed V, se vio en posesión de Gibraltar, pequeño y fácilmente defendible. Su carencia de recursos para repoblar y defender las dos ciudades le hizo abandonar la más extensa y de más costosa defensa, Algeciras, inhabilitando sobre todo sus murallas y puerto con éxito, pues la ciudad tardó más de tres siglos en renacer. Durante años se creía que la destrucción fue ese mismo año 1369 y, según Ibn Jaldum, fue en la década entre 1369 y 1379, pero existe una fuente poco consultada que nos da la fecha exacta. Se trata de la Crónica del Arzobispo Jiménez de Rada, continuada por Gonzalo Jimenes de la Hinojosa, entre otros, y allí se nos dice en el capítulo CCLM, página 413: “1375 en ese año derribaron los moros Algezira por suelo, según esta oi día.” Escrito al margen de esta frase: “Algeciras fue toda asolada”.
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