Itinerario turístico por Algeciras (I)
Observatorio de la Trocha
Del Museo Municipal, en el antiguo Hospital de La Caridad, a la Plaza Alta, con la iglesia de La Palma y la capillita de Europa, este artículo propone una ruta para conocer algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad

En el presente artículo sugeriré unas rutas o itinerarios turísticos por nuestra ciudad. Por desgracia, Algeciras no es una ciudad monumental debido a sus condiciones socioeconómicas e históricas; no obstante, contamos con algunos lugares que merecen ser visitados. Si los algecireños no hubieran puesto todo su empeño -y lo lograron- en destruir su escaso patrimonio histórico, Algeciras mostraría otra imagen muy distinta.
Podríamos comenzar visitando el Museo Municipal, situado en el antiguo hospital de la Caridad, edificio iniciado en el siglo XVIII, en 1748, y concluido en 1768; no obstante, fue ampliado a comienzos del siglo XX; merece la pena verlo tanto por el contenido como por el continente. En él se expone una pequeña parte de los objetos hallados en las diversas excavaciones arqueológicas, que testifican el pasado de Algeciras. Quizás habría que ampliar más la exposición de restos arqueológicos, que “duermen” en los almacenes, lo cual lo haría más atractivo al visitante. El criterio minimalista a la hora de exponer es adecuado cuando hay muchísimas piezas que mostrar; pero no cuando son escasas, como el caso de Algeciras. Y en cuanto al edificio en sí, son muy destacables los patios columnados que se abren en su interior y la escalera de tipo imperial que da acceso a la segunda planta.
Tras esta visita, entraríamos en la capilla de San Antón o de la Caridad, que data de 1754, recientemente restaurada, en la que destacan su fachada de sillares y las hornacinas con frontispicios triangulares y pilastras acanaladas con capiteles de orden compuesto y el retablo de su interior, con tres calles entre columnas.
A continuación enfilaríamos la calle Cayetano del Toro, construida sobre los restos de la liza que se encontraba entre la muralla y la barbacana de las fortificaciones medievales. Esta calle nos lleva a la desacralizada capilla del Cristo de la alameda, de 1776, actual museo de la interesante colección Imágenes del Estrecho, donada por Antonio Viñas de Roa. En esta capilla hay que destacar las delicadas molduras rococós de las pechinas de su cúpula interior y el frontispicio barroco de la entrada.
Desde este museo nos dirigiríamos al edificio Pérez Villalta; pero antes de llegar a él admiraríamos el edificio Gaggero, ejemplar de la arquitectura burguesa modernista de inspiración barroca, del que lamentablemente eliminaron su torreón de la esquina en los años sesenta, y veríamos los restos de las presuntas atarazanas califales, encontrados en un solar de la avenida de la Marina y parte de los cuales fueron trasladados frente a la oficina de turismo. El edificio de Pérez Villalta encierra en su bonito interior varios simbolismos: mar (planta inferior), tierra (planta alta), aire (torre); lo masculino (Adán y el sol) frente a lo femenino (Eva y la luna), y la tragedia de la vida (Cristo) frente a su disfrute (Dionisos).
Una vez visitado este notable edificio, subiríamos por las rampas de origen medieval del Patio del Coral, cuya rehabilitación y restauración se anunció hace tiempo, y nos dirigiríamos al parque de las Acacias, unos jardines inspirados en el paisajismo británico, el cual necesita una mejora. Allí veríamos el edificio de la Mancomunidad de Municipios, ejemplo de la arquitectura inglesa, con sus pórticos de arcos de medio punto, aunque modificado muy desafortunadamente en su patio interior, al sustituir la balaustrado original por una barandilla de cristal y acero. En este mismo parque podríamos visitar una parte de los restos de la factoría de salazón romano-bizantina de Ilulia Traducta, testimonio de la más remota antigüedad de nuestra ciudad. Varias de las piletas que están a la vista restan por excavar aún. Esperemos que algún día se excaven por completo. Quedaría totalmente descartado excavar las muchas piletas que se hallan ocultas en el subsuelo del parque.
A continuación entraríamos en los amplios y hermosos jardines del Hotel Reina María Cristina, los cuales perdieron casi la mitad de su extensión hace unos cuarenta años. Admiraríamos el elegante edificio del hotel de estilo británico, que fue construido en 1901 y reconstruido y aumentado en una planta más a comienzos de los años treinta del pasado siglo. Este es otro ejemplo de los edificios de la arquitectura británica de comienzos del siglo XX, en el que destacan sus pórticos, miradores de esquina y su patio interior. Podríamos tomar un refrigerio en su terraza interior, desde la que antaño se podía acceder a la playa del Chorruelo por unas escaleras que atravesaban el paseo de la Conferencia.
Desde aquí, de haberse llevado a cabo el proyecto de excavación, recuperación y restauración de las murallas, posiblemente del origen meriní y nazarí, del lado sur de la ciudad medieval, podríamos contemplar este recinto amurallado que testimoniaría el pasado ilustre de nuestra ciudad; pero por ahora solo es un utópico proyecto de muy difícil realización.
Bajaríamos por la cuesta del paseo de la Conferencia y nos internaríamos en los terrenos de la APBA para contemplar el fuerte de la Isla Verde, que data del primer tercio del siglo XVIII, siguiendo el proyecto del marqués de Verboom, cuya total restauración posiblemente estaría concluida a finales de este año. Recorreríamos su perímetro amurallado y entraríamos en su interior donde se encuentra un faro de planta octogonal de pequeña altura construido en 1864 por D. Jaime Font. La cuestión en lo referente a su visita es si habría acceso libre o restringido a visitas guiadas, ya que se encuentra fuera de los terrenos de la ciudad.
De regreso a los terrenos de la ciudad, pasearíamos por el elegante paseo de la Hispanidad, contemplando sus destacadas edificaciones de diferentes épocas arquitectónicas: edificio de la APBA, de estilo vanguardista, de los años noventa; Comandancia de Marina, el antiguo edificio de las Junta del Puerto, el edificio de la Aduana, los tres de estilo inspirado en la arquitectura clásica, construidos en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, y el auditorio Millán Picazo, también vanguardista de los años noventa.
Pasaríamos por la explanada de acceso a los terrenos portuarios y nos dirigiéramos a la plaza de Ntra. Sra. de la Palma, donde podríamos admirar la impresionante construcción del mercado de abastos Ingeniero Torroja, nombre del insigne ingeniero que junto al arquitecto Sánchez Arcas, diseñó uno de los más notables ejemplos de la arquitectura racionalista de los años treinta del pasado siglo. Es destacable su amplia cúpula de casi cincuenta metros de diámetro sostenida sobre ocho pilares, que da lugar a un octógono, y contemplaríamos su gran claraboya central. Esta cúpula fue la de mayor diámetro del mundo durante varias décadas, hasta la construcción en los años sesenta de un edificio en Estados Unidos, cuya cúpula lo superaba.
Ascenderíamos por la cuesta de la calle Real, oficialmente Cánovas del Castillo, una de las más antiguas del casco histórico de Algeciras; por desgracia, ha perdido todas sus edificaciones tradicionales. En esta calle se hallaron en los años sesenta, al derribarse un edificio, restos de urnas cinerarias y lacrimatorios de un cementerio romano.
Así llegaríamos a la plaza Alta, centro neurálgico del casco antiguo de la ciudad. En ella admiraríamos todo el conjunto de fuente, bancos y balaustradas de cerámica vidriada policromada, cuyo origen se halla en 1930, bajo el mandato del alcalde Morilla, aunque muchas de sus piezas y elementos originales han sido sustituidos por otros de nueva factura.
Siendo alcalde Valdés, la balaustrada original deteriorada fue sustituida por una barandilla de hierro sobre un zócalo revestido de azulejos. El alcalde Patricio González hizo instalar una réplica de la original. Antes estaba adornada por palmeras de la especie canariensis; pero el escarabajo picudo acabó con ellas. La plaza original fue diseñada por el Gral. Castaños a principios del siglo XIX en la explanada que el Marqués de Verboom cartografió en sus planos de los años 1724 y 1736. No queda ningún resto de la estructura primitiva.
En esta plaza visitaríamos la capilla de Ntra. Sra. de Europa, de 1769, construida sobre los restos de una ermita del siglo XVII, en la que destacamos su fachada de piedra de dos cuerpos: el inferior de estilo barroco y el superior de un estilo más clásico, y en el interior la preciosa cúpula de media naranja decorada con pinturas alusivas a los doce apóstoles y con las pechinas decoradas con medallones con las imágenes de los cuatro evangelistas, asimismo admiraríamos el magnífico techo del camarín de la Virgen, con molduras rococós que imitan un palio.
El otro edificio religioso que visitaríamos sería la iglesia de Ntra. Sra. de la Palma, la catedral “de iure” de nuestra ciudad. Comenzó su construcción en 1723 y se concluyó definitivamente a finales del siglo XVIII, entre 1793 y 1795. Este templo presenta un aspecto totalmente desornamentado después del salvaje saqueo sufrido en 1931 y las desafortunadas reformas de 1964- 1965 y 1998-1999.
En ella hay que destacar la capilla del Sagrario, con su retablo dorado de estilo neogótico y la espléndida cúpula policromada en tonos verdes, ocres y blancos. Subiríamos por la empinada y estrecha escalera de caracol, sin pasamanos, de su torre campanario para admirar la maquinaria del reloj monumental del siglo XVIII y luego, en el último piso, las campanas. Desde esta parte se contempla una bonita vista de la plaza Alta y su entorno.
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