Un jardín de estilo francés: el parque de María Cristina
OBSERVATORIO DE LA TROCHA | NUESTROS JARDINES HISTÓRICOS
A lo largo de sus casi 200 años de existencia, el parque ha sufrido diversas modificaciones que han desvirtuado su estilo y estructura primitivas
Algeciras/El parque de María Cristina se ubica entre las avenidas de Blas Infante, de Capitán Ontañón y la calle Ramón y Cajal. Su lado de poniente se halla cerrado por los edificios de la avenida de las Fuerzas Armadas. Estos jardines, hasta principios de la década de 1960, estaban al final del centro urbano, pues tras ellos se extendía un enorme descampado que llegaba prácticamente hasta la actual barriada de la Granja. Cuando la ciudad comienza a expandirse hacia el norte hace unos sesenta años, primero con la barriada de Sierras de España y una década más tarde, con la de la Reconquista, el parque va quedando ya en pleno casco urbano de la ciudad. Al oeste se encontraba la alameda que conducía a la desaparecida plaza de toros, La Perseverancia. Fue el único parque público con el que contaba Algeciras hasta que en el año 1976 se inaugura el de Las Acacias, en la Villa Vieja, junto a los jardines del Hotel Reina Cristina, en la calle San Nicolás. Por tal motivo, los algecireños siempre nos referíamos al parque, sin especificar cuál, obviamente. Era el parque de Algeciras por antonomasia.
Tiene forma casi rectangular y en su origen tomó como modelo los jardines de estilo francés. Lo atraviesa un gran paseo central, cortado por una rotonda en el medio; paralelos, perpendiculares y radiales a este paseo discurren otros, lo que da lugar a diferentes parterres ajardinados y arbolados. La rotonda del centro está rodeada por unos grandes bancos corridos de forma semicircular, revestidos de azulejos de cerámica vidriada, que originalmente eran de color azul, aunque en una reconstrucción de 1992 se cambiaron a color verde. Este parque, a lo largo de sus casi doscientos años de existencia, ha sufrido diversas modificaciones que han desvirtuado su estilo y estructura primitivas. Se encuentra inscrito en el Catálogo del Patrimonio Histórico Andaluz, como jardín de interés cultural de la provincia.
Su origen data del año 1834, cuando por iniciativa del general Canterac, a la sazón Gobernador Militar de la Comarca, se trazaron unos jardines en la zona conocida como El Calvario, actual avenida de Blas Infante, por haber sido un antiguo cortijo de este nombre, al norte de la ciudad, próxima al Fuerte de Santiago. Estos jardines recibieron el nombre de Paseo de María Cristina, en honor a la Reina Regente, María Cristina de Borbón, madre de la futura reina Isabel II, conocida también como la Reina Gobernadora. Los terrenos se adquirieron a don Agustín Bálsamo y luego, una vez parcelados para jardines, fueron vendidos a particulares con la condición de que no edificaran en ellos y solo lo usaran con finalidad recreativa y de paseo. Este parque obedecía a los postulados de la Ilustración, movimiento cultural y político del siglo XVIII, que pretendía embellecer los extramuros de las ciudades con paseos ajardinados para el disfrute de la población.
Con el paso del tiempo se fueron incumpliendo aquellas disposiciones que impedían construir, de tal manera que el Ayuntamiento decidió en 1889 comenzar la expropiación forzosa de las parcelas; en 1929 se habían concluido estas expropiaciones. Nace así el actual parque de María Cristina, uno de los lugares más emblemáticos de nuestra ciudad. Por causalidades de la historia, la madre de Alfonso XIII se llamaba también María Cristina, pero de Habsburgo. Es en aquel año cuando se llevó a cabo su cerramiento con verjas sobre un murete revestido de ladrillo visto en el lado que da a la avenida Canalejas, actual avenida Blas Infante. Por el lado este, paralelo a la avenida Capitán Ontañón, se levantó un muro con pilastras de ladrillo visto coronadas por piñas de cerámica de color azul y con tejadillo de tejas vidriadas del mismo color de forma alabeada. En la última reforma efectuada a principios de este siglo se demolió, quedando solo unos lienzos en la esquina con la calle Ramón y Cajal, y en su lugar se instaló un cerramiento de rejas, lo cual da mayor vistosidad a la avenida, ya que se puede contemplar, mientras se pasea, toda la variada vegetación que crece en él.
También en aquel año de 1929 se construyó una escalinata en su lado oeste, donde hoy comienza la avenida de las Fuerzas Armadas, la cual daba acceso al paseo de la feria. Por este ángulo noroeste, en 1881 se edificó un edifico de madera de un estilo que vagamente recordaba al neogótico, para ser utilizado como teatro, el conocido Teatro de Variedades, el cual se quemó en 1912.
Será en 1930 cuando el parque experimenta un gran cambio que lo embellece mucho más. En este año se construyeron los antes mencionados bancos corridos de la rotonda central con revestimiento de azulejos de Triana, al igual que los de la Plaza Alta. También los zócalos de los parterres se adornaron con azulejos vidriados en los que se combinan los colores azul y blanco, en forma ajedrezada. En su paseo y rotonda centrales se instalaron las farolas que adornaban la Plaza Alta. Se colocaron sobre una base poliédrica, alrededor de la cual discurría un banco; todo el conjunto cubierto de azulejos vidriados. Estas farolas desaparecieron a comienzos de los años sesenta.
Al proclamarse la II República en 1931, se cambia el nombre del parque, que dejaría de llamarse María Cristina, como era obvio, y se le nombrará Fermín y Galán y García Hernández, en honor de los militares golpistas contra la Monarquía de Alfonso XIII, en Jaca. Después de la Guerra Civil recobrará su primitivo título.
En los años cincuenta se instalan los bancos de piedra que antes se hallaban en la alameda que conducía a la antes mencionada plaza de toros La Perseverancia. Estos bancos desaparecieron en sucesivas reformas. Será en la década de 1950 cuando el parque sufrirá una de sus peores transformaciones, pues pierde casi un tercio de su superficie, en su lado oeste, para la construcción de la actual avenida de las Fuerzas Armadas. Esta reducción hizo que dejara de ser un recinto simétrico. Pero lo peor estaría aún por llegar, pues siendo alcalde de la ciudad López Correa, el Ayuntamiento decidió vender el parque, con el fin de construir varios bloques de pisos. Afortunadamente pudo evitarse semejante barbaridad urbanística e histórica, que, de haberse llevado a cabo, habría privado a Algeciras de uno de sus lugares más singulares y bellos.
Recuerdo que en los años sesenta del siglo pasado, flanqueando la entrada al paseo central, se levantaban dos pedestales sobre los cuales reposaban los bustos de Goya y de Cervantes. Durante el mandato del alcalde Valdés Escuín, entre 1969 y 1971, se volvió a modificar: Se sustituyó el asfaltado de sus caminos por zahorra o albero y se le dotó de iluminación nocturna y de música ambiental, lo que permitía ser frecuentado en las noches de verano. Durante varios años, en su rotonda central se levantaba un escenario para la celebración de eventos musicales o teatrales, enmarcados en los Festivales de España. Tras desaparecer estos eventos, continuó utilizándose en los años ochenta para numerosos conciertos. Aún hoy, en su rotonda central se levanta un gran escenario para la coronación de las reinas infantil y juvenil de nuestra Feria Real.
En la zona norte, próxima a la calle Ramón y Cajal, había un estanque de patos, una gran jaula cilíndrica para monos, que luego fue utilizada como palomar, y unas jaulas con pavos reales y conejos y otras con lobos anteriormente. Años más tarde, en estas jaulas se encerraron unos nuevos monos. Hay que tener en cuenta que hasta los años setenta no existía el parque infantil y la mitad de su superficie actual era un solar abandonado en el que se instalaban las casetas de feria de la guarnición militar, tanto de oficiales como de suboficiales. Por desgracia, desaparecieron el estanque de los patos, así como los pavos reales, que años después deambulaban sueltos.
Volvió este parque a ser modificado en 1992. Se instalaron varias estatuas, las cuales fueron destrozadas al poco tiempo. También otras estatuas han ido desapareciendo debido al vandalismo tan frecuente en nuestra ciudad. Posteriormente se eliminó la bonita pajarera que se levantaba cerca de la rotonda central. En este año se ha instalado en una pequeña rotonda una reproducción de esta pajarera, cedida por la peña La Novia del Sol. Se demolieron los zócalos de azulejos de los parterres y algún banco antiguo, y, como se ha mencionado antes, se cambiaron los azulejos de los bancos centrales, que estaban muy deteriorados.
También perdió la fuente de los caballitos, instalada en los años ochenta, que se levantaba en un camino perpendicular a la rotonda central, por su lado oeste. Una de mármol blanco y azulejos azules adorna su lado este. Esta fuente primitivamente poseía dos figuras de animales mitológicos sobre sendos pedestales, por cuyas bocas salía un chorro de agua; tras ser destrozados, fueron sustituidos por unas estatuas de perros y actualmente luce unas de focas. En su centro se yergue un surtidor de mármol blanco. Podemos ver otra fuente, que representa a un niño vertiendo agua con un cántaro, en un camino perpendicular a su paseo principal por la derecha. Por último, la fuente más antigua se halla en un sendero perpendicular al paseo central a su izquierda, cerca de la entrada. Esta fuente se encontraba ya en el primitivo parque, años después se trasladó a la parte alta de la calle Rocha, cuando se ajardinó en 1960. Posteriormente se volvió a colocar en el parque María Cristina.
También cuenta con apreciables esculturas, siendo la más antigua el busto del general Castaños, copia de 1853 del que hay en el Museo del Ejército, obra de José Piquer y Duart y que originariamente estaba instalado frente al parque en el lugar ocupado actualmente por una obra de Carlos Gómez de Avellaneda Martín, la estatua de Alfonso XI (1971) pasando el citado busto a una especie de hornacina tras los aseos o el de don Cristóbal Delgado (1997), obra de Rafael Gómez de Avellaneda Sabio, antes situado en el cruce entre las calles Regino Martínez y San Antonio, o el de Ventura Morón (1952), obra de José Román, que se hallaba en la plazuela Joaquín Ibáñez. Hasta hace unos años, en la rotonda del lado este, en la que hoy se encuentra el busto del pintor Goya (años 60), obra de Cristóbal Delgado Gómez, estaba la imagen pétrea de Nuestra Señora de la Palma.
El busto del poeta y dramaturgo García Lorca (1998), también obra de Rafael Gómez de Avellaneda que se encontraba en la intersección de la calle Alfonso XI y la avenida de Blas Infante, se trasladó a su interior y se colocó adosado a la pared de la caseta de las instalaciones eléctricas, a la entrada del parque y formando conjunto con un mural de azulejos, también en honor de Lorca y realizado en 2011 por Cristina López Vargas. No hay que olvidar el monumento a Florencia Ruíz Lara (1910), obra de Nacho Falgueras, o la mas reciente aportación, el homenaje a la concordia (2017), de Jaime Pérez Ramos.
En 1997, al descubrirse los restos de las murallas medievales de la ciudad, para dar continuidad a la avenida de Blas Infante, el parque volvió a perder un trozo de su superficie en el ángulo sureste. También se instalaron los restos de unos presuntos baños medievales hallados entre las calles Muñoz Cobos y Rocha, cuya noria- reproducción de la original- hace años que dejó de funcionar.
En conclusión, este parque a lo largo de su existencia ha sufrido diversas modificaciones, unas acertadas y otras desacertadas, que han variado en gran manera su fisonomía. Sigue; no obstante, siendo el parque por excelencia de Algeciras, al que los algecireños le tenemos un gran cariño.
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