Jorge Próspero de Verboom: 300 años del primero de sus informes para la Algeciras moderna

El ingeniero flamenco revolucionó el litoral de la bahía e impulsó la restauración urbana de una ciudad que resurgía en desorden

Verboom proyectó edificaciones y calles adaptadas a las antiguas murallas, exceptuando el cerro donde luego se erigió la barriada de San Isidro

Algeciras: Tres veces fundada (siglos I a. C. - XVIII d.C)

Retrato al óleo de Jorge Próspero de Verboom que se expone en la Sala de Banderas de la Academia de Ingenieros (Palacio del Marqués de Villafranca, Madrid).
Retrato al óleo de Jorge Próspero de Verboom que se expone en la Sala de Banderas de la Academia de Ingenieros (Palacio del Marqués de Villafranca, Madrid).

Algeciras/Jorge Próspero de Verboom se puede considerar el padre de la Algeciras moderna. Este destacado ingeniero militar había nacido en Amberes (Flandes) en el año 1665. Sucedió a su padre en el cargo que ostentaba de Ingeniero Mayor de los Países Bajos -posesión, entonces, de España-, a la muerte de este en 1692. El rey Felipe V reclamó su presencia en la Corte en 1709 y, al año siguiente, le encargó que organizara el Cuerpo de Ingenieros Militares Españoles, nombrándolo, el 13 de enero de 1710, Ingeniero General "de los Reales Ejércitos, Plazas y Fortificaciones".

Participó en la batalla de Almenar formando parte de las tropas borbónicas, en la que fue herido y hecho prisionero por los austracistas, permaneciendo preso en Viena hasta el año 1712. Tras firmarse el Tratado de Utrech, en 1713, volvió a España para reincorporarse a su puesto de Ingeniero General de los Reales Ejércitos. Entre 1721 y 1727 proyectó importantes obras de fortificación de recintos urbanos, entre ellas la mejora de las defensas de Ceuta, la construcción de las murallas de la Ciudadela de Barcelona y la erección de fuertes y baterías en el litoral de la bahía de Algeciras para hacer frente a la presencia inglesa en Gibraltar, así como la restauración urbana de Algeciras y su proyecto de fortificación a "la moderna" de la nueva ciudad, que nunca se llegó a acometer.

Verboom visitó la resurgida Algeciras, parcialmente repoblada por los emigrados españoles de la vecina Gibraltar entre 1704 y 1705, en el verano de 1721, cuando arribó al fondeadero de la Isla Verde para hacer aguada en el río de la Miel después de una visita de inspección realizada a Ceuta con el fin de preparar los planos de reformas de las defensas de la ciudad norteafricana.

Cuando fondeó frente a las ruinas medievales de la ciudad, que estaban aún emergentes en numerosos tramos, quedó impresionado por las cualidades poliorcéticas de aquellos monumentales vestigios -como dejó recogido en sus cartas e informes-. Pensó que si los ingleses habían logrado tomar la ciudad fortificada de Gibraltar y habían establecido en ella sus tropas y su armada, era necesario fundar una nueva ciudad, al otro lado de la bahía, que sirviera de contrapeso a la fortaleza gibraltareña. En una primera carta enviada al marqués de Castelar le dice que "después de la toma de Gibraltar por los ingleses, que la abandonaron todos sus vecinos, los más se fueron a establecer en la altura de San Roque, y algunos otros pobres que no tenían para fundar casas, se acogieron a los vestigios de cuevas y paredes de las ruinas de Algeciras".

Plano de la resurgida Algeciras levantado por Verboom en enero de 1724. Véanse las pocas chozas y viviendas que, sin orden urbanístico, conformaban la nueva Algeciras en esa fecha. (Archivo General de Simancas).
Plano de la resurgida Algeciras levantado por Verboom en enero de 1724. Véanse las pocas chozas y viviendas que, sin orden urbanístico, conformaban la nueva Algeciras en esa fecha. (Archivo General de Simancas).

En octubre de 1721 envió otra carta al marqués de Castelar en la que, entre otras cosas, le decía: "Están las Algeciras en un sitio, no sólo de lo más a propósito para servir de antemural contra los moros africanos, sino también de los demás enemigos que Su Majestad puede tener en Europa. Y es de forma que haciendo de él (de las Algeciras) una plaza de armas, tal que con tanta facilidad se puede establecer, juntamente con uno de los mejores puertos de todo el Mediterráneo usando de lo que la naturaleza le ha dado".

En 1724, volvió a Algeciras para preocuparse por su desarrollo urbanístico, hacer un estudio de las murallas que aún emergían y de sus posibilidades de refortificación "a la moderna" (con baluartes, fosos y antemuros). Redactó un memorial y lo envió al rey de España para que ordenara y se pusieran las bases del desarrollo ordenado de la nueva población que él propugnaba.

En otra carta remitida al mismo marqués de Castelar en agosto de 1725, después de haber realizado una visita de inspección, hace alusión al desorden con que se estaban levantando las casas sin seguir ninguna planificación ni diseño de calles y plazas. Dice Verboom lo siguiente: "Teniendo entendido lo mucho que se ha aumentado la población de las Algeciras y el ardor con que cada día va continuando la erección de edificios; y considerando yo lo importante que es que estos se coloquen y repartan con la simetría de plazas y calles que conviene a una ciudad renaciente como esta, me ha parecido inexcusable obligación de presentar a Vuestra Señoría que, habiendo a mi vuelta de Ceuta, abordado a aquella ciudad y considerando con toda atención el terreno circuido por los vestigios de su recinto, encontré un desorden tan notable en la colocación de las chozas y casas ejecutadas que, sin embargo, ser ya numeroso el vecindario, no se había formado siquiera una calle, por haber ocupado cada uno lo que le había parecido".

Plano de Algeciras levantado por Verboom en el año 1726 con su propuesta urbanística con las calles y manzanas (Archivo General de Simancas).
Plano de Algeciras levantado por Verboom en el año 1726 con su propuesta urbanística con las calles y manzanas (Archivo General de Simancas).

En lo que se refiere a las cualidades portuarias de la ciudad, en un informe que remitió al rey de España en 1726, entre otras cosas, dice: "Este puerto de halla precisamente en frente de la boca del río de la Miel, entre la dos ciudades, cubierto de todos los vientos por la disposición de la costa… Y siendo solamente el sudeste el que más le habría de combatir, parece que la naturaleza se esmeró en atravesar cinco órdenes de peñas estrechas, casi paralelas entre sí, con distancia de 20 toesas (39 metros) una de otra, donde rompen las olas y le defienden enteramente, además de un islote llamado de la Palomilla (la isla Verde). El plan del puerto es de un surgidero de lama y arena bien limpio hasta la desembocadura del río de la Miel. El fondo es considerable, pues aunque la playa es muy llana, pueden a 20 toesas de la orilla llegar los botes y lanchas, y a 40 (78 metros) hay ya más de una brasa de agua a marea alta, correspondiendo la mayor hondura al centro y parte septentrional de dicha ciudad, que es donde pueden mantenerse los navíos de alto bordo".

Más adelante este ingeniero militar, decidido a hacer de Algeciras el bastión que el reino necesitaba poseer frente al Gibraltar inglés, se quejaba de que, aunque hay casas de "porte" y "hasta una iglesia que está empezada" (iglesia de Nuestra Señora de la Palma), sus advertencias y peticiones remitidas a la superioridad para que se pusiera remedio a ese desorden no habían tenido respuesta y nada se había hecho. En un plano que había mandado trazar, en enero de 1724, se expone son gran minuciosidad el recinto defensivo medieval arruinado y el medio centenar de casas y chozas que, hasta esa fecha, se habían erigido o estaban en construcción en la ciudad (Véase la ilustración nº 2), comprobándose que, en efecto, todos los edificios se habían levantado sin seguir el más mínimo planeamiento. La mayor parte de las edificaciones se localizaba en la parte baja de la ciudad, en torno al cuartel de caballería (ocupado más tarde por la Comandancia Militar del Campo de Gibraltar y, luego, por el Gobierno Militar) y algunas viviendas ubicadas en las actuales calles Cánovas del Castillo y Alfonso XI.

De 1726 data un plano en el que se representa el proyecto de repoblación de la nueva ciudad, siguiendo una planificación de características precursoras del urbanismo neoclásico, en el que Verboom proyecta una serie de edificaciones y calles que se adaptan al marco de las antiguas murallas, exceptuando el cerro donde luego se erigió la barriada de San Isidro (en un principio denominada Matagorda). El ingeniero militar diseña una ciudad hipodámica, en cuadrícula, con manzanas cuadradas o rectangulares separadas por calles anchas que se cruzan en ángulo recto y que dejan dos grandes espacios libres o plazas: la Plaza Baja y la Plaza Alta.

Plano de la ciudad como se hallaba en el año 1736 (Archivo General de Simancas).
Plano de la ciudad como se hallaba en el año 1736 (Archivo General de Simancas).

El novedoso proyecto de Verboom se desarrolló posteriormente en la zona baja de la ciudad y en la meseta que hoy ocupa la Plaza Alta, la calle Radio Algeciras y las calles Regino Martínez, Alfonso XI y Coronel Ceballos. Aunque es muy probable que el referido proyecto se redactara lejos de Algeciras, pues su redactor parece ignorar la abrupta orografía de la zona disponiendo las calles y manzanas como si todo el solar fuera llano y no con una fuerte pendiente en la ladera que une la parte baja con la meseta donde se halla la Plaza Alta (calles General Castaños, Prim, Cánovas del Castillo, Colón y Rafael de Muro). Esta característica de la orografía de Algeciras impedía la construcción de las casas siguiendo las calles la línea recta, pues en esos lugares las edificaciones necesariamente se tenían que adaptar a las curvas de nivel y ocupar zonas aterrazadas. En la actualidad, sólo las calles que van desde la Plaza Virgen de la Palma hasta el antiguo cauce del río de la Miel y las calles Sevilla, Regino Martínez, Alfonso XI, San Antonio, Coronel Ceballos y Saenz Laguna siguen la planta que diseñó el ingeniero flamenco.

Además de la fortificación "a la moderna" y la fallida repoblación hipodámica de Algeciras, Verboom proyectó o propuso la erección de fortificaciones en el litoral de la bahía, como la Línea de Contravalación de Gibraltar, la Batería de San Antonio y los fuertes de San García y la Isla Verde. En referencia a este último, escribe en el informe que elevó al rey en el año 1725: "Del islote de que he hecho mención (la Isla Verde), que hace cabeza al puerto siendo éste el que se había de fortificar primero, porque defiende los frentes de las dos Algeciras a la parte del mar y asegura todo su puerto, además de apartar de él y de las costas vecinas los navíos enemigos".

De lo expuesto hasta ahora se puede extraer que la renacida Algeciras atrajo, desde los primeros años de su resurgimiento, la atención y el interés de las autoridades del reino (quizás debido a la cercana y amenazadora presencia del enemigo inglés) tanto por la posibilidades que presentaba de desarrollo demográfico como por sus valores militares, estratégicos y portuarios, valores de los que carecían las otras dos poblaciones surgidas en la comarca tras la pérdida de Gibraltar.

Por los relevantes méritos contraídos, Felipe V le concedió el título de marqués de Verboom en el año 1727. Este preclaro ingeniero militar, que falleció en Barcelona el 19 de enero de 1744, se ha de considerar el padre de la Algeciras moderna.

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