José Román y su exposición malagueña de 1927
Observatorio de La Trocha | Nuestros artistas
Las diversas artes que dominó como la tauromaquia, la literaria, la escultura o la caricatura, siempre las llevó a cabo de manera libre
Con varias caricaturas participó en la exposición organizada por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en Málaga en 1927
José Lino Román Corzánego (Algeciras, 1871-Madrid, 1957) fue el artista local más reconocido, dentro y fuera de nuestras fronteras, durante el primer tercio del siglo XX. Nunca ejerció como artista profesional, siempre fue un artista amateur, aficionado. Él vivía de su oficio de pericial de Aduanas, administración en la que llegó a ocupar al final de su carrera el puesto de Jefe Superior de la Administración de Aduanas en Madrid.
Las diversas artes que dominó como la tauromaquia, la literaria, la escultura o la caricatura, siempre las llevó a cabo de manera libre, por gusto, por amor al arte, en pocas palabras. Pero no vamos a desglosar toda su obra artística, de la que ustedes tienen su referencia en nuestro Museo Municipal, ahora queremos acercarnos a una de sus facetas más apasionantes, la caricatura. Con varias de ellas participó en la exposición organizada por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en Málaga en 1927 y que se han revisualizado en el vídeo Román Oculto, que el Museo Municipal ha llevado a cabo para conmemorar el día de los Museos el pasado 18 de mayo y que ustedes tienen disponible en la red.
Málaga fue su penúltimo destino profesional, llegó a ella desde Granada, donde había ejercido de inspector y había participado con notable éxito en la exposición regional del año 1920, en la que obtuvo el primer premio por el busto El Mestizo. Permaneció en Málaga hasta 1928, y de ella pasaría a Madrid, donde tuvo una primera jubilación en 1937, fue readmitido en 1939 y jubilado definitivamente en 1941. En Madrid tuvo una de sus mayores satisfacciones, fue nombrado por el Ministerio de Hacienda de la recién nacida Segunda República, vocal de la Comisión de Valoración de Objetos Artísticos.
De su nombradía en la Exposición de la Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga en 1927, en la que obtuvo una medalla de bronce, nos puede dar idea el siguiente romance que le dedicara Ricardo Taboada Steger, un autor literario local consagrado, quien en evidente tono laudatorio nos acerca al personaje y sus quehaceres, tan distintos y variados.
Semblanza
En el café de Madrid,
donde suelo tertuliar
como miembro no importante
de un círculo de amistad.
Conocí yo a un caballero
de gracia particular
que forma extraño conjunto
de andaluz y alemán.
Su pelo rubio y canoso
ya le quiere abandonar
mientras su cuerpo conserva
juvenil agilidad.
Es airosa su figura,
suelto y fino su ademán
y vive feliz la vida
siempre risueño y jovial.
Sus ojos inteligentes
quieren el mundo abarcar
en el breve recorrido
de una mirada sagaz.
Y viniendo de Quevedo
el axioma a confirmar,
pero vuelto al revés,
que es distinto y es igual,
en su cerebro se encierra,
no todo, sino algo más
de lo que se exterioriza
en su rostro perspicaz.
Es un pintor formidable
de gran emotividad,
que a sus dibujos imprime
la sensación de lo real.
Es un émulo temible
de Xaudaró y de Tovar
y hay en sus caricaturas
notoria fidelidad,
pues de una fisonomía
recoge el rasgo inicial
y la expresión de los ojos
con tan firme claridad,
que terminada la obra
es imposible dudar
y exclama quien la contempla:
Éste es "Fulano de Tal".
Pero no "sólo" se pinta
él “sólo” para pintar,
y con darle barro a mano
prueba evidente tendrás
de que si es barro la mísera
y frágil Humanidad,
también el barro nos puede
parecer carne mortal.
Halla en la literatura
difícil facilidad
y, como la mariposa
que no se quiere posar,
al alma llevan sus páginas
impresión grata y fugaz
en un voluble aleteo
de sutil amenidad.
Trabajador incansable,
cuando a visitarle vas
no es raro que le sorprendas
con los trastos de matar.
Y haciendo arte por el Arte,
desciende a la realidad
y en la prosa burocrática
logra el cotidiano pan.
De hombre tan extraordinario
la mano quise estrechar
no porque me pareciese
de anchura descomunal
sino porque siempre gusta
darse el tono de alternar
con persona de valía
de fuste y notoriedad.
Y hoy a sus méritos canto
en mi tono peculiar,
aunque con severo fondo
de noble sinceridad,
ya que, transcurrido el tiempo
que algo nos deja al pasar
me honra el llamarme su amigo,
mi amigo José Román.
Ricardo Taboada Steger, Málaga, 1927.
Si bien lo más nutrido de su participación en la exposición consistió en las caricaturas que mostró al público, acudió a ella con dos bustos y un grupo escultórico, que ya exhibiera en la exposición granadina, el busto de la gitanilla Sacromonte, el busto de Novicio y el tierno grupo escultórico en madera titulado Fin de Historia. Muestras de su buen hacer en la modelación del barro, la piedra y la madera y junto a ellos 4 dibujos de paisajes, al estilo de aguafuertes: Salobreña, El patio de la posada, Ruina del castillo y Entrada de la Aduana de la Bouza (Salamanca), reflejo de aquello que más le impactó de sus varios destinos profesionales.
Una sonrisa bien vale un esfuerzo, podría pensar nuestro artista. Román para ejecutar sus caricaturas sólo necesitaba un lápiz, un simple papel y un arriesgado e inocente conocido, que se pusiera a tiro. Al conservarlas muestra su estima por esta faceta artística que reivindica como digna de tenerse en cuenta. De ello, nos dirá (caricaturas que le hicieron):
Caricaturas... como las estrellas del cielo. Muy niño... llené un salón de baile con cuadros cómicos, tendría quince años 1886; luego caricaturas de escándalo y luego por temporadas, a montones, por todas partes, en el café donde suelo llevar el cuadernillo en el que trazo los rasgos de los contertulios que me rodean y en el Metro y en el tranvía, las hago y las rompo y así hago ejercicio de un arte tan difícil, tan incomprendido la mayoría de las veces. Colaboré en más de veinte revistas de España y América, me premiaron en los concursos, hice exposiciones a los diez y seis años y al correr de ellos en veinte revistas de España y América, me premiaron en Málaga, Granada, Madrid, La Línea, medallas y diplomas y aplausos y venga bombo y más bombo. ¡Ave María Purísima!
Este comentario nos lo muestra como un artista profundamente dinámico e inquieto, a pesar de reconocer que no tiene una sólida reputación. La caricatura era considerada más como un divertimento y como un arma satírica o política que como un género pictórico consolidado, afortunadamente el reconocimiento hacia este estilo ha ido evolucionando favorablemente. También a través de este comentario podemos acercarnos al artista en su fase creativa, básicamente espontánea, con una certera y definitoria inspiración, capaz de permitirle una ejecución rápida desde el esbozo hasta su definición. Muchas de las caricaturas las regaló, otras las conservó en sus álbumes, caso de este dedicado a Málaga y otras las rompió. Éstas, por tanto, corresponden a una obra única e irrepetible, pues se trata de originales, pocas son las copias conservadas que han llegado hasta nosotros. Para él, “los materiales de la caricatura son en primer lugar el dibujo, luego la pintura y sus derechos en el arte son los propios que pueden ostentar en literatura, lo burlesco y la sátira”.
Su dibujo es siempre firme y acabado. Suele hacer un boceto ágil y rápido a lápiz definido luego a pluma, pero sin excesivos retoques, si tiene que hacer muchos, la caricatura no sobrevive lo suficiente como para ser conservada. Una vez definida la traza puede agregarle color o no, caso de hacerlo éste siempre es brillante. El color debe potenciar el valor expresivo de la caricatura por lo que en ella se da una total integración de elementos (caricaturas en blanco y negro y en color dedicada a Pedro Almanza). La forma de interpretar el gesto, la expresión y el contenido en su obra gráfica son sin duda el centro de la misma. La caricatura como historia humorística describe en tono jocoso cualquier suceso, de manera instantánea, de ahí que el trazado del dibujo sea ágil y si es posible realzado por un color, encendido y vibrante.
En la exposición malagueña efigió a los personajes malagueños o afincados en Málaga, de entre los que destacan los relacionados con la administración de Aduanas, del puerto o Hacienda, Médicos y artistas, sean dibujantes como Aréjula, Francisco Cooke Montagud o Sánchez Vázquez; pintores como Federico Bermúdez Gil, Luis Torralba o Joaquín Capulino, con el que coincidió en la Escuela de Artes y Oficios de Algeciras y que le hiciera el diploma conmemorativo encargado por el Ayuntamiento de Algeciras, en el que se le reconocía como hijo predilecto. Escultores como el antequerano Francisco Palma, músicos como Manuel Pitto Santaolalla, actores de cine como Mariano del Cacho, guitarristas como Narciso Díaz de Escobar, periodistas como Carlos Herrera Arias, literatos como José García del Pino o Salvador González Anaya, el poeta gaditano Eduardo de Ory o el uruguayo Ángel Miguel Gueremel.
No faltarían fotógrafos como Wenceslao Raggio “Wandre”, toreros como José Gómez “Joselito de Málaga”, futbolistas como Frich Kustner, médicos o políticos como el alcalde de Málaga Enrique Cano Ortega o el diputado José Luis de Torres, sin olvidarse de los desheredados como Cristóbal, un mendigo tocado con su biznaga. En el opúsculo Juicios Críticos se insertan los comentarios de los hermanos José y Manuel Prados López, que publicaban en el Diario de Málaga; José Navas Ramírez “Zaragüeta”, que publicaba en la Unión Mercantil; Antonio Sáenz y Sáenz, que lo hacía en El Cronista, Vallés Primo de la Unión Mercantil; José Luis de Castro o José Sánchez Rodríguez...
Él mismo aparece reflejado en cuatro caricaturas que le hicieron varios compañeros del oficio caricaturesco y una autocaricatura y una de su hijo más pequeño Julio y como imagen de homenaje un dibujo que le hiciera su sobrino, el aún balbuciente Ramón Puyol Román, que con el tiempo transformaría el dibujo en blanco y negro en un notable retrato que se guarda en el Museo Municipal. Román permaneció siempre dentro del clasicismo, en el que va evolucionando desde un estilo que pudiéramos identificar como decimonónico caracterizado por lo minucioso, preciosista y decorativo, hacia otro más suelto, ligero si se quiere, pero bastante más espontáneo. La línea que discurre por sus caricaturas e historias humorísticas posteriores corresponderían a este último estilo. Sobre la opinión que, en estos momentos, 1927, se tenía sobre su caricatura poseemos el comentario de los hermanos José y Manuel Prados López, que colaboraron en la obra malagueña antes citada:
Unas veces respeta el parecido con indulgente criterio; otras, deforma sin piedad. No prefiere la línea entre los elementos gráficos, pero tampoco puede decirse que necesita el color para disimular defectos de origen. Pruebas tenemos de que apuntes trazados por su mano en quince minutos, antes de ganar, perdieron al convertirse en dibujos. La sensación de relieve, la acumulación de planos, rasgos y matices, acaso no sea sino prurito decorativo. Todo lo subordina al parecido y a la expresión, huye de lo cómodo y busca lo difícil. El estilo apenas si tiene importancia. Quien sí la tiene es la significación, el que se pudiera identificar al homenajeado es lo que le interesa, en definitiva.
Concretiza e intelectualiza y ambas cosas lo consigue alla prima. El resultado suele ser bastante mejor en estos casos que si define posteriormente la obra. La fidelidad y la interpretación son su meta, de ahí que su ejecución sea impulsiva, rápida, y esté impregnada del sentido de la inmediatez, siendo por ello vivaz, grácil y cargada de humor; lo demás que se le incorpora a la caricatura sólo tiene como sustento el contribuir a realzar los valores expresivos de la misma. Con respecto a sus primeras caricaturas sólo existe una diferencia, ahora no suele realizar retratos de cuerpo entero, escenas individuales o historias humorísticas, la mayor parte de las conservadas de este período son perfiles o retratos, caso de las presentadas en la exposición malagueña.
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