'Sobre laberintos y tiempos', entrega de relatos sobre La Bajadilla por Francisco Rebolo

El filólogo, colaborador de Europa Sur, estrena esta serie de ocho relatos para este verano con reflexiones sobre personas, situaciones y anécdotas vividas en La Bajadilla, su barriada natal

Artículos de Francisco Rebolo

Plaza España de La Bajadilla, aún no estaba construida la Parroquia
Plaza España de La Bajadilla, cuando no estaba construida la Parroquia

Algeciras/Hace dos o tres meses me planteó mi compañero de aquelarres y director de Europa Sur, Javier Chaparro, que escribiera algo para el verano. Aunque en principio no me sedujo la idea, el runrún estaba ahí y el haber escrito algo, poquito, sobre el tema por una circunstancia luctuosa me hizo pensar que quizás hubiera más sustancia de la que en un principio creía y poco a poco fue fraguando la idea de hacer una serie sobre esa Bajadilla que quizás fue.

El problema es que de repente han ido apareciendo más personajes y situaciones y, aunque sea para mí solo, tendré que escribir algún otro, lo más probable en un ejercicio de onanismo literario y memorístico.

Pues nada, que ya casi están ahí los ocho mini relatos que he pergeñado para este verano, uno por fin de semana de julio y agosto. Parto de reflexiones sobre personas, situaciones, anécdotas vividas, imaginadas o a medias en mi Bajadilla natal. Pero he intentado que, aunque las localizaciones sean las que son, se pueda cambiar el nombre por el de casi cualquier barriada sin merma de su comprensión. Algunos localismos son inexcusables porque ya de por sí son lo suficientemente interesantes y no olvidemos que seguimos viviendo en tierra de frontera.

Como personaje, en todos aparece un yo menudo, no porque mi vida tenga la menor importancia, sino porque me sirve de hilo de Ariadna para que nos guíe por ese submundo laberíntico que es la memoria. Hasta la impostada.

He intentado alejarme de la nostalgia, salvo en uno cuyo título lo deja claro, porque no fueron tiempos hermosos ni nada que se le parezca.

Fueron, a secas, si es que puede usarse así el verbo con permiso de la Física Teórica y su concepción del tiempo. De ese ser, o de ese haber sido, intento extraer lo que aún recuerdo o lo que me gustaría que hubiera pasado o simplemente lo que me parece más coherente con el contenido del texto.

Por supuesto, no pretendo ser exclusivamente costumbrista, ni intimista, ni realista ni cualquier -ismo que queramos citar. De nuevo, cada relato tiene su propia personalidad que se ha ganado a pulso.

En unos soy protagonista inocente, en otros espectador estupefacto o testigo casi imparcial. En realidad no soy importante, siempre me han conocido como "el hijo de Diego" las más de las veces y las menos como "el hijo de Loli". Lo que está claro es que cualquier intento de buscar paralelismos exactos con personajes (salvo detalles evidentes para los nativos) o hechos es un error, aunque no me extrañaría que luego de leerlos alguien quiera recordar algún suceso especialmente trágico o algún personaje de los que cito. Al menos servirá para discusión de barra de bar o apuesta con espirituosos de por medio.

Creo que en todos hay un elemento común que es un ligero toque de humor (azabache, en algún caso como me dice mi buen amigo y crítico impenitente Paco, compañero de lecturas desde aquellos lejanos tiempos en que comenzamos en Sevilla nuestros estudios de Filología... ¡pero no he podido evitarlo!). Aunque no creo que sea excesivo porque, entre otras ausencias, tampoco tengo el don del humor.

El orden de aparición no es azaroso, pretendo ir desde la más intensa inocencia hasta una evolución inevitable a la categoría de superviviente, con todos los peajes que eso conlleva en el entorno del que hablo y que quizás viví.

Y, cómo no, me hace una tremenda ilusión las ilustraciones de Daniel Rosell, pedazo de artista que me ganó desde el primer momento. Y ese toque a lo Carlos Giménez (mi ídolo) de sus dibujos me ha emocionado. Y es que al menos algo bueno tenía que salir de todo esto.

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