El libro de Tomás Herrera Poveda
Campo Chico
Patricio González dio facilidades al hijo del autor, para la edición del libro con la ayuda de Guillermo Garcia Jiménez
El tiempo de Tomás Herrera Poveda
De la calle Munición a la Perseverancia se publicó en 2001 y se presentó el día 25 de mayo de ese año, en el salón de actos de la entonces Casa de la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano (hoy Museo). El alcalde de Algeciras, Patricio González García (él mismo evitaba su primer nombre, Antonio, en toda clase de convocatorias y textos oficiales), presidía el Consistorio. El andalucismo político empezaba a dar señas de agotamiento; ni conseguía encontrarse a sí mismo ni era capaz de establecer un liderazgo indiscutible. Después de escindirse, recuperarse, cambiar de siglas y dar toda clase de pasitos hacia atrás y hacia adelante, moriría de inanición en poco tiempo, víctima, como Julio Cesar, de sus próceres y gerifaltes.
Todo un símbolo para tantas escenas semejantes, más o menos sangrientas, más o menos incruentas. El gran Julio César, un autócrata de aquí te espero, precursor del imperio, murió asesinado en el Senado, en los idus de marzo del año 44 a.C., unos días antes de que arrancara la dulce primavera romana. El PSA, antes MSA, después PA y a continuación PAP, y a veces paralelamente; siglas que conjugaban la P de partido o de progreso con la M de movimiento y la A de Andalucía; plasmaron las ocurrencias de cada facción en torno a la reavivación de un contexto político que se mostró inviable.
Casi diez años antes de la presentación del libro, por estas fechas; el primer día de noviembre de 1991; una moción de censura terminaba con el largo período de gobierno municipal socialista. En la primeras elecciones, las de 1979, la figura de Francisco Esteban Bautista, sobre todo, y el atractivo que suponía la presencia en su lista de un equipo de personas muy populares y estimadas, dio lugar al sorprendente triunfo del Partido Comunista de España (PCE).
Cuatro años más tarde, en 1984, empezó la era socialista inducida por la desmembración de la Unión de Centro Democrático, una coalición de partidos inspirados en intereses derivados de las circunstancias, y el formidable ascenso reciente del PSOE, que en las elecciones generales de 1982 obtuvo un respaldo electoral superior al 85% de los votos emitidos.
En Algeciras, una alianza contra natura, la del ya Partido Andalucista, supuestamente de izquierdas, con el entonces joven Partido Popular, unificación de las derechas, acababa con el dominio del PSOE cuya base doctrinal no debía, salvo veleidades territoriales, ser muy distante de la de los andalucistas. Conviene añadir que por aquellas fechas lo del andalucismo no era precisamente bien visto por la derecha sociológica, para la que, en el ánimo de sus más fervientes servidores, Blas Infante era, en el mejor de los casos, un rojo.
Los Herrera y la Política
El alcalde Patricio González dio toda clase de facilidades a Tomas Herrera Hormigo, el hijo del autor de De la calle Munición a la Perseverancia, que preparó su edición con la entusiasta y desinteresada ayuda de Guillermo Garcia Jiménez. La Fundación Municipal de Cultura, ya desaparecida, aparecía como patrocinadora y el alcalde era la personalidad convocante. Nadie podría haber imaginado entonces, en aquel mayo del 2001, que poco después, pasados dos años, Patricio González se viera obligado, a resultas de las elecciones de 2003, a renunciar a la Alcaldía en favor del candidato socialista, Juan Antonio Palacios Escobar, al que acompañaba en su lista con el número dos, Tomás Herrera Hormigo.
La salida a escena de Herrera hijo, tal vez derivaría de alguna complicidad de Braulio Medel con su amiga Magdalena Álvarez (Maleni). Medel era un joven viejo zorro que diluyó a la radiante Caja de Ahorros de Ronda del gran Juan de la Rosa, en Unicaja, su magno proyecto, desgarrando de Sevilla a favor de Málaga la capitalidad financiera de Andalucía. Medel es de Marchena y Maleni de San Fernando y ambos, en amor y compaña, habían decidido plantar su feudo en la emergente capital malacitana. No hay que extrañarse de que mirándose a los suyos, vieran con buenos ojos la infiltración de empleados de Unicaja en las filas municipales del PSOE. No hay síntomas de que Herrera hijo, tomara alguna iniciativa para enredarse en política, aquello se parecía mucho a un enlace mágico. Aún quedaba por ver, empero, mucho más.
La magia continuó y la inesperada dimisión de Palacios, apenas dos años después de su toma de posesión, convirtió a Tomás Herrera hijo, entonces Concejal de Hacienda, en Alcalde de Algeciras. Eso le permitió ser en 2006 el regidor que conmemorara la celebración de la Conferencia Internacional sobre Marruecos y propiciar la erección de un monumento a la figura memorable de Emilio Santacana Mensayas en los aledaños de la entrada sur del puerto.
Por el contrario Tomás Herrera padre se mostraba bien dispuesto a intervenir en la política municipal, en la medida que se lo permitían las circunstancias de su tiempo. Siempre tuvo claro cuál era su lugar; como decía su amigo Guillermo García, tenía ese buen talante de los liberales y desde luego estaba claro su republicanismo y su no adicción al régimen político en el que vivió la mayor parte de su vida. En Algeciras, pasado el tiempo de un triste y lamentable ajuste de cuentas, el grado de convivencia fue muy alto. También lo fue la participación a beneficio de una sociedad muy necesitada de valores y de personas deseosas de contribuir a la cicatrización de las heridas, por profundas que fueran, y dispuestas a hacer algo por los demás.
Pepe Rubio, un practicante muy querido, sobrino de la Tía Anica, era hijo de un algecireño masón que fue fusilado por serlo. Sin embargo su actitud era la de ayudar a recuperar un escenario que la guerra había dejado maltrecho. Tocaba de maravilla el piano, con ese aire mágico que le da Felipe Campuzano, un músico gadita que se crió en Algeciras, en esa zona de la calle Panadería cercana al Secano, y que mantiene viva su buena disposición hacia nuestra ciudad gracias, sobre todo, a su fraternal amigo Emilio Acevedo Toledo, que le reactualiza ese ánimo a cada instante.
Por más que el personal de a bordo de hoy día pueda sospecharlo y dado que se tiende más al desenfoque que a la verdad, conviene referirse a que la vida política en aquellos años de madurez del régimen presidido por el General Franco se limitaba a la pura gestión. El llamado Movimiento Nacional suponía la axiomática del pensamiento único y por lo tanto no había más que un modelo de sociedad. Tomás padre y algunos más contribuyeron con su inteligencia y su trabajo, a mejorar la convivencia.
Nuestro hombre, que muy joven entró a trabajar en una notaría, y alcanzó en el ejercicio de su labor puestos de máxima responsabilidad, formó parte del Consistorio como concejal en tiempos de los alcaldes López Correa y Valdés Escuín, allá por los decisivos últimos años sesenta. En el libro, Tomás se refiere a Valdés señalando su “algecirismo” –término cuyo original asigna a Andrés Siles, uno de los mejores articulistas que hemos tenido por estos pagos– y cómo ello le llevó a enfrentarse con los poderes fácticos y no fácticos y a su consecuente destitución. Los alcaldes eran nombrados según criterios subjetivos y de proximidad, bien que normalmente el nombramiento recaía en notables reconocidos por el personal. La destitución era incontestable en cuanto dejaban de darse cuenta de a quién le debían el nombramiento. Eso sí, el cargo, como el de concejal, no era retribuido.
La novena provincia y la calle Munición
Cuando el Gobierno Militar del Campo de Gibraltar (CdG) estaba en vigor, la comarca tenía una autonomía extraordinaria y no había autoridad, provincial o no, ni poder fáctico alguno, que se atreviera a intervenir en sus entresijos. Personalidades como los generales Muñoz Grandes, Sáenz de Buruaga, Robles Pazos y Martínez Campos son expresamente aludidos por Herrera.
El destino de Gobernador Militar del CdG era la antesala para el empleo de Teniente General y, comúnmente, para el cargo de Ministro del Ejército. Herrera se quedaría perplejo al saber que no hace mucho la actual Corporación algecireña borró del callejero y de algunos sitios más, el nombre del general gobernador Menéndez Tolosa, uno de los grandes benefactores de la Comarca, en la que se integró familiarmente y para cuyo desarrollo desplegó toda su influencia. Es interesante detenerse en los detalles que da Tomás en su libro sobre el intento que no prosperó por muy poco, de crear la llamada novena provincia. Incluso dice que la Caja de Ahorros de Ronda, entonces bajo la batuta de Juan de la Rosa Mateos, proyectó el edificio que construyó la entidad en el (ex) Paseo Marítimo para ser la sede del Gobierno Civil de la nueva provincia. De la Rosa que era de Grazalema y su mujer, Rosario, de Setenil de las Bodegas, convirtió la Caja de Ahorros de Ronda –después absorbida por Unicaja– en una referencia financiera de vanguardia.
Tomás Herrera recorre algunos de los numerosos argumentos que sustentan una iniciativa provincial de la envergadura de la que llegó a estar en la mesa del Consejo de Ministros. Ronda y todo su término al norte, Conil y su término a poniente y Estepona, hasta el arroyo de Guadalmina, hacia el este. Según cuenta Herrera, el entusiasmo de las poblaciones afectadas fue extraordinario. En su esfuerzo por dar razones a modo de avales para la fallida iniciativa, se refiere al proyecto para construir un parador en el Peñón del Fraile, desde donde se divisa uno de los panoramas más bellos que se pueden soñar, y menciona a Fernando Segú Martín, un catalán de Lérida, funcionario del Ministerio de Información y Turismo, que fue destinado a la comarca como delegado. Al referirse a Fernando –por cierto, miembro activo del grupo madrileño Al-Yazira– Tomás Herrera escribe que “nunca supimos agradecerle los campogibraltareños, los beneficios que logró para esta comarca” y añade: “Hombres como él son los que hacen falta en las administraciones de los pueblos”.
Tal vez lo que era algo así como el barrio chino de Algeciras, sea la zona de nuestra ciudad que más ha transformado su significado. La calle Munición iba desde la Plaza Alta, siguiendo la trayectoria de la actual Pablo Mayayo –denominación para la que Tomás no encuentra razones– hasta continuar por Comandante Gómez Ortega. En ella y en sus aledaños se concentraba una notable cantidad de burdeles. “La calle Munición era llamada así porque había sido el camino que utilizaba el Ejército para transportar municiones al Baluarte o Fuerte de Santiago, desde el cuartel de Escopeteros”. La casa de La Almejera o la de Juanito el Maricón, la de La Sorda, el Diecinueve o la de La Baronesa eran, según Tomás, los prostíbulos preferidos por los señoritos tunantes que frecuentaban estos lugares. Luego estaban: La Carabinera, La Mi Alma, La Chata, La Antonia, La Chíchara y la popular Casa de los Espejos, entre una infinidad de alternativas, todas las cuales Tomás Herrera se veía obligado a visitar de oficio, pues los notarios delegaban en sus oficiales la tarea de requerir el pago de las letras de cambio o de realizar el protesto.
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