Manuela Carrasco deja arte y herencia sobre el escenario del María Cristina

X Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía

"Siempre Manuela" fue una despedida y una bienvenida con el apellido Carrasco

Repertorio rico y variado, con cantes extremeños, levantinos, bulerías y una caña

Quedó para el recuerdo la soleá, cuando mejor se expresó La Diosa

Las mejores imágenes de la despedida de la trianera

Manuel Carrasco, en el parque María Cristina. / Andrés Carrasco

09 de julio 2024 - 23:34

Existe una razón, un interés que nutre y justifica el espectáculo que la bailaora Manuela Carrasco presentó en la segunda sesión del X Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucia, que organiza el Ayuntamiento algecireño. Es ese debate en el flamenco que se eterniza, que parece vencer la modernidad frente a los guardianes de los cánones del arte.

Bueno, vencer a la hora de sumar espectáculos, contratos y ventas, pero que eso no anula las entrañas del origen, la esencia del cante, del baile o del toque, que cuando se presentan con toda su descarnada riqueza puede entenderse por qué el misterio se prolonga, y también por qué se ramifica. El panorama actual en el baile, en opinión que Carrasco dio en la entrevista concedida a Europa Sur antes de su actuación, es el siguiente: "Se está bailando muy bien, una técnica mejor que en todos los tiempos, pero con poca personalidad... no distingues a un bailaor de otro...".

El grupo de Manuela Carrasco. / Andrés Carrasco

Los jóvenes, que algunos ya no son tan jóvenes, no se plantean terminar con la historia ni con los principios del flamenco, sino enriquecerlo, con riesgo de transformalo, de dejar en el bául expresiones que no le sirven para llevarlo a nuevos públicos. No es solo por usar instrumentos de otros estilos músicales, sino por resaltar maneras que los flamencos mayores educados en la ortodoxia no entienden, y muchos no admiten. Tampoco ser joven flamenco quiere decir que no se sea puro.

La bailaora gitana y trianera lleva bailando sobre un escenario desde que tenía once años. Recorre ciudades diciendo "adiós" con un espectáculo que ha titulado "Siempre Manuela", sin una fecha fija de final, entre otras razones porque quiere llegar también hasta Sudamérica. Su formación fue autodidacta, con el recelo de sus padres, pero también con la ventaja de contar cerca con el bailaor José Carrasco 'El Sordo' , su padre.

Toda esa evolución la expuso en una proyección inicial para pasar, en pocos segundos, a su expresión sobre el escenario. "Alza los brazos y pisa cuando toque", fueron los dos consejos de su padre. Así arrancó Manuela Carrasco, por unos tangos extremeños cantados por Manuel Tañé y  bailados con arte y gotas de majestad.

Un momento de la actuación de Manuela Carrasco. / Andrés Carrasco

Luego quedó el grupo a solas. Enrique el Extremeño interpretó unas cantes de Levante, rematados con fandango abandonao de remate, con una enorme limpieza de notas de Pedro Sierra con su guitarra, también director musical del montaje.

Y llegó uno de los grandes momentos de la noche. María Carrasco madre bailó la Caña, y el compás lo llevó ella con sus pies y su taconeo, majestuosa y lenta como lo hacia Farruco, una de sus grandes referencias. Con la cadencia elegante y justa la madre terminó de vestir a la hija, también Manuela de nombre, que se marcó cantiñas y alegrías con un baile de pies.

Dejó constancia de que hay herencia. Como también lo expresó por bulerías, con pellizco gitano, con poderio, Samara Carrasco. Hay herencia y se mantiene el recuerdo de Joaquín Amador, marido de Manuela Carrasco que falleció el pasado año, a quien se le brindó un homenaje. Fue el momento de la soleá, el baile que define la trayectoría de Manuela Carrasco, donde mejor se desenvuelve.

Entonces se terminó comprendiendo el apodo de La Diosa. El movimiento de su cuerpo, de sus pies, al toque de Pedro Sierra. La inspiración, movida por el corazón, se desbordó sobre el silencio de un público fiel y atento.

Era una noche para disfrutar de todos, de quien se despide, de quienes están, de quienes no, y de quienes llegan para quedarse, entre ellos José Carrasco, en la percusión, y Samuel Cortés, en el violín.

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