Los molinos harineros del río de la Miel (I)
Monumentos y edificios de Algeciras
Capítulo 31. La existencia de estas construcciones en el cauce del río está documentada desde el siglo XIV y fueron utilizadas por el pueblo musulmán
Algeciras/La existencia de molinos hidráulicos en el cauce del río de la Miel está documentada, al menos, desde el siglo XIV. La Algeciras musulmana aprovechaba el agua del río que bajaba desde la sierras del Cobre para regar, por medio de acequias y canales, las numerosas huertas que se extendían desde la zona hoy conocida como Pajarete hasta las mismas murallas de la ciudad y que surtían de frutas y verduras frescas a sus habitantes. El paisaje de verdes y cuidadas huertas salpicadas de almunias o casas de campo se interrumpía, de vez en cuando, por las majestuosas estructuras de los molinos harineros que utilizaban la fuerza del agua, encauzada hasta sus instalaciones, para mover sus piedras volanderas.
En una fetua (sentencia judicial) del año 1325, estudiada por A. García Sanjuán, se menciona un molino que una madre, de nombre Maryam, vendió a su hijo por el precio de trescientos setenta dinares granadinos. El molino era conocido como de Ben Jalifa y estaba situado a orillas del río de la Miel en las afueras de Algeciras. También se refiere en el documento que el molino estaba ubicado entre los de al-Ayasi y el del visir ‘Abd Allah ben Rida. La venta incluía todos los útiles y servicios, el punto de aprovisionamiento de agua y la maquinaria de la molienda.
Después de la destrucción de Algeciras en 1379 y de la entrega por el rey Enrique IV de sus términos al concejo de Gibraltar en 1462, se tiene constancia documental de la continuidad de molinos harineros en el valle del río de la Miel. Hernández del Portillo, que escribió su Historia de Gibraltar a principios del siglo XVII, refiere que “desde sus puertas (de Algeciras) comenzaban las sementeras y, casi en las puertas, tenía los molinos…” Jorge Próspero de Verboom, hacia 1724, dice que “en Algeciras hay molinos de pan y de papel”. Según el historiador Mario Ocaña Torres, entre los primeros repobladores de Algeciras (a principios del siglo XVIII) se contabilizaban diez molineros, de los cuales la mitad provenían de la provincia de Málaga.
Pero sería a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX, cuando se van a tener noticias de, al menos, doce molinos hidráulicos para moler grano que aprovechaban las aguas del río de la Miel desde las angosturas situadas en la sierra hasta las proximidades de la ciudad. Pascual Madoz, en 1845, escribe que “los dos cauces o acequias que de él (el río) se desprenden en una y otra orilla dan impulso a nueve molinos harineros”. En otro lugar refiere que “en Algeciras hay cuatro tahonas, seis molinos harineros de a dos piedras, cinco de una y dos de represa…”.
A finales del siglo XIX se hallaban en funcionamiento, a lo largo del cauce del río, once molinos harineros, de los cuales sólo seis de ellos alcanzaron los años treinta del siglo pasado y uno, el del señor Escalona, está todavía en activo aprovechando la fuerza del agua cuando el caudal del río lo permite.
Funcionamiento de un molino
Los molinos harineros que estuvieron establecidos junto al cauce del río de la Miel aprovechaban la fuerza hidráulica del agua embalsada en sus cubos. Allí se transformaba en energía cinética y ésta en energía mecánica al mover las palas del rodezno. Desde una pequeña represa situada aguas arribas se desviaba una parte del caudal por el citado canal a cielo abierto, denominado cao, hasta el cubo, un depósito de forma generalmente cilíndrica en cuya parte inferior se localizaba un tubo inclinado que se iba estrechando hasta convertirse en una abertura, conocida como saetillo, por la que salía el chorro de agua a presión.
La salida del agua por el saetillo estaba regulada por medio de una llave sujeta por una cadena que era manejada desde la sala de molienda. Este chorro de agua, cuya fuerza dependía de la cantidad de líquido embalsado en el cubo y de la altura del mismo, se precipitaba contra las palas o cucharas del rodezno, que era una rueda de madera de quejigo con un diámetro que oscilaba entre los 80 y los 180 centímetros. El impulso del agua sobre estas palas hacían girar el rodezno y con él el eje o árbol del molino, que transmitía el movimiento giratorio a la piedra volandera situada sobre la piedra fija o solera.
El rodezno estaba situado en una cámara, generalmente cubierta con bóveda de cañón, llamada alcoba por donde discurría el agua para volver al río después de haber movido el sistema. Cuando se deseaba parar el movimiento del rodezno y detener la molienda, se usaba la “paraera” (paradera), una tabla accionada desde la sala principal del molino que desviaba el chorro de agua evitando que se precipitara sobre las cucharas del rodezno.
En la sala de molienda, sobre la estructura que sostenía las dos piedras de molino, se colocaba la tolva, que tenía forma de tronco de pirámide invertido. En ella se depositaba el trigo que había que moler y que iba resbalando, merced a los movimientos transmitido a la tolva por medio de un palo que se apoyaba en la piedra volandera, por un hueco central de dicha piedra llamado piquera. La harina iba cayendo por un conducto situado entre las dos piedras en un saco colocado a los pies de las mismas.
Como se ha referido, a orillas del río de la Miel, entre los siglos XVII y XIX llegaron a funcionar unos doce molinos hidráulicos dedicados a la producción de harina. Casi todos ellos estaban situados en la margen derecha del río, donde el terreno es menos abrupto y permitía, al mismo tiempo que se explotaba la instalación harinera, aprovechar un trozo de tierra como huerta. Las denominaciones que recibieron estos molinos son confusas, pues una misma instalación aparece en la documentación con nombres distintos según la época y el diferente propietario de los mismos.
Siguiendo el esquema propuesto por Ángel J. Sáez y J. M. Serrano, algunos de los molinos harineros que existieron junto al cauce del río entre los siglos XVII y XX fueron los siguientes:
Molino del Águila
Se hallaba ubicado en lo más encajado del río, al comienzo de su curso alto, a unos cuatrocientos metros del hermoso puente de un solo ojo que sirve para cruzar la corriente a la altura del actual molino del señor Escalona. Sus ruinas se conservan en medio de un frondoso bosque de alisos, adelfas y ojaranzos.
Disponía de dos cubos cuya agua, que procedía de una represa o azud situado en la conocida como “La Chorrera”, movía sendos rodeznos con sus respectivas piedras. El canal que conducía el agua desde la parte alta del río era de buena cantería de piedra arenisca. Se bifurcaba en dos para alimentar los dos cubos.
El edificio, que tenía dos plantas sostenidas con arcos de ladrillo de medio punto rebajado, contaba con varias dependencias para residencia del molinero y almacén, además de una amplia sala de molienda donde se hallaban situados los dos conjuntos de piedras para moler. Aún pueden verse las dos bóvedas o alcobas por donde retornaba el agua al río, aunque se hallan soterradas.
Se tienen noticias desde el año 1753 de la existencia de “una molinilla” en ese lugar que pertenecía a un tal Juan Matheos y que, en esa fecha, la vendió a Mathias Themes, sargento mayor del Regimiento de Inválidos de Andalucía. En 1783 figuraba como propietario Ambrosio Rodino. El edificio actual data de mediados del siglo XIX y consta que estaba aún en funcionamiento en 1935.
Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).
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