La Algeciras taurina lamenta la muerte del popular banderillero Antoñico, hermano de Miguelete

TOROS

Toreó a las órdenes de infinidad de matadores de toros, Antonio Bienvenida, entre ellos, ganándose el respeto y cariño de sus compañeros

Cuando una cornada fatal durante los Sanfermines de 1988 lo apartó de los ruedos, se reinventó junto al bombero torero

Antonio Ramos Zambrana, "Antoñico".
Antonio Ramos Zambrana, "Antoñico".

Antonio Ramos Zambrana, para el mundillo taurino "Antoñico", ha fallecido este domingo a los 82 años a causa de un cáncer de vejiga que le ha tenido postrado los últimos tiempos, apartándolo de su rutina repartida entre el casino de Algeciras, donde solía vérsele leyendo la prensa, y sus sagrados paseos matinales. Mantenía la fina estampa del rehiletero antiguo.

Fue Pepe Ordóñez, cuando apoderaba a su hermano "Miguelete", quien le sugirió que cambiara el oro por la plata. Y así hizo. Un acierto que le llevó a torear por toda España y América junto a infinidad de matadores de toros, como Antonio Bienvenida, Pedro Castillo, Luis Parra "El Jerezano", Ángel Llorente, Juan Mora (padre e hijo), Antoñito Posada y el propio "Miguelete", entre muchos otros.

Antoñico, en un par de banderillas.
Antoñico, en un par de banderillas. / E.S.

Quienes hicieron el paseíllo con él lo recuerdan como un hombre callado, modesto y humilde, buena persona, lo que le llevó a ser muy querido y respetado, no sólo en Algeciras, donde recibió, en varias ocasiones, el premio al mejor banderillero y peón de brega. Especialmente memorable fue la feria de 1979, cuando cosechó ambos reconocimientos.

La cogida de Pamplona

La fatalidad se cruzó con él en Pamplona, durante los Sanfermines de 1988, toreando bajo las órdenes de Antonio Posada hijo. Sufrió entonces una gravísima cornada en el recto ante un novillo del Marqués de Domecq que lo retiró definitivamente de los ruedos. Siempre dijo que, si hubiera tenido la oportunidad de volver a nacer, no se habría hecho torero. "Un oficio demasiado ingrato", lamentaba no sin razón.

Sobre aquella tarde, escribió el inolvidable Joaquín Vidal en El País: "La novillada estaba saliendo muy chica y los subalternos andaban con ella tranquilos y seguros. Demasiado, por lo que pudo verse. Antonio Ramos, que ya le había prendido un buen par al segundo novillo, hizo después media pasada en falso, aguantó para reunir más o menos a topa-carnero y ahí le arrolló el novillo, que le corneó con saña cuando estaba caído y le levantó por un muslo. El cuerpo de Ramos quedó suspendido del asta, boca abajo, durante unos segundos dramáticos".

Prosigue el crítico taurino: "La espectacularidad de la cogida aturrulló a las asistencias, que llegaron a equivocar la puerta de la enfermería y se iban por otra, de la que hubieron de salir y correr por el callejón para recuperar los minutos perdidos. Cogidas como esa, tan inesperadas e impresionantes, hacen mella en los toreros, por supuesto, y pueden modificar el transcurso de la corrida".

Olvidó decir Vidal que también el transcurso de una vida.

Vistiendo de corto a su nieto, Javier Cózar Ramos.
Vistiendo de corto a su nieto, Javier Cózar Ramos.

Con el bombero torero

Sin embargo, como todo taurino listo, tras la cogida, supo sobrevivir trabajando durante 25 años con Manolín Celis, "el bombero torero", en su época de mayor esplendor. "Antoñico" se convirtió en su hombre de confianza y responsable de la parte seria del espectáculo.

Su nieto, Javier Cózar Ramos, es alumno de la Escuela Taurina de Málaga. La saga continúa.

Como escribió Manuel Machado: "Y antes que un tal poeta/ mi deseo primero hubiera sido/ ser un buen banderillero". Qué difícil es eso.

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