El rey de Portugal decidió en Getares
Observatorio de la Trocha | Nuestra historia sorprendente
El monarca luso Juan I tomó la determinación definitiva de la conquista portuguesa de Ceuta sobre la arena de la playa algecireña
La historia de Algeciras presenta sucesos inesperados, tan interesantes, únicos e imprevisibles como la trayectoria de la ciudad a lo largo de los tiempos. Seleccionamos hoy uno de esos momentos estelares, que diría Stefan Zweig, en los cuales la gran historia tiene punto de inflexión en escenario donde coinciden, de forma única e irrepetible, las coordenadas espacio-temporales del nacimiento de un proceso histórico que cambió a la larga el destino del mundo.
La coordenada temporal son los días del 19 al 20 en agosto de 1415 y la espacial, el sector sur de una playa, Getares, bien conocida por los algecireños. Esa ensenada al sur de la ciudad, importante pieza de la oferta lúdico-turística de Algeciras, pese a su apacible encanto, ha sido testigo de dramáticos hechos. Entre ellos, recordemos la batalla naval de Getares, el 8 de abril de 1340, el desembarco de turcos el 1 de diciembre de 1668, el combate naval del 1 de noviembre de 1673 o los diversos combates con los ingleses en el asedio de Gibraltar de los años 1779-1783.
Un tablero de ajedrez
¿Por qué es importante esa fecha de agosto en 1415? Hemos de remontarnos al siglo XIII, momento de inflexión en la reconquista, o recuperación del territorio de la vieja Hispania visigoda, invadido por ejércitos musulmanes en el siglo VIII. En el citado siglo XIII, Castilla recobró el valle del Guadalquivir y el dominio musulmán se redujo al reino nazarí de Granada. Este, asentado en territorio montañoso de difícil conquista, era más útil como estado tributario para una Castilla beneficiada al sur con una nueva salida al Atlántico.
Ya Fernando III el Santo fue consciente de las posibilidades de expansión abiertas, pero fue su hijo Alfonso X el Sabio quien plantó los cimientos de una expansión cristiana en el norte de África, potenciando a Cádiz como base marítima del citado proyecto. Este se aplazó a causa de una nueva invasión africana, la de los mariníes, que, desde su base de Algeciras, realizaron peligrosas incursiones en territorio cristiano.
Se atendió a lo más urgente, conquistar y controlar la orilla norte del estrecho de Gibraltar, para permitir el libre tránsito cristiano por el mismo y evitar refuerzos norteafricanos al reino de Granada. Esto motivó diversas campañas militares a lo largo de los siglos XIII y XIV, culminadas en 1344 con la conquista de Algeciras, lo que permitió la libre comunicación comercial entre norte y sur de Europa.
El Estrecho era un tablero de ajedrez donde se jugaban los intereses geopolíticos de diversas naciones. Pero aún faltaba un importante jugador.
Bajo la cruz de la Orden de Cristo
Portugal había terminado pronto, en 1249, con su reconquista y libre del peligro musulmán, a principios del siglo XV rebosaba de una energía necesaria de canalizar para tener ocupados a los siempre belicosos nobles. De esto fue consciente un gran rey, Juan I, creador de la dinastía de Avis, que comienza su reinado en 1367 y en 1410 se plantea acometer una empresa contra el peligro musulmán, muy en línea con las inquietudes de los reinos ibéricos en esa época. Desecha atacar al reino de Granada, pues intervenir en él correspondía al reino de Castilla. Un hombre de su confianza, Juan Alfonso de Alerquer, era conocedor de la riqueza de Ceuta y sugirió su conquista. Los príncipes Eduardo, Pedro y Enrique propusieron a su padre que los habituales torneos y justas pensados como ceremonias para ser nombrados caballeros, fueran sustituidos por la conquista de aquella importante ciudad, con la descarga de adrenalina que aquella situación de fuego real suponía para unos jóvenes impetuosos.
Si todo iba bien y anticipándose a la Edad Moderna, se mostraría ante Europa una imagen poco habitual del poder real y esa gran operación naval mostraría la capacidad portuguesa en construcción naval y conocimientos de navegación instrumental. Mas pese al esfuerzo nacional fue preciso completar la flota con el flete de naves en Castilla, Flandes, Bretaña, Alemania e Inglaterra siendo posible que la cifra de doscientas embarcaciones sea algo exagerada, al igual que ese ejército de más de veinte mil hombres que refieren los cronistas. Pero no dejemos que la realidad empañe una buena gesta épica…
Si el proyecto triunfaba demostraría algo muy valorado en la ciencia militar de todos los tiempos, la capacidad de proyección de una fuerza militar en operación anfibia intercontinental, con las dificultades logísticas y de todo tipo que eso conlleva. La operación fue recibida con entusiasmo por todas las fuerzas político-militares del país y fue un prodigio de planificación.
Lo más importante y revolucionario es el cuidar al máximo lo que ahora llamaríamos servicio de información o inteligencia, unido a un despliegue diplomático nada común. En primer lugar, se reconoció minuciosamente el objetivo en una misión de espionaje camuflada como embajada a la reina de Sicilia, realizándose incluso una maqueta para estudiar los puntos más débiles de la ciudad.
En segundo lugar, durante los más de cuatro años que duró la preparación, se mantuvo el más absoluto secreto sobre el objetivo de aquella ostentosa fuerza que se estaba reuniendo y que no podía pasar desapercibida en África del norte ni en Europa occidental, donde era motivo habitual de conversación en las diversas cortes. Hubo que tranquilizar en especial a Castilla y Granada y también se realizó una operación de engaño, que hubiera suscrito el gran tratadista chino Sun Tzu: el rey envió una embajada al duque de Holanda y de Baviera, desafiándolo a una guerra, pues barcos holandeses habían atacado a mercaderes portugueses.
Un papel muy importante había jugado en Portugal la controvertida orden del Temple, muy útil en la reconquista portuguesa. Tras el escándalo de su abrupta disolución por orden papal en 1307, la corona portuguesa, que no quiso renunciar a tan valiosa ayuda militar, puso en práctica el "hagamos que todo cambie, para que todo permanezca", y recicló a sus templarios en la Orden de Cristo, presente en la empresa de Ceuta, pues su gran maestre era precisamente… el infante D. Enrique, del que luego hablaremos.
Muy cerca del fracaso
La flota se fue reuniendo en Oporto, de donde partió al fin en 1415, tras más de cuatro años de preparación tras la idea inicial, los días 13 y 14 de junio, para aprovechar la bonanza marítima del verano. Tras pasar por Lisboa, el secreto sobre el destino de la expedición se mantuvo hasta llegar a Lagos y se partió definitivamente de territorio portugués al zarpar de Faro el 7 de agosto, para atravesar el Golfo de Cádiz en dirección al Estrecho, divisando la costa africana el día 9. Por primera vez en su historia los portugueses se arriesgaban a salir en gran número de su escenario europeo para conquistar un pedazo de otro continente.
Esperaron la noche para penetrar en el estrecho y anclar el día 10 ante Algeciras. El gobernador de Gibraltar temió un ataque cristiano y tuvo que ser tranquilizado al respecto por Juan I. El 12 partió la flota hacia Ceuta, pero en este momento intervino un factor sorpresivo, la imprevisible meteorología del Estrecho, atestiguada en tantas operaciones marítimas allí desarrolladas. La niebla entorpeció las maniobras y el viento de levante arrastro las naves a vela hacia Málaga, pero las movidas a remo si llegaron a Ceuta, siendo recibidas por disparos de artillería. Hubo un primer desembarco, con pequeños combates en la playa, pero se decidió esperar al resto de la escuadra que se había dispersado. Dos días después, un ataque por el flanco sur fue impedido por otra tormenta, que en unión de la corriente llevó otra vez las naves hacia Málaga, mientras las galeras se refugiaban en la bahía de Algeciras. Como habían acudido en socorro de Ceuta numerosos combatientes de sus alrededores, los expedicionarios se desmoralizaron y la empresa estuvo a punto de fracasar.
La arena de Getares
Ante la situación, Juan I organizó un consejo de guerra en la playa de Getares. Posiblemente fue en la parte sur de esta, cerca de una zona de fondeo donde gran parte de la flota quedaba a cubierto de la vista desde Ceuta. Es fácil imaginar al rey, según las crónicas, sentado en la arena de la playa, y a los principales jefes de flota y ejército en semicírculo, de pie ante él. Se pasó revista a la situación y hubo tres opciones: 1ª, volver a Portugal, porque se había perdido el factor sorpresa y los refuerzos recibidos harían multiplicar por momentos el número de los defensores. 2ª, para no retirarse a la patria sin ningún hecho de armas, podía ser conquistada Gibraltar. 3ª, la opinión de los príncipes era que no debían retirarse sin intentar el asalto a Ceuta, pues lo contrario era indecoroso a las armas de Portugal.
El rey escuchó a todos y desechó conquistar Gibraltar, pues hubiera ofendido tanto a Granada como a Castilla a la que correspondía en realidad esa conquista. Siguiendo el criterio de los príncipes, solo admitió el proyecto primitivo y ordenó la concentración de la flota en Punta Carnero, para dirigirse por tercera vez a Ceuta. Afortunadamente, los elementos no fueron obstáculo, y el valor fue recompensado.
Esta vez la flota estuvo unida y gracias a un meditado plan, basado en el buen conocimiento previo adquirido sobre la ciudad, esta fue conquistada el día 21 con cierta facilidad. Esto se debió en gran parte a que los desordenados movimiento y doble dispersión de la escuadra portuguesa, hicieron pensar en Ceuta que el peligro había pasado y se retiraron los refuerzos congregados.
Consecuencias inesperadas para el mundo
Tras la conquista fueron nombrados caballeros los tres príncipes, siendo uno de ellos, llamado posteriormente Enrique el Navegante, el mayor artífice del imperio portugués, al favorecer incansablemente la navegación y establecer según parece, una escuela de navegación en Sagres.
Desde la conquista de Ceuta, el mundo cambió. Empezó Portugal, al explorar pacientemente la costa africana, hasta alcanzar el acceso marítimo al extremo oriente y a las zonas productoras de las especias. Estas eran indispensables para la conservación de alimentos en Europa y expansión de los turcos, al interceptar la antigua ruta a través de Asia, disparó el precio de tan preciados productos. Ello obligó a los europeos a buscar nuevas rutas marítimas no solo para acceder directamente a las especias sino a todas las riquezas de extremo oriente. A Portugal siguieron España y otras naciones, formándose los grandes imperios coloniales. Tras aquella travesía marítima de 1415 despertaron la Europa moderna y la globalización.
Todo se inició en Ceuta y la decisión final de su conquista se tomó sobre la arena de Getares…
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