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Encontrándonos con el pintor Felipe Gayubo Pérez

OBSERVATORIO DE LA TROCHA | NUESTROS ARTISTAS

La exposición del arandino-algecireño destaca por la vivacidad de las piezas escogidas, su dinamismo y la rica complejidad de temas para descubrir a uno de los referentes culturales de la historia de la ciudad

Autorretrato del pintor Felipe Gayubo Pérez.

Del 18 de mayo al 18 de agosto, el Museo de Algeciras acoge una exposición sobre la pintura de Felipe Gayubo Pérez bajo el título Felipe Gayubo: misterio, belleza y arte. Sin duda, este es un título muy clarificador sobre lo que podemos hallar en la misma, porque estas tres palabras-símbolo configuran el entramado de este encuentro con la obra de este arandino-algecireño.

El hombre.

Son varios los ejes conductores de esta representación que usted tiene ante sí: el simbolismo de un hiperrealismo surrealista (5 cuadros), los homenajes a varias de las grandes figuras del arte clásico occidental (4 cuadros, 3 de ellos figurativos y 1 abstracto); la mujer como sujeto de admiración (4 cuadros), la mitología clásica con dos series, una dedicada a la mitología cretense, centrada en las figuras de Pasifae, Dédalo y su sobrino Talos (4 cuadros) y una segunda centrada en la tragedia de Edipo (2 cuadros); sin olvidarnos de lo que podríamos llamar divertimentos (12 cuadritos agrupados aleatoriamente en dos composiciones de seis cuadritos), a través de los que nos acercamos a la micropintura de este artista tan revelador. Amén claro está de su autorretrato, un paisaje, una visión absolutamente expresionista de un crucificado, varios episodios de la mitología clásica desde una óptica personal y cromáticamente muy efectista (8 cuadros); un díptico con el que crea una lúcida contraposición poética informal (2 cuadros), y por último los 6 cuadros que componen la serie Fauna Azul, elaborada exclusivamente con la confrontación esencial de dos colores, el blanco y el azul.

Todas estas imágenes que nos está trasmitiendo Felipe Gayubo, a través de esta muestra retrospectiva, forman parte del cosmos plástico al que nos podemos acercar contemplando esta muestra variopinta y entrañable. Si hay algo que podemos notar, de entrada, en esta exposición es la vivacidad de las piezas escogidas, su dinamismo y la rica complejidad de temas con los que podemos descubrir la obra inesperada de este artista plástico, que es sin duda uno de los referentes culturales para la historia de nuestra ciudad.

¿Pero quién fue este artista al que se está homenajeando a través de su pintura?

Felipe Gayubo nació en Aranda de Duero (Burgos) en 1935 y murió en Algeciras en 2008, nos dejó por tanto hace 13 años y es ahora cuando tras su partida, tenemos un segundo encuentro físico con su obra. En 2012 la familia hizo un primer depósito temporal de cinco obras, que pueden verse en las salas del Museo Municipal, y ahora, cerca de ellas, coincidiendo con el Día Internacional de los Museos, se inaugura esta exposición temporal, con una nutrida representación de su dilatada trayectoria pictórica.

Profesionalmente estuvo dedicado al mundo del derecho hasta la década de los ochenta. Llegó a ser jefe de personal de Sotogrande, pero ese prometedor mundo del pujante Sotogrande pronto lo dejó atrás porque la pintura le reclamaba en exclusividad y fue ella quien le marcó el destino. Sólo tuvo que dejarse guiar y seguirla, ella le hizo sentirse plenamente feliz.

Fue un salto natural. Estuvo dotado para el dibujo, la composición y el color. A ello habría que unirle su conocimiento de las técnicas y las tendencias vanguardistas y clásicas de la historia del arte occidental, lo que le permitió crear una obra sinfónica en la que se combina todo lo que fue capaz de asimilar a lo largo de su vida. En este caminar por las sendas de la pintura, le acompañó otra de sus aficiones, la lectura, de la que fue un apasionado. Devoraba todo lo que tenía que ver con el arte, sin descartar la mitología y aún menos la ciencia. Sus otros amores fueron la naturaleza y el flamenco.

Usaba diferentes técnicas, desde el carboncillo al óleo o los acrílicos. Su autoformación se nutrió a la hora de formalizar su relación con la obra que tenía en mente con las matemáticas, de la que tomó como argumentos configuradores la simetría, la perspectiva y la proporción y en esto su relación con Pérez de Vargas fue determinante.

Su obra muestra una evolución constante, desde un academicismo vanguardista en el que el hiperrealismo tiene un gran protagonismo, hasta una abstracción radical. Su propia argumentación de lo que es importante para él de las amplias tendencias históricas del arte, de las que bebe, le han permitido crear una interpretación sui generis de la pintura a la que le da un sentido muy personal.

No se divulgó en el mundo del mercado del arte, de ahí su escaso reconocimiento. Solo hizo una exposición individual en 1976 en el cortijo Los Cano de San Roque, pero entre 1972 y 1988 participó en 14 exposiciones, en las que compartió intereses y espacio con lo más granado de los artistas locales y regionales.

Cuando nos enfrentamos con su obra, lo primero que nos puede llamar la atención es su laboriosidad, el detalle y la minuciosidad de su ejecución, unida a una suave atracción sugerida de unos trazos imperceptibles, con los que se funden la imagen y el lienzo o la tabla. Las formas le invitan a sumergirse en un mundo mágico. Un cuadro de Gayubo es una llamada a la contemplación.

¿Qué podríamos ver en esta exposición?

No podemos analizar todas y cada una de las obras de esta exposición a través de estas líneas, pero sí nos podemos acercar a algunas de sus obras, con el fin de que usted pueda participar activamente de esta muestra y se anime a pasar un buen rato degustando las piezas que tiene ante sí.

Los Ciegos.

Partiendo de que la subjetividad es la que nos guía sobre cualquier selección que podamos hacer, me acercaré en primer lugar a la imagen de un crucificado, que él titula Hombre, una obra de 1968, es por tanto una pieza de sus inicios. Conscientemente la titula así, no la identifica con Cristo, sino con cualquiera de los crucificados que ha habido a lo largo de la existencia de esta pena de muerte. Estamos ante una imagen absolutamente trágica, lúcidamente expresada con desgarro, retratando el instante o las postrimerías de la muerte, en el que la catástrofe de la pérdida del soplo de la vida está acompañada por el sinsentido de un espacio roto a través del drama de una policromía rupturista con todo lo que pueda parecernos armonía. La Y griega que representa el escueto crucificado muerto aparece en el eje de la composición y el espacio del lienzo nos muestra un espacio atormentado.

La siguiente pieza podríamos clasificarla como su ópera prima, en el sentido de que supuso su consagración en el medio artístico, con ella acudió a varios certámenes en los que fue muy elogiada. La tela es una obra de 1972 en la que la realidad trasciende a sí misma, no es raro por ello que él definiera a su obra como “la realidad trascendente”. Esta obra de fuerte carácter hiperrealista, fue vista desde sus inicios por varios amigos más cercanos, como Mario Acevedo y Crescencio Torés. Es un gran trampantojo, porque nos engaña visualmente, tal como le ocurrió a Mario Acevedo. Hay un roto claramente, pero las sombras juegan con nosotros al despiste y no nos dejan ver el tenue hilillo que deja una sombra imperceptible y que nos lleva a percibir lo incontrastable. Es esta pieza un auténtico gozo para el juego dialéctico en torno a lo que es la realidad de la pintura contemporánea.

Seguimos la ruta por este caminar con uno de los homenajes que hiciera a lo grandes del Renacimiento nórdico, en torno a la obra de Pieter Brueghel el Viejo. Él le sirve de argumento para dos piezas, “los tullidos” y “los ciegos”; nos quedamos con esta última, Los ciegos. Es una obra sinfónica en la que combina magistralmente parte de los personajes del cuadro del maestro flamenco con una interpretación geométrica de la parábola de los ciegos, descrita por el evangelista Mateo en el versículo 14 del capítulo 15, en el que Cristo sentencia que, si un ciego sigue a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.

Las dos escenas que componen la trama de esta obra, la figurativa y la geométrica, se sitúan en el centro de un espacio creado en perspectiva, pero no el centro del espacio sino en el plano inferior del mismo, forzándonos a concentrarnos en las dos representaciones. En la representación de 4 de los 6 ciegos del cuadro original, estamos ante un Gayubo miniaturista, fiel a la representación que le ha servido para ensamblarla en este espacio y en contraposición a ella, en la parte inferior del espacio representado en perspectiva sitúa la secuencia completa de la parábola de manera esquemática a través de una secuencia de triángulos azules, que en trampantojo sobresalen del marco fingido, en caída libre. Se trata de una ensoñación en la que conviven dos de las grandes tendencias del arte del siglo XX, la figuración historicista, en este caso, y el arte abstracto geométrico.

Se ha privilegiado el punto de vista bajo y esto nos deja un plano aéreo grande y luminoso en el que pasamos de un tenue verde en la trama superior a un radiante amarillo hacia la base y todo este espacio soñado visto desde una fingida ventana, nos da paso a esta ensoñación en la que se funden hiperrealismo y surrealismo en una pieza absolutamente conceptual. Junto a ella figuran los Tullidos, la segunda obra inspirada en Brueghel y Ángel y pistola en el que el homenajeado en este caso es Leonardo da Vinci, el maestro florentino del Quinientos.

La mujer ocupa un lugar destacado en su obra y elegimos para acercarnos a ella un nuevo y impresionante cuadro, Desnudo con lazo azul. Gayubo juega constantemente con nosotros, en el sentido de que su obra es inquietante y quiere que nos acerquemos a ella para reconocer las piezas de este puzle que nos presenta. Nos muestra un bello cuerpo joven femenino, desnudo pero púdico, en el que la muchacha, sentada y con su cuerpo en contraposición al rostro, nos dirige una mirada serena. Solo el color azul del lazo, en “x”, que luce en su amplia cabellera es el único adorno que la acompaña. Hasta aquí no hay una mayor novedad, pero compruebe que el cuerpo femenino no es un recorte, que no es un collage, ni tampoco lo son las tiritas trasparentes o celos con los que podría adherirse a la tela y que ésta es un recuerdo a su ópera prima.

Sísifo.

Démosle su lugar a la mitología clásica. Sísifo nos aguarda. Sísifo era el mortal rey fundador de Corinto, que quiso huir del destino de todo mortal, la muerte, en dos ocasiones y cuando ésta se produjo inevitablemente, fue condenado a empujar una enorme piedra hasta la cima de un monte, que al llegar a su previsto destino rodaba hasta la base, por lo que Sísifo debía comenzar de nuevo, de manera que su vida en el inframundo se había convertido en un trágico y siniestro destino.

Albert Camus en El mito de Sísifo utiliza el mito para crear un ensayo filosófico sobre el concepto de lo absurdo. Sísifo se convierte para él en el gran antihéroe. Pues bien, este antihéroe lo representa Gayubo en un inframundo en el que solo dos colores, el rojo infernal y el negro del esfuerzo titánico son los grandes protagonistas de esta tabla. Lo sorprendente de este trabajo lo contrapone a través del escuálido personaje frente a la enorme carga que representa la ingrata piedra que tiene que subir colina arriba.

Claro que podíamos haber escogido otros cuadros, pero eso queda a su disposición, para que cada uno de ustedes pueda disfrutar de esta exposición, a la que desde estas líneas solo estamos dando algunas pinceladas.

Andrés Bolufer Vicioso. Asociación Cultural La Trocha e Instituto de Estudios Campogibraltareños.

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