El ocaso del general Espinosa
Caso Mediador
Las opiniones entre quienes le conocieron hace dos décadas, durante su etapa al frente de la Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras, difieren sobre el personaje, detenido como supuesto cabecilla de una red corrupta
En opinión de algunos, es “un relaciones públicas de primera”, un tipo muy inteligente y preparado, con experiencia internacional que se desenvuelve muy bien en inglés, francés e italiano; para otros, en cambio, se trata más bien de un individuo “prepotente, que siempre miraba por encima del hombro a los demás”, especialmente a sus subordinados. Pero todo eso es pasado. El nuevo perfil personal del general Francisco Espinosa Navas ha empezado a escribirse a raíz de su detención, el pasado 16 de febrero, en el marco de una operación conjunta de la Guardia Civil y de la Policía Nacional y diligenciada por el Juzgado de Instrucción nº 4 de Santa Cruz de Tenerife.
Los resultados de la investigación del llamado caso Mediador sitúan a Espinosa como uno de los cabecillas de una trama corrupta, dedicada a cobrar mordidas a empresas -especialmente, del ámbito ganadero- a cambio de adjudicaciones de contratos públicos, evitar inspecciones sanitarias y agilizar o desbloquear expedientes de ayudas europeas.
El general, en concreto, está siendo investigado por cohecho y organización criminal, bajo la sospecha de haber recibido comisiones por, al menos, el supuesto amaño de cuatro contratos públicos valorados en más de 260.000 euros financiados con fondos europeos. Ya fue investigado en 2010 en otra trama de corrupción en Canarias, el caso Unión, pero la causa en su contra fue archivada.
Siendo aún coronel, Espinosa fue entre los años 2001 y 2004 el máximo responsable de la Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras. Consultadas por Europa Sur, algunas de las personas que le conocieron durante esa etapa campogibraltareña no se extrañan de los hechos atribuidos al general -retirado del servicio hace no mucho, tras cumplir la edad reglamentaria- aunque otras manifiestan su absoluta decepción y sorpresa por su detención.
"El honor es nuestra divisa"
“Estamos anonadados”, resume un mando de la Benemérita que conoció muy de cerca a Espinosa, o eso creía, y que años ha le tuvo de profesor de Derecho Penal en la Academia de Oficiales de Aranjuez. “Evidentemente, hay que respetar la presunción de inocencia, pero nadie entiende nada. Todo el mundo hablaba muy bien de él, es inexplicable, incomprensible, nadie tenía la más mínima idea”, expresa.
“A nivel interno se nos mira con lupa, especialmente a los mandos, y Espinosa jamás mostró el menor signo de corrupción, al menos, hasta donde yo sé”, añade. “En la Guardia Civil, por nuestro carácter militar y por nuestra estructura de mando, no hay comisarios Villarejos con tramas corruptas organizadas en el seno del cuerpo”, manifiesta este responsable en referencia a José Manuel Villarejo, acusado de liderar durante años una trama corrupta en la Policía Nacional con la connivencia de otros mandos, agentes a sus órdenes y políticos: “Como en muchos sitios, en la Guardia Civil hay sinvergüenzas, pero son casos individuales”.
“El que la hace, la paga. El honor es nuestra divisa y, una vez perdido, no se recupera jamás”, sentencia este responsable de la Benemérita en alusión al lema que rige en el cuerpo desde su fundación en 1844.
Jefe de la "rama empresarial"
Nacido en 1956 en Guillena (Sevilla), Espinosa es considerado por los investigadores como el jefe de la “rama empresarial” de la red corrupta. De la relevancia de su papel, y del riesgo de que se dé a la fuga, da cuenta el hecho de que es el único de los doce detenidos que ha ingresado en prisión provisional por orden judicial tras haber prestado declaración.
Las fuentes consultadas mantienen que el general tiene a sus espaldas un patrimonio considerable después de años de carrera ininterrumpida en la Guardia Civil, siempre en ascenso. Tras ejercer en Algeciras fue agregado en la embajada de España en París (2004-08), jefe de la Comandancia de Las Palmas de Gran Canaria (2008-12), segundo jefe del Estado mayor de la Guardia Civil (2013-16), jefe de la Secretaría de Cooperación Internacional (2016-2017) y director del Gar-Si Sahel, un programa de la Unión Europea para reforzar la seguridad en Mauritania, Burkina Faso, Malí, Níger, Senegal y Chad.
“En ese último puesto tenía un sueldo neto que rondaba los 15.000 euros mensuales”, aseguran. ¿Qué necesidad tenía de participar en corruptelas, de poner su prestigio en juego, de echar por tierra toda su carrera? Su sensación de impunidad era tal que recibió a varios de los empresarios implicados en la sede de la Dirección General de la Guardia Civil, en Madrid, se supone que para impresionarles y recibir de ellos a renglón seguido dinero y dádivas diversas. Para los miembros de la red, los apodos para referirse a él eran Papá y Viejo.
En verano era frecuente verle pasear junto a su esposa por la playa onubense de Punta Umbría, donde posee una vivienda, si bien en las investigaciones se detalla cómo trató de colocar infructuosamente a una amante en una de las empresas de la red, con un salario de 3.000 euros.
“Espinosa se valdría tanto de su condición como general de división y director del proyecto Gar-Si Sahel como del cargo que antaño ostentó como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Las Palmas y sus relaciones, a fin de transmitirles a los empresarios de la trama altas posibilidades de gestión y éxito en sus proyectos, a cambio de las correspondientes comisiones”, se afirma en los informes policiales, recogidos por El País.
Cajas de vino y cava en la Comandancia
“A decir verdad, no me ha extrañado su detención”, apunta un miembro de la judicatura campogibraltareña que, en tiempos, tuvo frecuente contacto profesional con el hoy general. “Era un personaje muy altivo, de comidas siempre con empresarios. También le gustaba mucho rodearse de políticos”, asegura.
El coronel no era un personaje que pasase precisamente desapercibido en Algeciras y algunas de las personas que estuvieron bajo su mando no guardan precisamente buena opinión de él. Esas reuniones con empresarios y otros amigos tenían a veces ocasión en las dependencias de la Comandancia de Algeciras, donde residía. “Más de una noche envió a algunos agentes a comprar cajas de vino y cava para las fiestas que montaba”, mantiene alguien que le trató de cerca.
“En cierta ocasión, un agente antidisturbios se quejó de que, mientras él y sus compañeros estaban dando palos a los piquetes de huelguistas en las puertas de una fábrica del polo industrial, en Palmones (Los Barrios), él estaba almorzando tan feliz con los directivos de la empresa”, añade.
Un ex directivo de otra destacada empresa, con sede en Algeciras, expresa su sorpresa y pesadumbre por la detención de Espinosa y las acusaciones en su contra: “Sufrimos una protesta de los trabajadores muy dura, pidiéndonos una subida salarial imposible de asumir. En el portal de mi casa hicieron pintadas y ocuparon las oficinas. Todos los días, a lo largo de dos o tres semanas, aporreaban a la hora del bocadillo las puertas de la dirección; el coronel, consciente de lo mal que lo estaba pasando, se venía siempre a apoyarme y se metía conmigo en mi despacho. Ha sido un golpe muy duro enterarme de su detención porque, la verdad, es que yo le adoraba”.
Espinosa actuaba también en aquellos años como abogado del Estado, en defensa de guardias civiles en casos relacionados con el ejercicio de sus funciones, como accidentes de tráfico o lesiones provocadas durante alguna detención. También jugó un papel clave en la detención de una veintena de guardias civiles destinados en la Verja de Gibraltar, acusados de colaborar con el contrabando de tabaco. “Él fue el instructor interno de la Guardia Civil de aquel procedimiento, pero cuando el caso llegó a la Audiencia de Cádiz, todos los acusados fueron absueltos por la debilidad de las pruebas en su contra”, rememora un testigo de aquellos años.
Otra persona -vinculada a la lucha contra la drogadicción y que tuvo ocasión de tratarle como jefe de la Comandancia- considera que Espinosa era “un fantasma al que le gustaba mucho el cachondeo”. “Una vez”, asegura, “estaba con un puro en la boca y un vaso de güisqui en la mano y se quiso hacer una foto conmigo, echándome el brazo por el hombro; yo le dije que no y se molestó. Me preguntó si no me fiaba de él y le respondí que no fiaba de nadie”. “Eso sí, jamás tuvimos sospecha de que tuviese nada que ver con el mundo de la droga que se mueve en la comarca”, aclara.
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