Origen e historia de los espacios urbanos de Algeciras: la Huerta del Ancla (y II)
OBSERVATORIO DE LA TROCHA - NUESTRO URBANISMO HISTÓRICO
Cuando Algeciras ya estaba destruida en el siglo XV, se originó para el espacio que nos ocupa el topónimo El Realejo, que aparece en alguna fuente del siglo XVIII
Tras la implantación del ferrocarril a finales del siglo XIX, la vía férrea dividió en dos el espacio que estudiamos
Origen e historia de los espacios urbanos de Algeciras: la Huerta del Ancla (I)

Algeciras/Posiblemente, cuando Algeciras ya estaba destruida en el siglo XV, se originó para el espacio que nos ocupa el topónimo El Realejo, que aparece en alguna fuente del siglo XVIII. Ello es muy significativo, pues en toponimia histórica, los términos Real, Realillo, Realejo y similares significan que es un lugar donde ha habido un campamento militar importante y que incluso por sus características se presta a esa función con carácter recurrente. Tenemos noticia de ese empleo, por ejemplo, en la Crónica de Juan II, cuando al mando de García Gómez Manrique, las tropas de Jerez “fueron a asentar su real a la vega de Algeciras”, en un fallido intento de conquistar Castellar de la Frontera. El lugar era idóneo para la acampada, mejor que las vegas, pues éstas estuvieron casi siempre cultivadas, mientras que el realejo era mejor terreno que el de intramuros de la ciudad, al estar libre de ruinas y zonas pantanosas, estando de paso más cerca de la costa que el resto de la vega.
En este espacio extramuros existía en el siglo XVIII un cementerio junto a la orilla, donde eran sepultados los fallecidos en el hospital militar existente en el ángulo SO de la Plaza Baja. En la única fuente cartográfica que lo refleja, aunque de modo más convencional que real, se aprecia su planta rectangular y una ordenación de tumbas en hileras, lo cual puede deberse a una planificación ex profeso de carácter militar, en vez de una agrupación desordenada si el pequeño cementerio hubiera sido creado espontáneamente por los repobladores. Además, estaba demasiado lejos de la zona entonces repoblada. Por cierto, no todo este terreno era estable, pues en un sector tenía una entrada pantanosa, posible resto de algún estero desecado.
En el siglo XVIII, un importante vecino, hijo del famoso Bartolomé Luis Varela, ofreció la reconstrucción del ruinoso puente antiguo a cambio de explotar el realejo como huerta. Pero al extender ésta hasta el mismo pie de las murallas en ruinas (situación semejante sucedía intramuros de las mismas, impedía el paso de la caballería del cuartel del pozo del rey, situado en el actual edificio del antiguo Gobierno Militar, en la esquina entre la calle del pozo del rey (hoy Antonio Badillo) y la plazoleta de los caballos (General Martí Barroso).
Cuando el escuadrón o un destacamento menor, tenía que salir del recinto murado para cubrir la vigilancia de la costa al sur de Algeciras, al parecer su itinerario era complicado, dada la cantidad de huertas en su entorno. Tras formar en la plazoleta o en la contigua calle, accedían por ésta a la calle-camino de Tarifa, dejando atrás el famoso Pozo del Rey, situado en la intersección de las citadas calles. Doblaban en 90º hacia el oeste para acceder al campo libre por la casi derruida puerta de Tarifa o por una inmediata brecha en la muralla, girando de nuevo, esta vez hacia el sur y bordeando la muralla hasta La Atalaya o esquina SO del recinto amurallado, y desde allí cruzar el río según se dice por una pasarela de madera, más fiable que el antiguo puente. Este tortuoso itinerario, en vez de acceder directamente a la orilla del río, estaba dictado, no solo por las huertas sino por la derruida muralla, que tanto en el río como en el tramo entre éste y la puerta de Tarifa, su estado ruinoso las hacía inútiles como defensa para repeler un asedio, pero todavía representando un gran obstáculo para el tránsito a través de ellas. Naturalmente, hubo protestas por parte del ejército y la situación debió solucionarse con la restauración del puente, y más adelante, la zona fue objeto de atención al crearse la Capilla del Cristo de la Alameda, el Hospital y la Alameda que las unía.
Lo singular de este espacio, es que hasta principios del siglo XX, en el extremo más hacia levante de la orilla izquierda, existía una carpintería de ribera, que atendía a la reparación (no sabemos si construcción) de las embarcaciones que pese a su porte, su calado les permitía acceder allí, teniendo en cuenta que el río de la Miel era navegable para embarcaciones ligeras hasta pocos metros más abajo del puente del Matadero. Queda así plenamente justificado ese extraño topónimo de tipo marítimo, pues efectivamente embarcaciones del porte de un falucho grande podían fondear hasta bastante cerca del referido puente, donde todavía se apreciaba el ciclo de mareas de la bahía.
El puente de un arco construido en 1819, junto a la capilla de la Alameda, ya obligaba a desarbolar su aparejo a los barcos que bajo él se veían obligados a pasar, situación agravada por el puente del ferrocarril que en 1892 dificultó algo más el tránsito, así como por el puente de la Conferencia, construido en 1906. No obstante hay documentación gráfica de que en ese varadero fluvial se atendían faluchos de tamaño medio y las grandes gabarras que solucionaban el transbordo, al no existir muelles pero ser bastante frecuentado el fondeadero ante Algeciras.
Tras la implantación del ferrocarril a finales del siglo XIX, la vía férrea dividió en dos el espacio que estudiamos, y, muy cerca de la capilla, cruzaba el río por un puente metálico. Cercano a él, se había dispuesto un “cargadero de materiales”, tal como figura en planos de la época y pensamos que muchos materiales en especial los metálicos, serían llevados en barcos al fondeadero de Algeciras, y desde allí, las gabarras remontaban el pequeño estuario y desembarcaban su carga en el punto que reseñamos.
Un elemento muy interesante es el antiguo paso a nivel del ancla, en el cruce de la vía férrea con el camino de Tarifa que conducía de la plaza de la Caridad al puente del río de la Miel. Gracias a su solidez y sencillo uso, se mantuvo hasta época relativamente reciente. De disposición verdaderamente ingeniosa, su planta era cuadrada, con cuatro postes en los ángulos y cuatro grandes batientes cuyas charnelas permitían un doble uso, pues normalmente cerraban el acceso a la vía a uno y otro lado de la carretera, pero en el caso de pasar un tren, cada uno de los batientes giraba en 90º, cerrando la carretera y dejando libre la vía.
Este espacio ha sufrido una fuerte presión humana o antrópica y es difícilmente reconocible, sobre todo el sector más cercano al puente del Matadero ha sido urbanizado y el gran espacio libre comprendido entre el antiguo trazado de la vía y la calle Alameda ha sido convertido en aparcamiento público con dos accesos, uno por la antigua carrera de Tarifa y otro por la calle Alameda, junto a la Capilla del Cristo de la Alameda.
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