Los policías locales que detuvieron a Yassine Kanjaa asumieron el riesgo de que llevara un chaleco-bomba
ATAQUE YIHADISTA
Los agentes intervinieron aún cuando no podían ver si el sospechoso tenía armas en sus manos o explosivos escondidos en la ropa
Sin tiempo para esperar refuerzos, se debatieron entre desenfundar las Walter P-99 al grito de “¡Alto, policía!” o arrojarse sobre el objetivo para inmovilizarlo
Drogas, delincuencia y marginalidad: la autoradicalización exprés de Yassine Kanjaa
Uno de ellos tiene nombre de arcángel. El otro, uno compuesto y especialmente navideño. Su identidad ha de permanecer, de momento, en absoluto secreto. Ni sus iniciales permite la Audiencia Nacional que se hagan públicas. Tampoco su edad, que en ambos casos está por encima de los cuarenta, lo que subraya aún más si cabe la heroicidad de su hazaña. El patrullero de la Policía Local de Algeciras en el que efectuaban su ronda por el centro el pasado 25 de enero era, en el momento en que se dio el aviso por radio, el más próximo al lugar de los crímenes.
Incidente "Amok"
Ambos agentes habían recibido recientemente instrucción sobre el protocolo confidencial Amok, el previsto ante una situación como la vivida en el centro de Algeciras: “ataques violentos sobre la población de manera indiscriminada o sobre un colectivo por motivos terroristas, raciales o de carácter psiquiátrico”. Sabían por tanto que, ante los hechos de los que estaban siendo informados por la emisora del patrullero, no había que detenerse a atender a los heridos, ni siquiera si era agentes de las Fuerzas de Seguridad. La prioridad de Amok establece que la primera actuación de todas es neutralizar al posible terrorista en el menor tiempo posible, para que no siga causando víctimas: los manuales alertan de que la amenaza solo cesa con la inmovilización del individuo o su suicidio.
Ha de intervenirse, por tanto, con muy poca información; los agentes no pueden pararse a verificar ni comprobar nada. Las instrucciones ante un síndrome amok son muy precisas: “disparar a las piernas o a la cabeza al terrorista, ya que puede portar un chaleco con explosivos que podrían ser detonados”. Hay que mantener la distancia. No deben ser tocados objetos sospechosos porque pueden ser bombas trampa.
Los dos locales de Algeciras estaban recibiendo información por parte del oficial de servicio a cargo de la Sala del 092. Varios testigos de los ataques se habían puesto ya en contacto telefónico directo con la Policía Local, habían descrito al sospechoso, relatado detalles de su agresividad, su indumentaria, su idioma y su ubicación. La sala de radio conoce hacia dónde se dirige el atacante y alerta a todas las patrullas que hacen su ronda.
Así se detuvo a Kanjaa
Cuando los primeros agentes llegan al lugar señalado, la Plaza de Nuestra Señora de las Lágrimas, encuentran a un hombre en posición de rodillas planas. Es la posición del julus, previa a la postración, en la oración rutinaria de los musulmanes. Está orientado hacia el este, hacia Gibraltar, frente al balcón que se asoma a la Bahía. Los agentes no pueden ver sus manos cuando se acercan sigilosamente por detrás. El sospechoso parece ajeno al griterío de la periferia. En el suelo, casi rozando su rodilla derecha, reposa el machete ensangrentado con el que ha sembrado el pánico en el centro de la ciudad. El sujeto no se percata de la presencia policial.
Los agentes sopesan solo unos segundos cómo actuar. Dudan entre desenfundar sus armas reglamentarias al grito de “¡Policía, no se mueva, levante las manos!” o abalanzarse sobre él para inmovilizarlo. Cualquier opción es aceptable: los agentes están plenamente familiarizados con la Walter P-99 que llevan en el cinto y con la que realizan periódicamente distintas prácticas de tiro en galería y campo.
Los policías deciden arrojarse sobre el sospechoso. Uno de ellos lo hace, defensa en mano, sobre el cuello del sujeto, practicando una palanca de estrangulamiento con la que lo derriba hacia detrás, haciéndole caer sobre su espalda. El otro se ocupa de que no pueda alcanzar el machete y agarra las manos del presunto asesino para anular cualquier posibilidad de defensa. Son conscientes no solo de que puede portar otras armas sino, incluso, un chaleco de explosivos. Sujetar bien sus manos es vital.
"Lo he hecho por mi dios"
El sospechoso, Yassine Kanjaa, no ofrece resistencia alguna. La maniobra del engrilletado de seguridad, con las manos a la espalda, la llevan a cabo los mismos dos agentes que lo han reducido. Ninguna palabra sale de la boca del machetero. Solo cuando llegan los refuerzos, dirigiéndose a un oficial de la Policía Local antes de ser conducido al vehículo policial, el detenido dice en español: “Lo he hecho por mi dios”. Todos lo oyen.
Tras el arresto, el sospechoso es conducido a dependencias policiales y a un centro de salud para un primer examen de posibles lesiones. En el lugar donde fue detenido en actitud orante quedará, hasta la llegada de los agentes de la policía científica, el arma de sus crímenes, un machete de 45 centímetros cuyo precio en el mercado es de 34 euros y una misbaha con 99 cuentas correspondientes a los 99 atributos de Dios en el islam. La chilaba y el pantalón contienen numerosos restos de sangre, razón por la que le son retirados para su examen criminalístico.
Matar con ira ciega
"Amok" es un término que procede de Malasia y significa "atacar o matar con ira ciega". Requiere una actuación rápida y efectiva. Los últimos atentados yihadistas perpetrados en Europa encajan en la descripción de crisis de seguridad de Amok. Entre todas las indicaciones de este protocolo confidencial de uso policial figura, por ejemplo, la de distraer al atacante para que dirija la atención hacia la policía y, así, intentar que cese su acción sobre sus objetivos.
El protocolo Amok se creó a partir de una serie de actuaciones policiales ineficaces ante episodios de ataques indiscriminados a colectivos por personas armadas y violentas en EEUU. Esperar la llegada de refuerzos o de agentes de élite convenientemente equipados, acordonar la zona, aguardar órdenes o valorar el escenario son protocolos ya en desuso ante la presencia de un síndrome amok. “Los policías deben dirigirse hacia el lugar del que todo el mundo huye”, señala el manual.
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