Mi primo italiano
En la feria de 1942, Vicenzo conoció a una chica algecireña, Rosita Sambucety, de la que se enamoró. Contrajeron matrimonio en 1948 en la iglesia de Nuestra Señora de la Palma
Versione italiana: Mio cugino italiano
Algeciras/Tengo un primo italiano. Claro está que alguien, con razón, me podrá decir: ¡A mí, qué!. O me responderá que él tiene un primo inglés. Pues bien, yo creo que no es lo mismo tener un primo italiano que tenerlo lituano o finlandés. Italia y los italianos tienen prestigio. Si a usted le gusta la música italiana de los 60, digamos Pepino di Capri, por no remontarnos a Arcangelo Corelli, usted es un apasionado del arte renacentista; si es católico, será feliz con un papa de Roma que antes haya sido Patriarca de Venecia, pongamos por caso, y no un frío teólogo teutón. Bueno, antes de seguir diré que además tengo un primo inglés, aunque esa es otra historia. La razón de esta parentela tan variopinta es que yo soy de Algeciras y esta es una tierra cosmopolita.
Mi primo Vincenzo tiene mi misma edad y dos apellidos italianos y es fruto de una historia de amor como para hacer una película de esas de Ingrid Bergman de los años 50 del siglo anterior. Su padre, Nino, oficial de la Regia Marina, era el oficial de comunicaciones del consulado italiano en Algeciras durante la Segunda Guerra Mundial y por tanto, pieza importante para las acciones submarinas contra la flota inglesa en Gibraltar.
En la feria de 1942, Vicenzo conoció a una chica algecireña, Rosita Sambucety, de la que se enamoró. La rendición del ejército italiano y la ulterior firma del armisticio, en septiembre de 1943, llevó a Nino a un campo de concentración inglés en Túnez donde le tuvieron a “pan y agua” una temporada. Pero el recuerdo de la belleza, elegancia y simpatía de Rosita era su mejor alimento y alentaba la vida de este hombre. La esperanza del reencuentro y de una feliz vida en común le hicieron superar las enormes dificultades de aquellos tiempos recios llenos de obstáculos y dificultades.
Tuvieron que ser escrutados por la censura a la que tanto en Italia como en España era sometida la correspondencia
¿Alguien puede imaginar hoy una relación exclusivamente epistolar mantenida durante cinco años entre una pareja de enamorados?. La volubilidad de las relaciones afectivas en la era actual de la inmediatez, de la trivialidad de Facebook y del WhatsApp, hacen difícilmente creíble que cosas así pasaran y que tal vez sigan pasando. Ellos tuvieron que ser escrutados por la censura a la que tanto en Italia como en España era sometida la correspondencia, soportar las bromas de familiares y amigos sobre el dudoso retorno del italiano, la prueba del tiempo y la lejanía. Pero sí, el italiano volvió y se casó con Rosita en la iglesia de Nuestra Señora de la Palma en 1948, cinco años después de su salida de Algeciras, cinco años de calamidades pero también años llenos de proyectos de futuro.
Vincenzo nació un año después y durante algunos pocos veranos, siendo niño, venía a visitar a su abuela, que era mi tía abuela. Pasaron 60 años desde que Vincenzo vino por última vez a Algeciras hasta que el pasado mes de septiembre nos ha visitado de nuevo. Salvo la Plaza Alta, mejor dicho, salvo la iglesia de la Palma y el edificio del Ayuntamiento, todo le era extraño.
Los algecireños Sambucety, Sanguineti, Ottone, Parodi, Bonani, Bianchi y muchos otros son, principalmente, descendientes de genoveses que vinieron a nuestras costas en el siglo XIX
El viejo caserón de la calle Convento, desde cuya azotea veía el peñón de Gibraltar, hacía muchos años que había desaparecido. Del cuartel de infantería no quedaba nada, salvo la música de la retreta nocturna y ésta solo en nuestra memoria. Los nobles edificios con cierros acristalados tan comunes en esa calle habían sido derribados sin excepción.
Vincenzo, un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano, nos habló en una conferencia dictada en el Centro Documental José Luis Cano de la presencia italiana en Algeciras. Los algecireños Sambucety, Sanguineti, Ottone, Parodi, Bonani, Bianchi y muchos otros son, principalmente, descendientes de genoveses que vinieron a nuestras costas en el siglo XIX, unos huyendo de la dominación francesa de su tierra natal y otros para ganarse una vida mejor. Y un grupo más reducido, como marinos submarinistas a luchar por su país al principio de los años 40. Entre ellos su padre, Nino, que se enamoró de una chica de Algeciras. Así que mi primo es un italiano especial.
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