El puente entre al-Andalus y el Magreb en los siglos VIII y IX
El Puerto de Algeciras a través de la Historia
Tras la llegada de Tariq ben Ziyad y Musa ben Nuzayr nace al-Yazira al-Jadrá, que en poco tiempo se convertiría en el principal puerto del Estrecho
Algeciras/En la primavera del año 711 Tariq ben Ziyad desembarcó en el Peñón de Gibraltar. En ese abrupto lugar fue reuniendo sus tropas, pero como no había tierras de cultivo ni agua corriente, se trasladó al otro lado de la bahía estableciendo el campamento junto al río, que luego se llamó wadi al-Asal (río de la Miel), donde se instaló, dejando en él a su aliado el conde don Julián como provisional gobernador, en tanto que, al frente de su ejército de bereberes y algunos árabes, iniciaba la conquista de Hispania.
En la primavera del año siguiente Musa ben Nuzayr, gobernador del Norte de África, con un ejército de árabes y sirios, desembarcó en ese mismo lugar. La primera acción de Musa, al pisar suelo hispano, fue reunir en asamblea a los comandantes de su ejército y trazar sobre el terreno la planta de una mezquita, la primera fundada en suelo ibérico. Para el arabista Pedro Chalmeta, el trazado y la fundación de una mezquita, como primera acción de Musa al desembarcar en la Península Ibérica, representaba “el acta fundacional de la ciudad de Algeciras”, destinada a ser foco de islamización y arabización de los nuevos territorios y puerta de la Conquista de Hispania.
Había nacido al-Yazira al-Jadrá, que en poco tiempo se convertiría en el principal puerto del Estrecho y en la capital de una de las provincias meridionales del Estado Andalusí. En esos albores de su historia musulmana, estaba habitada por población indígena cristiana previa a la conquista, por numerosos inmigrantes bereberes de las tribus masmuda, miknasa, kutama, sinhaya y hawwara y por algunos dirigentes árabes y sirios. Algunos de los bereberes, nacido en Algeciras en las décadas siguientes, llegaron a ocupar cargos relevantes en la ciudad, como el de gobernador, juez o imán. Un caso especial -por la novedad que representaba que un no árabe fuera nombrado por el emir omeya de al-Andalus gobernador- fue el de Yahya ben Katir, de la tribu masmuda, al que el emir Abderramán I nombró gobernador de la cora de Algeciras en el año 769 o el de Abbas ben Nasih, perteneciente, también a los bereberes masmudas, que ocupó el cargo de juez de Algeciras en tiempos de al-Hakam I.
La ciudad y su puerto contaba, por lo tanto, antes de mediado el siglo VIII, con un “wali” o gobernador nombrado desde Kairuán y, luego, por los emires de Córdoba una vez entronizado el príncipe omeya Abderramán I, con un cadí o juez provincial y con prestigiosos ulemas encargados de la enseñanza de la doctrina islámica.
En el primer siglo de al-Andalus, la nueva fundación, apoyada en su estratégico puerto, se fue desarrollando hasta convertirse en capital de una circunscripción político-administrativa de carácter provincial que abarcaba los territorios que hoy constituyen el Campo de Gibraltar y parte de los términos de Alcalá de los Gazules, Gaucín, Casares y Estepona. No cabe duda de que su carácter portuario, tanto de tránsito de pasajeros como comercial, se fue consolidando al transformarse en el puerto por excelencia para el desembarco de los contingentes bereberes que cruzaron el Estrecho para instalarse en las nuevas tierras conquistadas.
Por otra parte, desde fechas muy tempranas se tienen noticias de la utilización del puerto de Algeciras como punto de embarque de peregrinos andalusíes que viajaban a La Meca por mar o a pie a través de los caminos costeros que conducían, por el Norte de África, hasta Arabia. Y no fue desdeñable el trasiego de árabes y clientes de los omeyas que cruzaron el Estrecho hasta Algeciras desde Siria, huyendo de los abbasíes que se habían apoderado de Damasco y expulsado a los omeyas. Al-Himyari refiere que “el puerto de Algeciras ofrece un abrigo seguro, incluso durante el invierno, siendo el lugar más cómodo de embarque para atravesar el Estrecho de Gibraltar y el más cercano de la costa africana”.
A través de los diccionarios biográficos conocemos los nombres de ulemas originarios de Algeciras, la mayor parte de ellos de origen bereber, que en los siglos VIII y IX embarcaron en su puerto para hacer la Peregrinación o en misiones de carácter diplomático por encargo de los emires cordobeses, como el algecireño, ya citado, Abbas ben Nasih ―hijo del gobernador de la ciudad― y el ulema, Yahyá ben Yahya, que embarcó en su puerto para estudiar en Oriente a principios del siglo IX.
Al mismo tiempo que el puerto algecireño se estaba convirtiendo en punto de arribada de inmigrantes norteafricanos o de lugar de embarque de ulemas y sabios que viajaban a Oriente en peregrinación o para aprender en aquellas tierras, se estaban iniciando los contactos diplomáticos y comerciales con los puertos norteafricanos (Ceuta y Tánger) que conducirían, a partir del reinado de Abderramán III (primera mitad del siglo X), al establecimiento de los omeyas andalusíes en tierras del Magreb occidental con la finalidad de controlar a sus enemigos fatimíes y las rutas del oro subsahariano que llegaba a los puertos del Mediterráneo.
La arribada por el puerto de Algeciras de inmigrantes procedentes de Oriente estuvo, en ocasiones, acompañada de costumbres, ideas y doctrinas que eran ajenas a la sociedad mixta que se estaba formando en al-Andalus. Por este transitado puerto entró la doctrina malikí, que tanto arraigo tuvo en al-Andalus, no en vano era su principal valedor el algecireño Yahya ben Yahya (nacido en el 769), que llegó a ejercer de asesor para temas jurídicos de Abderrahmán II y el famoso poeta y músico Ziryad. Sin embargo, hasta mediados del siglo IX, la ciudad y su puerto, probablemente situado en el estuario que formaba el río de la Miel ocupado actualmente por la Estación del Ferrocarril, la antigua fábrica de corcho y el Instituto Ventura Morón, carecía de los medios de defensa necesarios para evitar ataques piráticos.
El control por el poder musulmán de ambas orilla del Estrecho parecía hacer innecesarias costosas obras de defensa en la nueva fundación. Pero resultó una creencia equivocada. A inicios del verano del año 859, una flota vikinga formada por sesenta bajeles y con unos cuatro mil guerreros, mandados por un tal Hastein, hijo del rey de Noruega, arribó a la bahía de Algeciras y asaltó la indefensa ciudad. El compilador Al-Himyari asegura que la mezquita de las Banderas de Algeciras recibió ese nombre porque los normandos colocaron en ella sus enseñas cuando asaltaron y tomaron la ciudad. Añade este autor que los bastidores de una de las puertas de la reconstruida mezquita se hicieron con la madera de los barcos vikingos capturados.
Es probable que los habitantes de la ciudad lograran huir a las montañas cercanas y que, días más tarde, apoyados por los soldados del “chund” (ejército regular) establecidos en Sidonia, pudieran contraatacar y expulsar a los invasores ocasionándoles la pérdida de algunos de sus bajeles, como refiere al-Himyari. Aunque este asalto causó enormes daños, sirvió para que se acometieran importantes obras de fortificación en la ciudad. El historiador Ibn Hayyán (siglo XI) refiere que “las murallas de Algeciras fueron edificadas durante el reinado de Muhammad I” (822-886), transformándose su puerto en una de las bases de la flota encargada de la defensa de las costas del sur.
Algeciras era, a finales del siglo IX, un espacio urbanizado, con una población estable, emporio comercial (por este puerto entraba la plata extraída de los montes de Tánger necesaria para las acuñaciones omeyas) y con arsenales para construir embarcaciones y reparar los navíos de guerra de la flota emiral. En esos años se ha documentado, en los diccionarios biográficos estudiados por las arabistas Manuela Marín y Maribel Fierro, la existencia de dieciocho ulemas y cadíes locales surgidos en el seno de prestigiosas familias algecireñas, sobre todo de dos de ellas: los Banu Badrún y los Banu Nasih, ya citados, así como de gobernadores nacidos en la ciudad, lo que demuestra que el proceso de desarrollo urbano-portuario, de creación de unas estructuras político-administrativas y de auge de su pujante puerto estaba ya muy avanzado en los albores del siglo X.
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