De redes, lugares y especialitos
Campo Chico
Los padres de Lola Peche llegaron procedentes de Casares allá por la segunda década del pasado siglo
Ningún otro lugar del planeta puede dar más en un marco donde conviven variedad, belleza y singularidad
Algeciras/Visito de vez en cuando los lugares de la red de redes (Internet) en los que aparecen comentarios y fotografías que recuerdan cómo era la Algeciras del despegue que, desde muy pocos recursos, entre los que reinaba el estraperlo, se iba haciendo a sí misma insertada en una comarca singularísima en la que el ingenio juega con la variedad de todo lo que se nos ocurra. No sé si sería posible en algún otro lugar encontrar la chispa, la ocurrencia, el ingenio, reinando en las gentes de un territorio en el que la industria y el paisaje juegan a tirarse flores de luz. Nunca por mejor citados los bellos versos de Lola Peche, escritos –seguramente– en momentos de máxima inspiración: “En la Bahía de Algeciras/ el cielo y el mar, jugando/ puñados de luz se tiran”.
La emocionante apertura de una calle nueva dedicada a Lola, el día primero de mayo de 1999, cuando se esperaba un nuevo milenio, tenía para mí y para quienes vivimos intensamente aquella zona en nuestra niñez y adolescencia, un hondo significado por cuanto aquel lugar en el que se abría un pasaje entre las que llamábamos, Larga y Alta, había sido la ubicación de un edificio emblemático tanto por su hechura cuanto por quienes habían vivido en él, los Rus y los Carbonell, especialmente. Dos familias muy significativas en la Algeciras de los años cincuenta y sesenta, entre las muchas que vinieron y o bien quedaron o bien estuvieron ligadas para siempre, de un modo u otro, a lo que bien podríamos llamar nuestro acervo social. No faltan los algecireños de nacimiento que apenas si han tenido un gesto para sus orígenes y, no obstante, tienen en él un señalamiento, pero su montante está sobradamente compensado por quienes de procedencias diversas han contribuido de modo decisivo a nuestro desarrollo.
Pepe Vallecillo e Ignacio Pérez de Vargas me decían en una ocasión; en el marco inolvidable del Chic, el entrañable bareto de Salvador Romero en José Antonio 2, justo donde estuvo Los Rosales, el legendario bar del padre de Ignacio; que iban a propiciar la creación de una Casa de Algeciras en Algeciras. Los dos personajes bromeaban sobre esa percepción que tenemos de pérdida de identidad causada por la debilitación del arraigo. Siempre se dijo por aquí que Algeciras es una mala madre y una buena madrastra. Sin embargo no es sino que nuestro tradicional escepticismo contrasta con la actitud emprendedora de los que llegan atraídos por unas posibilidades que no son percibidas por los nativos. Debemos celebrar que la gente llegue a hacer y a integrarse, y no lamentarlo. Son innumerables los ejemplos de los beneficios que han traído a la comarca los venidos de otros lugares, próximos o lejanos. Hace casi exactamente un año se celebró en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, con la presencia de los alcaldes de ambas ciudades, el hermanamiento de Villajoyosa y Algeciras. Una feliz iniciativa, como tantas otras, de AEPA 2015. Era el señalamiento oficial de un hecho ligado al origen de muchos algecireños que ya nacieron aquí o vinieron con sus mayores, armadores y trabajadores de actividades pesqueras, en los años cincuenta y sesenta.
La propia Lola Peche era hija de casareños; sus padres llegaron procedentes de Casares allá por la segunda década del pasado siglo: un municipio integrado en la provincia de Málaga que perteneció a la Cora andalusí de Al-Yazirat y ha mantenido siempre una estrecha vinculación social con San Martín del Tesorillo y, por extensión, con el Campo de Gibraltar, a través de la pedanía de El Secadero en el valle del Guadiaro. Manuel García Campillo, ese gran especialito que ha estado en iniciativas sin las que no se comprendería nuestra realidad, es, como lo soy yo y todos los Pérez de Vargas nacidos en Algeciras, que ya son multitud, descendiente de casareños por vía paterna. Manuel, su padre, había nacido en Casares, como nuestra admirada María Quirós, que tanta dulzura y sensibilidad nos ha transmitido a través de su larga y fructífera estancia en las ondas. Voces masculinas contrastadas en calidad y sonoridad, han dado la réplica a María, Pepe Ojeda, nacido en Tetuán y Juan Manuel Dicenta, que procede familiarmente de Segovia; su apellido suena a las artes escénicas y tal vez de ahí le venga el arte de expresarse. Su padre, gran amigo y compañero de trabajo de Ignacio Pérez de Vargas, tenía una voz prodigiosa.
Lola Peche me sucedió como pregonera de la Semana Santa de Algeciras. Yo en 1985, ella en 1986. Escribió un pregón magistral, brillante, inolvidable, que no pudo leer por no estar en condiciones de hacerlo y tuvimos que sustituirla para ese propósito. Casada con un militar de probada bonhomía, tuvo un hijo que nació en Málaga y creció en Algeciras; estudió Letras en Sevilla y allí vivió su madurez. Juan Luis Romero Peche murió joven, en diciembre de 2001, cuando aún le faltaba poco más de dos para cumplir los cincuenta años de edad. La escritora algecireña Nuria Ruiz Fernández publicó un trabajo en 2021, en la revista Almoraima (número 55), en el que analiza la vida y la obra de este escritor de compleja personalidad a la que el periodista jiennense Alfredo Valenzuela, enraizado en Sevilla, se refiere como “un escritor subversivo libelista”, un calificativo que ratifica su viuda, Verónica Hernández, una escultora y diseñadora madrileña que frecuenta estos pagos y fue invitada por la Alcaldía a clausurar la Feria del Libro de 2015, cuando donó al Ayuntamiento el legado de su suegra. La también escritora algecireña María del Mar Marchante estudió la obra de Lola Peche en su Esencia del Sur: Lola Peche Andrade.
En ese deambular por la Red, en la que ya se echan de menos figuras tan importantes como las de José María Contreras y José Miguel Garnica, hay gran cantidad de paradas que hacer. Resulta muy gratificante ver la cantidad de gente que con sus fotografías, propias o recogidas por esos rincones del universo binario, y con sus comentarios nos van ilustrando sobre lo que compartimos, suelo, cielo y ocurrencias, vivencias y emociones. Labor extraordinaria al respecto, la de Blas Matas en su blog (algecirasayer.es) y la continua exhibición de fotografías antiguas en el muro del Facebook de Pepe Castro (pepe.castro.5623). Mención especial merece Rafael Fernández García (Fotos Antiguas de Algeciras y del Campo de Gibraltar) por la gran cantidad de imágenes inéditas que publica. Rafael es hijo de don Aureliano, catedrático de Geografía e Historia y memorable profesor, que fue director de mi Instituto (hoy Kursaal) en mis años de bachillerato. De don Aureliano todos tenemos un recuerdo indeleble. Rafael es también nieto, por vía materna, de José García Sánchez Garcisánchez, el gran fotógrafo linense que fue director de la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad, en 1924. Una magnífica exposición de la obra de Garcisánchez fue organizada en el verano del 2023, por la Asociación Memoria de Algeciras, y el Círculo Mercantil y Ateneo de La Bahía, de La Línea, con la valiosa colaboración de Rafael.
El Campo de Gibraltar alberga tres marcas de primerísima categoría en el comercio turístico internacional: Tarifa, La Alcaidesa y Sotogrande, que conviven con uno de los polígonos industriales más importantes de Europa: algunas firmas, como Cepsa y Acerinox, atañen a los mercados de todo el mundo. Playas como El Rinconcillo o la de Puente Mayorga, de arena blanca, ofrecen un mar sin sobresaltos, y otras como la de La Atunara y sus próximas juegan a parecerse a las de Málaga; Getares añade para ser hacia el oeste gaditano, la opción de mar abierto. Campos de golf y de polo sirven de soporte a estancias de lujo. Alcaidesa Golf agrupa dos campos de 18 hoyos sobre una superficie rodeada de unas vistas bellísimas, que termina en una cuidada playa de 2 km de largo; el Real Club de Golf Sotogrande es, según la GolfWeb Editorial Staff, uno de los 100 mejores campos de golf del mundo; el Club de Golf Valderrama ha sido sede de un campeonato mundial y en él se celebra anualmente el Masters; y el Benalup Golf –entre otras alternativas propias o limítrofes y sin pecar de exhaustivos– se integra en un paisaje asomado a los arrozales de La Janda y al parque natural de Los Alcornocales. Y ya puestos, añadamos este parque y el del Estrecho, mencionemos la Almoraima y pensemos en un entramado territorial en que puede encontrarse todo lo que la imaginación dé de sí. Ningún otro lugar del planeta puede dar más en un marco donde conviven variedad, belleza y singularidad. Y para qué hablar de la gastronomía o de lo que es principal: la universalidad, el ingenio, la proximidad y la capacidad de acogida de nuestra gente.
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Llegan al Campo de Gibraltar días muy especiales con grandes eventos para toda la población