La salvación de Ceuta logró resucitar Algeciras desde 1720 a 1727
OBSERVATORIO DE LA TROCHA | NUESTRA HISTORIA URBANA
Durante 345 años, la ciudad arrasada dejó de ser un agente dinámico de la “gran historia”, hasta que en 1721 fondeó ante sus ruinas un gran personaje al servicio de la corona: el Marqués de Verboom
Las ciudades existen por su utilidad. Es posible afirmar que la existencia de una población no se debe a la casualidad, pues en el nacimiento, formación, evolución y supervivencia de cualquier núcleo urbano juegan condicionantes de muy diverso orden, tanto a pequeña como a gran escala. Al igual que los seres vivos, se diferencian las ciudades entre sí no solo por su morfología, sino por la clase de actividad principal que realizan.
Todas las ciudades tienen una razón de ser y una misión que cumplir, pudiendo variar esa predisposición o vocación con el paso del tiempo, a fin de sobrevivir. Este fenómeno se observa con facilidad en muchas ciudades, por ejemplo en aquellas que tuvieron una función militar y al desaparecer esta, sobreviven gracias a la explotación turística de sus antiguas fortificaciones.
La razón de existir para Algeciras es básicamente la función de puerto, varias veces modificada o incrementada. En todas estas variaciones y utilidades sustituidas/añadidas, el resultado ha destacado siempre la actividad portuaria en Algeciras como principal justificación o razón de ser de la ciudad.
Algeciras medieval, gran conjunto urbano y destrucción traumática
Los estudios de las últimas décadas desvelan una Algeciras romana (Julia Traducta en unión de Portus Albus) mucho más importante de lo sospechado, que fue sucedida por una fase bizantina (Mesopotamenoi) para desembocar en el siglo VIII en una nueva ciudad, al-Yazirat al-Hadra, aumentada en el siglo XIII con la ciudad palatina de al-Buniya (actual villa vieja). El magno conjunto, tantas veces remodelado y conocido como Las Algeciras, en la Edad Moderna hubiera sido la gran metrópoli del sur peninsular, pero exactamente en el año 1375 murió de forma contundente y literal como resultado de una conjunción de factores que merece ser tratada más extensamente en otra ocasión. El caso es que la extensa ciudad fue arrasada, las murallas cuidadosamente destruidas y el puerto interior cegado con los escombros.
Durante 345 años, Algeciras dejó de ser un agente dinámico de la “gran historia” y permaneció como simple espacio rural. Este, reducido a las actividades agrarias, fue explotado por una mínima población protegida por algunos cortijos fortificados, en un espacio agrícola cuyo buen emplazamiento no obstante motivó algunos fallidos intentos de reconstrucción. Pero las ruinas se asomaban al Estrecho, escenario geopolítico de primer nivel en el planeta y ello derivó a la larga en la resurrección de la ciudad, proceso del cual exponemos aquí su causa principal.
El asedio de Ceuta, el más largo de su época (33 años)
La unión de Portugal y España desde 1580 hasta 1640 facilitó el abastecimiento de Ceuta y Tánger, antes realizado desde el Algarve. En el citado periodo, los vitales suministros eran aportados desde las cercanas ciudades de la costa peninsular. Tras separarse Portugal en 1640, Ceuta prefirió seguir siendo española, pero Tánger, tres años más tarde, se integró con Portugal; mala decisión, pues en 1661 fue regalada a Inglaterra como dote en la boda de una infanta portuguesa. Ese Tánger británico duró poco pues, asediado por los marroquíes en 1679, los ingleses lo entregaron en 1680.
Ante el recuerdo de aquel éxito, el sultán Ismail Ibn Sharif (1672-1727) continuó con una agresiva política de expansión, en un intento de conquistar las grandes fortalezas españolas en el Magreb. De Melilla se levantó el asedio en 1687 y de ese fracaso, los marroquíes supieron sacar enseñanzas, pues no solo compraron piezas de artillería a Inglaterra, sino que contrataron al imprescindible personal técnico experto en tiro artillero y fortificación de campaña. El nuevo objetivo era Ceuta, y el cañoneo de las murallas empezó el 23 de octubre de 1694, comenzando así un asedio de 33 años, uno de los más largos que recuerda la historia.
Al obrar así, el sultán cometió un error estratégico de los que hoy atribuiríamos a un mal servicio de inteligencia o información, ya que valoró las fuerzas españolas de forma excesivamente optimista. Esto sucedió en el reinado de Carlos II de Austria, rey víctima de sus problemas físicos y maltratado injustamente por la historia impulsada por la posterior dinastía borbónica, para la cual el reinado anterior a su advenimiento era el paradigma de todos los males.
En realidad, tras su agotamiento en los conflictos europeos de la primera mitad del siglo XVII, España y su imperio salieron adelante, entre otras cosas porque Carlos II tuvo el buen juicio de saber elegir a las personas adecuadas para el eficaz gobierno del imperio. Incluso se está demostrando ahora que a fines de la citada centuria existió un auge económico sin igual en reinados anteriores, debido a una administración racional de los recursos.
El caso es que el sultán de Marruecos se equivocó y España, a pesar de sus fuerzas limitadas y repartidas por su inmenso imperio, pudo resistir y defender indefinidamente la plaza de Ceuta, perfectamente abastecida en el siglo XVII desde Gibraltar. Ceuta estaba dotada de excelentes fortificaciones, en especial la muralla real, que aún hoy día es un obstáculo a respetar ante una ofensiva terrestre. Incluso, esporádicamente, las tropas españolas combatían en campo abierto, por lo que la resistencia podía durar indefinidamente. Pero algo inesperado vino a cambiar la situación.
La pérdida de Gibraltar amenaza a Ceuta
Carlos II no tenía descendencia y antes de fallecer el año 1700, designó como heredero de España y su imperio al borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. El temor a que esta y España se unieran, rompiéndose el equilibrio europeo, hizo formar una coalición de apoyo al pretendiente de la casa de Austria, el Archiduque Carlos. Esta agrupación estaba formada por Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal y los estados alemanes, combatiendo ambos grupos duramente en la Guerra de Sucesión Española (1701-1713). Tanto Gibraltar como Ceuta manifestaron su fidelidad al pretendiente borbón, que al fin y al cabo había sido designado por Carlos II.
Como es sabido, los austracistas o partidarios del Archiduque Carlos se apoderaron del desguarnecido Gibraltar merced a una escuadra combinada de sus aliadas Inglaterra y Holanda, el 4 de agosto de 1704. Paralelamente a la contienda europea, seguía con su inacabable guerra particular la sufrida Ceuta, desde la que se percibió con inquietud tanto la entrada de la escuadra en la bahía de Algeciras como el intenso cañoneo posterior. Ante la anómala circunstancia, el alcaide de Ceuta, el Marqués de Gironella, envió a un observador de su confianza en una embarcación ligera, que atravesó el Estrecho y testificó desde primera línea lo que estaba ocurriendo. Su informe posterior puso en alerta a la guarnición de Ceuta, que se preparó para lo peor, un ataque doble en los frentes terrestre y marítimo, pues austracistas e ingleses estaban en connivencia con el Sultán.
Pero el máximo responsable austracista del ejercito que tomó Gibraltar, el Príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, prefirió la vía diplomática y conminó al Marqués de Gironella para que sumara la ciudad a la causa del archiduque. La respuesta del alcaide fue enérgica y se preparó para resistir el asalto, pero se evitó la sangrienta confrontación gracias a la llegada de una flota francesa, que poco después libraría la batalla de Vélez-Málaga.
Creación de un serio problema de suministros
Al perderse Gibraltar y sus constantes suministros, Ceuta quedó en situación muy comprometida, pues con independencia del factor militar de atender a un doble frente, los aspectos logísticos eran tan importantes como los tácticos. En pocas palabras, a la larga, el hambre era tan peligrosa como asaltos y bombardeos.
La población peninsular más cercana, Tarifa, carecía de puerto y solo admitía pequeñas embarcaciones que varaban en la playa, con un mal fondeadero abierto a vientos y corrientes marinas. Málaga estaba lejos y la presencia enemiga en Gibraltar obligaba a un cierto rodeo para evitar problemas, mientras que Cádiz estaba algo más cerca, pero con el inconveniente de ser a veces difícil atravesar el Estrecho, a causa del viento de levante, dominante en toda el área.
Ceuta sufrió un periodo especialmente difícil durante 16 años, atendiendo además al interminable asedio del sultán. Pero afortunadamente la situación vino a cambiar…
La solución militar
La guerra de Sucesión terminó con la victoria del pretendiente Borbón, conocido en la historia como Felipe V de España el Animoso. El monarca pudo poner en orden sus estados y ajustar viejas cuentas. Decidido a terminar con el eterno asedio de Ceuta, el rey ordenó la solución del problema a José Patiño, uno de los mejores hombres de estado que ha tenido España, por su eficacia y honradez. El ministro organizó una escuadra y un ejército de 16.000 hombres al mando del Marqués de Lede, desembarcó en Ceuta el 14 de noviembre de 1720 y en menos de cuatro horas derrotó a las tropas del sultán y a sus asesores europeos. En diciembre, el sultán volvió a ataque, pero perdió la mitad de su ejército en las batallas del 9 y el 12 de diciembre. Tras estos éxitos y por orden real, el Marqués de Lede aumentó las fortificaciones, reforzó considerablemente la guarnición y regresó a la península. Ceuta se había salvado y asegurado, pero el incansable sultán se rehízo una vez más y volvió a sitiar Ceuta de nuevo…
Una nueva Algeciras, la solución logística
El problema de los abastecimientos subsistía e incluso se agravó con el aumento de la guarnición, pero en 1720 la necesidad había obligado a considerar el empleo de la bahía y puerto de Algeciras como apoyo a la citada gran expedición de socorro a Ceuta. En 1721 y a bordo de las galeras del rey, fondeó ante las ruinas de Algeciras un gran personaje al servicio de la corona. Es el Marqués de Verboom, prestigioso técnico que estaba a la cabeza de los ingenieros militares y que reconoció minuciosamente estas costas en busca del mejor punto de embarque para proveer a Ceuta en lo sucesivo de todo lo necesario.
Verboom descubre las ruinas de Algeciras, confirma la utilidad de su fondeadero y convierte en objetivo de sus esfuerzos, durante años, la reconstrucción de la vieja ciudad y de su puerto, como base naval ante Gibraltar y en apoyo principal de Ceuta.
Ordena a su cualificado equipo técnico topografiar las ruinas y sondear el puerto, mientras que diseña un trazado urbano en cuadrícula para la nueva población, con enorme recinto amurallado e incluso un primer muelle.
Se utilizó la banda marítima al sudeste del actual barrio de la Caridad, en el ángulo entre río y playa, que casi al nivel del mar facilitaba las funciones de embarque. Un cuartel de caballería (actual edificio del gobierno militar) y las tropas acuarteladas sobre las ruinas protegían los tinglados y almacenes que la marina había dispuesto en una hilera de estructuras paralelas a la playa, en el sector aún hoy conocido precisamente como la marina…
El belicoso sultán Mulay Ismail muere en combate contra sus hijos, que querían quitarle el trono y termina el asedio de Ceuta, que había durado 33 años, el 17 de marzo de 1727. Pero ya entonces el abastecimiento y supervivencia de Ceuta había quedado asegurado hasta hoy con la resurrección de la olvidada Algeciras. Pero repoblada la ciudad, ya en 1727, el gran plan de Verboom sobre su urbanización y defensa, no se pudo completar debido a un giro inesperado de la situación relacionado con… Gibraltar. Ya veremos más adelante cuál fue el problema.
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