“La solidaridad no puede concentrarse en una misma zona”: el grito vecinal del barrio de La Caridad de Algeciras
El presidente de la Asociación de Vecinos del barrio del Carmen denuncia la saturación de recursos sociales en esta histórica zona portuaria, donde la convivencia empieza a resentirse por la falta de equilibrio y planificación
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Algeciras/El barrio de La Caridad —también conocido como barrio del Carmen o Villa Vieja— fue durante siglos el corazón de Algeciras. Un lugar donde se cruzaban comerciantes, viajeros y marineros; donde convivían las élites y el pueblo llano; donde se abrían tiendas, cines, almacenes y hasta un hospital que prestó atención médica y social a la población más vulnerable durante los siglos XIX y XX. Hoy, ese mismo espíritu solidario que lo definía sigue vivo entre sus vecinos, pero amenaza con quebrarse bajo el peso de una concentración de problemas que, según denuncian, no les corresponde afrontar en solitario.
Antonio Jarillo, presidente de la Asociación de Vecinos del barrio del Carmen, ha alzado la voz en nombre de una zona que, dice, ha sido siempre hospitalaria. “Aquí siempre ha habido vecinos dispuestos a ayudar. Nunca nos ha costado convivir con entidades que apoyan a personas en situación de exclusión social. Sabemos que nadie está libre de pasar por un mal momento y creemos profundamente en la solidaridad”, señala en una carta dirigida a las administraciones y entidades sociales que operan en la ciudad.
Pero lo que comenzó como una respuesta empática a las necesidades de los más vulnerables, se ha transformado, con el paso de los años, en lo que Jarillo define como “una acumulación excesiva de recursos sociales en una sola zona”. En su opinión, esta concentración ha provocado un aumento visible de personas sin hogar o en riesgo de exclusión, muchas de las cuales, asegura, “ni siquiera son del barrio”, sino que llegan atraídas por la presencia de servicios sociales y ONG.
El efecto, según explica, se percibe cada día: “Hay personas durmiendo en portales y bancos, deambulando por las calles, y en algunos casos se generan situaciones de inseguridad que afectan a la convivencia y al día a día de los vecinos y los comercios”. A este deterioro se suma la sensación de abandono institucional. “Las actuaciones llevadas a cabo hasta ahora han sido pocas y claramente insuficientes. La situación, lejos de mejorar, empeora”, lamenta.
La carta no es un rechazo a la ayuda, sino una llamada a la planificación. “No estamos en contra de ayudar. Todo lo contrario. Pero pedimos que la ayuda se organice con sentido común, pensando también en quienes vivimos aquí. No se puede concentrar la exclusión en un solo barrio sin un plan real de integración ni medidas que faciliten la convivencia”, subraya Jarillo.
La queja vecinal se enmarca en un contexto complejo. El barrio de La Caridad, colindante con el Puerto de Algeciras, ha sido tradicionalmente una zona de paso y de acogida. Hoy, su principal seña de identidad es la diversidad: negocios regentados por personas de origen marroquí, un tejido social multicultural y una historia urbana que, como la de muchas ciudades de provincias, ha vivido su propio proceso de transformación. De zona dinámica y comercial, pasó a ser un espacio estigmatizado por la pobreza, el desempleo y ciertos fenómenos asociados a la marginalidad, como la prostitución, la ocupación ilegal de viviendas o el tráfico de drogas.
Sin embargo, los vecinos no han dejado de creer en la posibilidad de un renacer. Reclaman un cambio que les devuelva un barrio vivo, seguro, con espacios comunes y actividades para jóvenes. Piden que se invierta en la creación de comunidad, no solo en la asistencia puntual. Y, sobre todo, exigen que la solidaridad, esa palabra que tan bien conocen, no les convierta en los únicos responsables de un problema colectivo.
“Queremos seguir siendo solidarios, pero también necesitamos equilibrio”, concluye Jarillo, quien defiende el derecho a ayudar sin caer en la saturación, y el derecho a vivir con dignidad en un barrio que no ha olvidado quién fue, pero que necesita ayuda para volver a serlo.
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