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algeciras/El mundo de Jose Núñez es ahora el toro de lidia, una afición que siempre mantuvo pese a la distancia física. Por su finca, La Palmosilla, han pasado jefes de gobierno, empresarios y personajes ilustres a los que ha enseñado el universo taurino.
-Con su espíritu taurino, sus compañeros en Suiza, EEUU y en medio mundo le verían a usted como el prototipo de español.
-Puede que sí, pero yo lo llevaba muy bien. Creo que soy la persona que ha acompañado a más extranjeros a ver los toros. Todos me preguntan cómo se les enseña a embestir y a seguir a la muleta.
-Como si aquello fuera un número de circo.
-Exactamente. Lo que sí es verdad es que muchísimos han querido repetir. Les llevaba a ver el toro en el campo, les he puesto delante de una vaquilla… Nunca me he ocultado, ni cuando empecé a tener cierta relevancia en Dow Chemical.
-¿Y revolcones, ha tenido alguno?
-Unos cuantos. El que más me ha dolido fue el de una vaquilla que se me cayó encima en casa de mi amigo Juan Pedro Domeq, antes de tener yo la ganadería. En Dow teníamos prohibido a los empleados que usasen moto para prevenir los accidentes y cuando el médico de la empresa me vio el moratón que me cogía todo el pecho me quiso abroncar. ¡Y eso que era el presidente! "Esto me lo ha hecho una vaca", le dije. Menos mal que el hombre era aficionado a los toros.
-¿Cuándo quiso hacerse ganadero?
-Toda mi vida quise serlo. Siempre he sido aficionado. A comienzos de los noventa, un pariente me dijo que no esperase más. Y menos mal que le hice caso, porque si hubiera esperado a jubilarme no me habría dado tiempo.
-¿Cuál fue el principio?
-Tenía claro que no quería comprar una ganadería, prefería ir poco a poco. Empecé en 1996 comprando una finca que había sido de mi familia y haciéndome con algunas vacas de mi primo Núñez del Cuvillo y de mi amigo Juan Pedro Domeq. Los sementales me los dejaron, hasta que yo tuviera. Ahora tengo 300 vacas madres que me dan entre 60 y 80 toros cada año. Es una ganadería que está entre las de tamaño medio.
-¿Cómo ve el futuro del toro?
-Es difícil de prever, pero creo que el mundo del toro es tremendamente respetado por aquel que lo conoce y, a la inversa, muy criticado por quien no lo conoce. Se podrá defender si se conoce por el público. El toro no puede perder su arraigo en el pueblo. Habría que reducir los costes de los festejos menores en los pueblos, de donde salen las figuras. Hay muchas medidas legales que se pueden suavizar que elevan los costes: ambulancias, veterinarios…
-Mucha de la oposición a las corridas es por el sufrimiento del toro¿Imagina usted la lidia sin muerte?
-No. Como tampoco me imagino la caza sin cartuchos o la pesca sin anzuelos. Quien vaya a la almadraba habrá comprobado que el atún gime y llora al morir. Impresiona. No hay nadie que quiera más al toro que quienes lo criamos. La sociedad se ha puesto a la defensiva. Nadie se metía con Orson Welles o Hemingway cuando iban a los toros.
-¿Y de mayor, a qué se quiere dedicar?
-A que no me echen de los toros. El toro es más noble que algunos que…
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