Trienio liberal en Algeciras: Bebió del río de la Miel y recordó a Pomponio Mela y a Castaños
Historias de Algeciras
El viajero José González y Montoya, que pasó por Algeciras pocos meses después de haber triunfado la causa de Riego, elaboró un diario de viajes para el reconocido ilustrado doceañista José Mariano Vallejo y Ortega
La tan ansiada construcción de puentes para facilitar la comunicación terrestre en la comarca sigue encontrando escollos de todo tipo
Algeciras/Presuponiendo la diligencia -como así quedó demandado en la anterior entrega- de los distintos departamentos liberales para, como también se reseñó, dada la “urgencia” señalar la contribución correspondiente a la ciudad de Algeciras, también aquellas autoridades habrían de afrontar con igual rapidez otros muchos asuntos para modernizar la provincia, siendo uno de estos el de las comunicaciones.
En un libro de viajes editado y puesto a la venta durante aquellos constitucionales años, llamado Paseo Estadístico por las costas de Andalucía. Desde Sevilla á Granada en el verano de 1820. Escrito de un amigo para otro (Joseph González y Montoya). En rasgos ya pintorescos, ya sentimentales y leído en la Comisión de Agricultura. Ed. Imprenta de Dn León Amarita (1820). Madrid, se reseña en su página 9: "Pero dejando el anteojo antiguo y tomando el moderno véase que no hay más camino de Cádiz á Algeciras que el indigno de contrabandistas".
Posteriormente en la página 11, expresa el autor: "No he visto camino tan pésimo como el de Tarifa á Algeciras; pero tampoco más fácil de componer, pues dije entonces y repito ahora que en un año de ser yo Alcalde de cualquiera de ambos pueblos lo haría comodísimo para coches; sin más proyectos que castigar las faltas diarias y comunes de unos y otros habitantes con el trabajo personal o rescatado de cuatro, diez, cuarenta ó cien varas de camino, apartando sus piedras sueltas, rellenando de hormigón firme sus aguajes, ensanchando sus veredas mulares, y otras frioleras semejantes, con arreglo al mapa que dicen estar ya bien marcado por personas inteligentes". Una vez el viajero en nuestra ciudad, añade: "Bebí agua del río de la Miel en Algeciras recordando á su Pomponio Mela; y si hubiera muchos Castaños de Gefes allí, envidiarían los ingleses cada año más una localidad tan diversa de esa roca que hemos hecho nosotros de oro y diamante, por la necedad de no despreciarla ahora, como la despreciábamos cuando nos la quitaron".
El citado viajero que pasó por Algeciras a pocos meses después de haber triunfado la causa de Riego fue José González y Montoya, quién elaboró el citado diario de viajes para el reconocido ilustrado doceañista José Mariano Vallejo y Ortega, a la sazón Jefe de la Sección de Caminos, Canales y Correos y ex diputado en las Cortes de Cádiz. Al parecer, el autor -el citado González y Montoya- pertenecía también a la Administración, pues como le indicó al receptor de su obra, "fue causa de mis desvelos el consultar con la almohada el plan de un escrito que no cansara a sujetos más conocedores que yo de los asuntos, y ocupados en una Secretaría de Estado, cuál es la de Gobernación Interior".
Sea como fuere, ni tan siquiera tras el paso de tan ilustrado viajero ni el conocimiento de la realidad de los caminos de la provincia por parte del ilustre exdiputado liberal, ni aún mucho menos los pertenecientes al Partido de Algeciras vieron mejora alguna. José Mariano Vallejo y Ortega, además de ser testigo de la aprobación del texto de La Pepa, trabajaba en el laboratorio de fuegos artificiales de artillería de Cádiz. Posteriormente, entre 1813 y 1817 fue nombrado oficial de la Secretaría de la Gobernación; a continuación, entre 1818 y 1821 ocupó plaza de bibliotecario de la Sociedad Económica Matritense; y aún se ocupó de las direcciones del Colegio de Sordomudos, así como del prestigioso Gabinete Geográfico. Posteriormente el gobierno de Riego le requirió para ocuparse de la jefatura de la sección de Caminos, Canales y Correos, donde le fue remitida la guía de viajes elaborada por quién fuera su amigo el renombrado González y Montoya.
Ilustres y técnicas -y por su resultado prescindibles- visitas aparte, la tan ansiada construcción de puentes para facilitar la comunicación terrestre en la comarca sigue encontrando escollos de todo tipo: “Expediente de obras presentado por el portugués Dn Luís Antonio Monteiro, para fabricar dos puentes en los ríos Palmones y Guadarranque, en que haciendo cargo del informe que se pidió y han evacuado en este asunto el Ayuntamiento y Gefe Político Subalterno de Algeciras advierte que la propuesta de Monteiro es demasiado interesante a la provincia [...] y que no puede evacuar sobre ella el informe que le ha pedido el Gobierno en el estado de imperfección en que deja este negocio el que ha remitido dicho Gefe Subalterno, indicando la omisión que el defecto esencial procede de lo demasiado vagas que son las diecisiete condiciones comprehendidas en el pliego firmado por Monteiro, quién se ha negado a dar algunas aclaraciones á que le invitó dicho Gefe, cuya negativa puede ser proceda de objeto que desvía al interesado á entrar en explicaciones francas que descubrirían una empresa inadmisible ó bien sencillamente de desconfianza natural del empresario”.
Prosiguiendo el texto que denuncia la oscura actitud del constructor portugués: “En cuyo caso por falta de ampliaciones podrá malograrse la ocasión de hacerse una obra de utilidad. Bajo este concepto y conformándose [...] con el dictamen de la Comisión se acordó que por dicho Gefe Político subalterno de Algeciras, se diga á Dn Luís Antonio Monteiro que fije de un modo explícito el plano de los puentes, indemnizaciones á que aspira, espacio de tiempo para obtenerlas y garantía al cumplimiento de su contrato previniéndole que para facilitar estas explicaciones, puede si le conviene, nombrar un apoderado que se entienda con esta Administración”.
A la espera de que el citado constructor clarifique su postura frente ante el Subalterno Jefe del Partido algecireño, a la mesa de este último no dejan de llegar expedientes y oficios que revelan la realidad del Partido de su jurisdicción: “Varios labradores de San Roque solicitan que se impida pastar en su término al ganado procedente de la Plaza de Gibraltar e informada por el Gefe subalterno de Algeciras, la comisión de justicia, acuerda se conteste que el artículo primero del decreto de ocho de Junio de 1813 concede á los propietarios de tierras, libertad absoluta para arrendarlas y destinarlas al uso que más les acomode, derogando cuanto en contrario se hubiera mandado; que bajo este concepto es infundada la pretensión de los vecinos de Sn Roque porque ataca la libertad de los propietarios, y el Ayuntamiento que la apoya dando por razón la disminución del término por acotamiento de tierras y reparto de ellas, parece que desconoce ha de llegar el tiempo en que no quede terreno alguno sin reconocer dueño particular, lo que deberá tener presente haciéndolo entender a sus conciudadanos para que con tiempo busquen todos sus acomodos y no hagan solicitudes opuestas a la justa libertad”. Quedando bajo las autoridades liberales -jefe subalterno y Ayuntamiento- la responsabilidad pedagógica ante la nueva situación política, tras la desaparición de la normativa del llamado Antiguo Régimen.
Al mismo tiempo que el ganado gibraltareño sigue pastando en este lado de la verja y las autoridades liberales intentan “educar en el nuevo sistema” a los viejos labradores denunciantes, en la sede judicial algecireña se tramita expediente que tiene como protagonista a un reconocido propietario local: “Dn Francisco C. de esta vecindad, dice que en la villa de Jimena, se principió causa criminal de oficio contra su hijo Dn Francisco C. de aquella vecindad, acusado de ratería y habiendo formado instancia para que lo excarcelen se accedió a ella debiendo de pagar, juzgado y sentenciado, la expresada fianza y recibe en fiado al citado como su carcelero comentariense, en quién desde ahora se constituye [...] obligándose cuando se le requiera a restituirlo a la cárcel Nacional de donde lo recibe”. La noticia correría como la pólvora por toda la ciudad, dada la popularidad del apellido muy vinculado con la sanidad local.
Y así, mientras la citada causa y su correspondiente expediente se cierra con la reseñada sentencia, el poder legislativo del nuevo sistema sigue enriqueciendo al nuevo ordenamiento jurídico constitucional, plasmándose la actividad en la correspondencia que llega hasta los más alejados jefes subalternos de la nación; como así acontecía sobre la mesa del correspondiente al Partido de Algeciras: “Decreto de la Cortes de fecha 12 de junio que previene que los párrocos que viven fuera del recinto de sus parroquias no pueden dar ni recibir votos en las Juntas electorales de las que sean pastores, y sí únicamente gocen de voto pasivo en las que tengan su vecindad”. Nuevamente, con razón o sin ella, el sistema liberal vuelve a mirar de reojo a los clérigos.
En otro orden de asuntos, surgen discrepancias entre la compañía y la milicia voluntaria de nuestra ciudad, debiendo intermediar la máxima autoridad liberal en el distrito: “Según oficio del Gefe Político Subalterno del Partido de Algeciras, sobre la inobediencia que manifiesta la compañía voluntaria de milicias en unirse al batallón de la misma”. Se ha de suponer que por defensa del sistema constitucional llegarían a un acuerdo.
Por su parte el liberal Ayuntamiento algecireño, más preocupado en otras cuestiones vuelve a replantear ante las instituciones constitucionales oportunas, el tradicional asunto de la comunicación entre Algeciras y Tarifa, obteniendo la siguiente respuesta: “Proyectos de Obras. Real Orden del trece del propio mes previniendo que estando mandado por el decreto de 25 de Junio último [...] consentir que los Ayuntamientos usen interinamente del arbitrio del fiel medidor y gravar con impuestos los objetos de consumo, incluyendo la exposición del Ayuntamiento de Algeciras que se le dirigió en dieciocho de Mayo solicitando se aprobasen arbitrios propuestos para la construcción del Camino de Tarifa”.
La nueva administración, al igual que la anterior, simplemente confirma darse por enterada de dicha proposición sin dar más explicaciones. Por otro lado, y a pesar del tiempo transcurrido desde el paso del Ejército de Riego por nuestra calles y plazas, aún quedan acreedores pendientes de pagos como el que sigue: “El Sor Yntendente devuelve un informe dado por la Contaduría principal, en solicitud de Dn Francisco Díez del Real que pide cantidad de reales por suministros hecho á las tropas en la Ciudad de Algeciras”. Una descendiente de Francisco Díez del Real de nombre Leocadia, emparentó con otros conocidos apellidos de la burguesía algecireña de su época y tiempo: los García de la Torre, situando su domicilio en la llamada plazuela de la Verdura, vivienda heredada de su antepasado y acreedor de los liberales.
El citado Díez del Real no solo fue testigo del traslado de los populares puestos de verduras y hortalizas a la nueva ubicación de la plaza Baja o de la Palma, sino que también, además de testigo fue promotor del paso del general Rafael de Riego por nuestra ciudad. Curiosamente sobre el impago en el cuerpo normativo romano (siglo V a.C.) denominado Ley de las XII Tablas (Lex duodecim tabularum), establecía: Si no paga [...] que se le encadene y pongan correas o hierros. En unos meses, no se sabe si saldada la deuda o no, ese sería el destino del deudor del algecireño Díez del Real.
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