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Algeciras en el 'Ulises' de Joyce (1922-2022)

Historias de Algeciras

Molly deja patente su vinculación con Gibraltar, ciudad frente a la cual se ubica la de Algeciras, desde donde descubrió otra visión de su lugar de nacimiento

Desde Algeciras todas las luces del peñón como luciérnagas ('Ulises').
Manuel Tapia Ledesma

19 de junio 2022 - 05:00

Algeciras/En 1922, de la mano de la librera Sylvia Beach y por la editorial Shakespeare & Co., vio la luz en París la considerada por la crítica la mejor novela escrita en inglés. Su autor, James Joyce, tuvo a bien considerar la introducción de nuestra ciudad en tan célebre relato.

Sin la majestuosidad y solemnidad con la que comienza la citada obra, aquel día 16 de junio de 1904 (y de la cual esta semana se ha celebrado tan literaria efemérides), Algeciras se despertaba poco a poco con su rutina diaria. En la Plaza Alta y coincidiendo con los primeros rayos del sol que amenazaban aparecer tras el peñón, populares personajes se cruzaban dándose los buenos días. Allá José Luque Ripoll, a la sazón copropietario del establecimiento de bebidas sito en la esquina de calle Sacramento con Soria; por acá José Alcoba Mateos, fiel conserje del casino, quién llave en mano procedería en breves momentos a abrir y airear la tan aristocrática institución algecireña; y acullá el no menos popular barbero Joaquín Jaén, quién desde su barbería sita en el número 8 de la constitucional plaza, una vez colocado el enjaulado y tradicional canario en la puntilla puesta para tal fin en su fachada, y teniendo como excusa el barrido del local incluida su parte de acera correspondiente, bien podía controlar con la discreción propia del oficio, el ir y venir del mañanero personal... El cura llega tarde a la misa o al concejal se le han pegado las sábanas, tal vez llegó a pensar alguna vez.

En aquella aún primaveral fecha pendiente del desarrollo de la cercana Feria Real, el habitual viajero del moderno ferrocarril de los ingleses se encontró con una revisión de precios que fue publicada en el llamado Almanaque Bailly- Bailliere o pequeña enciclopedia popular de la vida práctica, editada en Madrid, recogiendo en su página 467: Tarifa de billetes por kilómetros [...] más 1 peseta por confección del billete. Petición del billete: deberá pedirse en cualquier estación [...] depositando en el pedido, según distancias, una fianza más. De 10 pesetas. Los billetes son personales e intransferibles. Circunstancia ésta que dificultaría el español tránsito de algunos de los personajes de Joyce: Para apreciar bajo un peral a solas un patio a estas horas en el viejo Madrid [...] o una romanza, bonita a su manera que entonces estaba muy de moda. Lugar, desde dónde la protagonista expresó sobre su amante Hugh Boylan: Las estúpidas mujeres creen que el amor es suspirar me muero pero si él me escribiera supongo que habría alguna verdad en ello o no le llena a una el día entero.

E igual que el universal irlandés reflejó: Entonces ella se quedó mirando el gran cartel de Marie Kendall, encantadora vedette; en nuestra ciudad, por aquella época, el público algecireño se interesaba por la cartelería que anunciaba en el Teatro Principal: La pronta actuación de la prestigiosa Compañía Giovannini. Días después una dura crítica contra la citada compañía expresaba: Por fin han terminado las funciones que la Compañía Giovannini venía representado en nuestro Teatro Principal, porque la referida compañía se había propuesto tomarle el pelo mansamente al público algecireño poniendo en escena zarzuelas y operetas tan antiguas como conocidas, desempeñadas por partiquinas (cantantes de poca importancia) mientras á diario en Gibraltar representaban óperas y más óperas del nuevo y antiguo repertorio. También en referencia a la genial obra, y al poner en boca de la protagonista Molly Bloom el deseo de: Si pudiera conseguir (en el alejado Dublín), que esa modista me hiciera una falda acordeón como la de Susy Nagle...

De igual modo -o tal vez mejor- muchas jóvenes algecireñas seguidoras de la moda y con recursos para ello, bien podrían encargar al taller de costuras de Teresa Nieto, denominado La Fantasía, sito en la esquina de Cristóbal Colón con General Castaños: Los últimos modelos en toda clase de sombreros para señoras y niños. Se componen los usados. Especialidad en equipos de novias y canastillas.

Sin duda, Stephen, otro de los personajes del Ulises y portador según Bloom, de un sombrero diaconal en bastón de fresno, hubiera encontrado en el taller de Nieto un buen surtido de aquel artículo. O qué decir del propio Sr. Bloom -don Leopoldo-, quién con sombrero de paja a la luz del sol, zapatos claros y pantalones con vueltas, hubiese hallado en él también algecireño taller de sastrería de Julio Alonso, dedicado a paisano y militar, sito en la calle Real 10, a un magnífico menestral a su disposición; pues además el popular Alonso, trabajaba con Géneros del Reyno y Extranjeros.

Joyce agregó Algeciras a su célebre obra.

Algeciras en aquella época de comienzos del nuevo siglo no estaba exenta de excepcionales profesionales de la sastrería, destacando junto al reseñado, y entre otros grandes artesanos de la aguja y el hilo, el apreciado por el gremio y referente Francisco Fernández Tejerina, quién atendía a su buena clientela, en el número 2 de la calle Cristo.

En el transcurrir de su obra, Joyce, pone en boca y pensamiento de Molly su pasado gibraltareño, lugar donde nació un 8 de septiembre de 1870, año aquel en el que Algeciras alcanzó la cifra de 13.200 almas. Eran tiempos en los que el miedo a los bandoleros y asaltantes de los caminantes se rezaban oraciones como la siguiente: "Por donde quiera que fueres y pasos dieres, la compañía de Jesucristo contigo fuere, la de San Juan delante y detrás, la de San Pedro atrás y en medio, la de la Virgen María de noche y de día, el paño que fuere impuesto, que fuere cubierto, Virgen María tu eres su defensora, para que no peligre su cuerpo ni en momentos ni en horas".

Y en aquel otoño del 70, fruto del matrimonio entre el Comandante del Regimiento de Fusileros Reales de Dublín, Brian Cooper Tweedy, y su esposa Lunita Laredo, nació la pequeña Molly en la vecina Gibraltar. Algeciras por aquel entonces vivía un triste momento económico; la falta de industrias y el alto índice de paro marcaba su desgraciado presente. Una crónica recogida por un reverendo británico hacía la siguiente descripción de aquella oscura ciudad: "Pobre y bárbara Algeciras, plagada de mendigos, también ella ha vivido muy diferentes épocas. Ahora es un lugar pobrísimo que apenas recuerda ni permite creer en su grandeza pretérita". La economía sumergida generada por el contrabando, era el único recurso al cual se agarraban las familias locales. Nada que ver el concepto de tráfico de ilícitos, salvo en la necesidad, con el definido por Joyce, Jack Fleming, al expresar: "Desfalcando para jugar, luego escapado de contrabando a América. Ahora lleva un hotel. Nunca vuelven...".

Algeciras en el 'Ulysses' de Joyce.

De vuelta a la ficticia figura de Molly, según descripción de su futuro esposo Lopoldo Bloom, era de un físico mediterráneo: "Mi mujer es, por así decirlo, española, a medias, mejor dicho. En realidad podría reclamar la nacionalidad española si quisiera, habiendo nacido (técnicamente) en España, esto es, en Gibraltar. Tiene tipo español. Más bien oscura, una auténtica morena, pelo negro". Y como a tal hija del Estrecho no le serían nada extraños los naturales fenómenos recogidos por Joyce, como: "Truenos terribles de Gibraltar [...] o qué calor allí antes que llegara el levante negro como la noche".

La cambiante climatología de las cercanas aguas, siempre presente en tan enigmática obra como en la siempre peligrosa vida de los marineros de la zona: "Aún no han aparecido dos de los individuos de la dotación del bote que fue a auxiliar á los siete náufragos de la escampavía Trueno, que zozobró en aguas del Estrecho". O, encontrándose a veces la tragedia en las mismas aguas de la bahía: "Al regresar de Palmones procedente de la pesca, la barquilla San Cayetano, de esta matrícula, zozobró á larga distancia de la costa. Vista por el carabinero de aquel punto, avisó á su Jefe Teniente de aquel cuerpo D. Agustín Melero, el cual en el acto dispuso que salieran algunas embarcaciones, y él en una de ellas, á prestarle auxilio llegando al lugar donde se hallaba en ocasión la más oportuna pues los tripulantes del buque náufrago faltos de fuerzas se hallaban casi asfixiados. Gracias a la pronta y acertada disposición del oficial no hay que lamentar desgracias personales, pues con ello pudo conseguir traer á tierra con vida á toda la tripulación". Bahía común, que también reflejó Joyce en el recuerdo juvenil de Molly al interiorizar: "Mirando a través de la bahía desde Algeciras todas las luces del peñón como luciérnagas".

Y desde Algeciras, desde aquella ciudad que en la ficción visitó Molly y que nombra en su famoso soliloquio, visitándola: "Junto á papá [...] jugando á los pájaros y a la pídola (para nosotros piola)". Añadiendo en su recuerdo: "Y la noche que perdimos el barco en Algeciras". Viéndose obligado el clan del irlandés comandante, de haber sido cierto tal episodio a encontrar cobijo, tal vez, en la casa posada nombrada de Saavedra, sita en el número 2 de la calle Alfonso XI, y que en aquella época de finales del siglo XIX, la tenía arrendada Andrés Ciruela García, siendo su administrador Ginés Lozano López; o también, la supuesta gibraltareña familia pudo optar al perder el barco de regreso al peñón por pernoctar en el no menos popular Parador de la Luz, ubicado en la plazuela de la Caridad, esquina a la calle de Tarifa, siendo propiedad del cochero Pedro Marcet. Algeciras, rica en fuentes, rica en aguas, a la que no se le podría aplicar el poema de Owen y recogido en el Ulises: "La maldición de mis maldiciones/ siete días cada día/ y siete jueves secos/ sobre ti recaiga Barney Kiernan/ que no tenga de agua un sorbo/ con que mi osadía atemperar/ y mis tripas bramantes/ tras la corada de Lowiy".

Sea como fuere, la universal Molly en aquel momento del relato de sus recuerdos se encontraba, según el particular universo de James Joyce, en Algeciras. Y nuestra ciudad, en la mente del dublinés, la acogió a ella y a toda su familia con la generosidad propia de esta tierra. Y Molly pasearía por aquella decimonónica población pudiendo verificar de cerca que, a pesar de la grave situación económica, la ciudad que ella observaba desde su querida Gibraltar y al otro lado de la bahía, poseía un puerto en alza, que contaba con consulados de países extranjeros como el francés, el británico o el estadounidense.

Y pudo pasear por un lugar que pocos años atrás, tras la marcha de la reina española, había sido bautizado como de La Libertad, aunque los locales por siempre llamarían El Calvario. Quizá durante su deambular por Algeciras -en la imaginación del irlandés autor-, bien pudo contemplar los efectos del control que las fuerzas del orden practicaban tras la aprobación por R. D. de las amplias atribuciones que se le concedía al Comandante General para la represión de aquel contrabando de subsistencia. También por aquella época en la que la mítica obra ubica al clan del comandante Tweedy en nuestra ciudad, y tras dos intentos anteriores, el sueño ferroviario del ingeniero Lamiable sería ¡por fin! profundamente estudiado.

Tras su “paso” por Algeciras, Molly contrajo matrimonio con Leopoldo Bloom en 1888; y en 1893, cuando nuestra ciudad gozaba gracias al británico capital de un moderno ferrocarril, la célebre protagonista de tan genial obra quedó embarazada. El 9 de enero de 1894, la hija de Lunita Laredo trajo al mundo a un niño que falleció a los 11 días de su nacimiento.

Al igual que Molly, muchas madres algecireñas también perdieron a sus hijos durante aquellos precarios años, provocando airadas críticas sanitarias a la administración local: "¿Puede asegurar la Alcaldía si la única matrona titular llena todas las necesidades de este vecindario de pobres? Con una sola matrona no es posible atender debidamente á las muchas necesidades de beneficencia, máxime cuando le es imposible atender toda la actividad necesaria".

La solución para el denominado vecindario de pobres consistía en acudir a la partera de turno, sin estudios ni preparación, para asistir a la embarazada en el momento preciso. Si bien muchas de estas mujeres ayudaron a venir al mundo a un gran número de algecireños, también es verdad que en no pocas ocasiones su falta de formación para afrontar peligrosas situaciones sanitarias tuvieron graves consecuencias para la madre y recién nacido. La falta de medios proporcionados por la Administración, mantenía escandalosamente elevada la estadística sobre la infantil mortalidad.

Y así, mientras la considerada mejor novela en lengua inglesa del siglo XX va llegando a su fin, poniendo como telón de fondo su afamado e introspectivo monólogo, en vez de hacer hincapié en el verdor y flora de la isla de San Patricio, escenario de gran parte de su literaria vida, Molly se identifica en su particular mirada pretérita con familiares rosaledas, jazmines o geranios, dejando patente su vinculación con Gibraltar, ciudad frente a la cual se ubica la de Algeciras, desde donde descubrió “otra” visión de su lugar de nacimiento.

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