Último adiós al 'Niño de las Coles' con una vuelta al ruedo en la plaza de toros de Las Palomas de Algeciras
Familiares, aficionados y profesionales despiden entre lágrimas y lluvia a Manuel Huelva Esteban, figura entrañable del toreo local, con un homenaje en el coso taurino y una parada ante la estatua de Miguelín
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Algeciras/Algeciras ha vivido este jueves un emotivo adiós a Manuel Huelva Esteban, conocido como el Niño de las Coles, fallecido el miércoles 8 de enero. Bajo un cielo gris y lluvioso, el féretro del novillero recorrió el albero de la plaza de toros de Las Palomas en una última vuelta al ruedo, acompañado por el aplauso y las lágrimas de familiares, amigos, profesionales del mundo taurino y aficionados que quisieron rendir homenaje a un personaje querido en la ciudad.
El acto ha reunido a banderilleros Corruco de Algeciras o Rafael Limón, vendedores de la plaza de abastos donde Huelva trabajó durante años, y autoridades locales como el alcalde José Ignacio Landaluce y la delegada de Feria y Fiestas, Juana Cid. En un gesto inesperado, Landaluce entró al ruedo para ayudar a portar el ataúd, adelantando que el Ayuntamiento colocará próximamente una placa conmemorativa en su honor, sin detallar el lugar.
A la salida, la comitiva hizo una parada especial ante la estatua de Miguel Mateo Miguelín, figura que el Niño de las Coles siempre admiró profundamente, antes de depositar coronas de flores en los vomitorios de Las Palomas.
Manuel Huelva nació en los años 50 en la barriada de La Bajadilla y, desde joven, mostró un espíritu audaz y un carácter entrañable que lo acompañaron toda su vida. Su apodo surgió de su trabajo como vendedor en el mercado Ingeniero Torroja, donde su ingenio y simpatía se hicieron tan célebres como sus aventuras taurinas.
En los años 60 y 70, Huelva se forjó una peculiar leyenda en plazas de la provincia de Cádiz. Aunque nunca llegó a la élite del toreo, su estilo distintivo -con su sombrero y pañuelo rojo al cuello- y su valor lo convirtieron en un espectáculo inolvidable. Huelva destacaba por su capacidad para mezclar lo cómico y lo dramático en sus actuaciones, que a menudo incluían retos insólitos, como lidiar desde una motocicleta o torear sentado en una silla.
En sus últimos años, las enfermedades y los achaques de la edad no lograron apagar el porte y la gallardía que lo caracterizaban. Con este último homenaje, Algeciras no solo despide a un novillero, sino a un símbolo de su historia popular.
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