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La tercera ola decae en Andalucía tras batirse el récord de fallecidos

Coronavirus Andalucía

Salud registra unas dos mil muertes por Covid-19 en 26 días de enero y febrero, un ritmo ya ralentizado

Una mujer transporta una corona de flores después de la muerte de una persona con Covid. / Juan Carlos Vázquez
Miguel Lasida

27 de febrero 2021 - 08:20

Evolución de los fallecidos por coronavirus en Andalucía. Fuente: Junta de Andalucía. / Dpto. de Infografía

Los andaluces están soportando como pueden los sucesivos picos pandémicos. Abrir el grifo, como es sabido, alimenta las olas; cerrarlo, como sucede desde la festividad de Reyes, los rebaja, convirtiendo la cima de contagios en valle. En el fondo no es tan complicado. Más difícil resulta convivir con la incertidumbre de a quién va a señalar la siguiente onda, una sensación que sigue inquietando casi un año después. Ahora, con el paulatino declive de la tercera curva, el análisis concluye que ha sido la más grave de las tres, al menos en intensidad. Más contagios, más hospitalizados y más muertes más rápidamente. Entre enero y febrero han muerto más de dos mil andaluces hospedando el Covid-19.

Son las funestas consecuencias de la apertura navideña, que no ha sido sino el tercer traspié en la misma piedra, según sostienen los epidemiólogos. Médicos, enfermeros y farmacéuticos lo avisaron. No fue por falta de advertencias. La precipitada flexibilización de las restricciones trajo consigo el repunte de la propagación del SARS-CoV-2. El coronavirus estaba encantado de un sitio para otro; ahora en las grandes mesas familiares, ahora en los interiores sin ventilación... Y los contagios se reprodujeron sin control. Tuvieron que transcurrir la Nochebuena, la Nochevieja y los Reyes para que la Junta de Andalucía, autoridad delegada en cuestión de Salud Pública durante el estado de alarma, decretara más medidas severas. Fue un 8 de enero.

El ciclo infectivo del Covid-19, la enfermedad que provoca el coronavirus, repite un patrón conocido. Al pico de contagios le sigue en un dibujo casi simétrico el pico de hospitalizados, pero con un retardo de unos diez días. Este modelo se repite con el pico de pacientes en la UCI y, finalmente, con el de las muertes, cuyo cenit ha pasado ya. De los 298 fallecidos en siete días que Andalucía registró en el informe epidemiológico del Ministerio de Sanidad del 3 de febrero, una cifra de carácter estadístico, han pasado a los 200 notificados el miércoles. La media es ya sensiblemente menor al centenar de muertes diarias. Ayer, sin ir más lejos, el registro marcó 33 bajas. La tercera onda es casi historia en Andalucía.

La tercera ola sin embargo ha sido de maremoto. Si el recuento de muertes entre personas con confirmación en una prueba diagnóstica era de 6.050 el 26 de enero, los muertos, según la estadística de la Consejería de Salud, eran de 6.988 el 8 de febrero. La marca de casi mil fallecidos sobrevino en apenas 13 días. Ha habido un récord más fúnebre aún. En apenas 11 días, Andalucía ha enterrado a otro millar: de los 6.988 del 8 de febrero a los 8.003 del 19 de febrero. El ritmo ha sido endiablado.

Estos datos superan todos los registros. Desde la muerte 5.000 a la 6.000 pasaron 32 días (desde el 24 de diciembre al 26 de enero). Transcurrieron 26 días desde los 4.000 a los 5.000 muertos, 20 días desde los 3.000 a los 4.000; 29 días desde los 2.000 a los 3.000; casi seis meses entre el primer y el segundo millar y, tiempo atrás, en la primera ola, desde el 13 de marzo al 18 de abril, 35 días para alcanzar los primeros mil muertos.

Lo anterior, como se ha dicho, responde al análisis que permiten las estadísticas oficiales de las administraciones sanitarias. Tendrá que pasar el tiempo para que los diferentes estamentos concreten con precisión las muertes y sus causas. El exceso de defunciones que ofrecen los informes del Instituto Carlos III y el Instituto Nacional de Estadística anticipan datos luctuosos de más índole.

La cuarta ola será distinta. Los expertos en Salud Pública prevén que, de concurrir, que es lo probable, la extensión de la inmunidad, ya sea natural por haber pasado la enfermedad o conducida por las vacunas, produzca un pico que se limite a los contagios y enfermedades leves. Habrá, pero menos. Y muertos serán dolorosos pero quizá irrelevantes, siempre que el virus no reproduzca variables rebeldes, cepas con escudos contra la reciente defensa inmune.

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