¿De dónde vienen los caracoles que comemos en Andalucía?
Se trata de una de las tapas más consumidas en primavera.
Andalucía importa 5.000 toneladas de caracoles desde Marruecos por cerca de cuatro millones de euros
Los meses de mayo y junio son sinónimo de la temporada de caracoles, un manjar polarizante que desata pasiones en Andalucía para quienes adoran este producto y que permiten trazar rutas gastronómicas a través de los locales que los sirven.
Se trata de uno de los platos estrella de la gastronomía primaveral en la región, por lo que es normal preguntarse de dónde vienen los caracoles que se consumen en los bares andaluces.
Caracoles nacionales y del otro lado del Estrecho
El pasado 2023 Andalucía importó 5.000 toneladas de caracoles por unos 3,8 millonesde euros a Marruecos, según ha informado la Consejería de Agricultura a Europa Press. En los meses de enero y febrero de 2024 se compraron caracoles por un valor de 248.000 euros, lo que supone un incremento del 88% respecto al acumulado en los mismos meses de 2023.
El caracol que se importa de Marruecos suele ser el caracol silvestre, conocido también como blanquillo, que es una de las variedades más apreciadas en Andalucía y que prácticamente solo se consume en la región, especialmente en zonas como Sevilla. Según el informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación sobre el sector helicícola del año 2020, el producto que llega desde Marruecos "no es un caracol que compita con el caracol producido en España, ya que es de una tipología diferente y un escaso valor, por lo que en ningún caso se criaría en nuestro país".
No todos los caracoles que se consumen en Andalucía proceden del país norteafricano, pero sí que se ha convertido en uno de los principales mercados para la región. También se consumen caracoles de granjas españolas, que el año pasado alcanzaron una producción de 605.500 kilogramos según la Asociación Nacional de Cría y Engorde del Caracol (ANCEC).
En España la recogida de caracoles silvestres está prohibida en grandes cantidades desde el año 2007, según lo establecido en la Ley de Conservación del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, pero se sigue permitiendo la recolecta pequeñas cantidades para el autoconsumo. Por ello solo pueden comercializar las granjas helicícolas que hayan pasado por un control sanitario. Los criaderos de estos animales son consideradas como una actividad ganadera y permiten saber la procedencia del animal y que no pueda causar problemas para la salud del consumidor por haber estado expuesto a ciertos productos.
En nuestro país las principales variedades de caracoles que se crían para consumo es la Hélix aspersa (o burgajo), aunque antes y después del año 2020 las granjas de estos caracoles pasaron de superar las 600 (37,5% de ellas en Andalucía) a situarse por debajo de la mitad, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En abril de 2024, el número de las granjas helicícolas andaluzas fue de 211, según los datos de la Junta de Andalucía.
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