Hará ya unos 50 años de...

Así éramos hace medio siglo

El año que murió Franco la generación llamada a transformar el país empezaba a cocinar desde una Andalucía con un 11% de analfabetos los rudimentos de una democracia a la europea

Pedro Sánchez eligirá al líder del Psoe de Andalucía en las próximas horas

La célebre foto de la tortilla, en la que no había tortilla, donde se encontraba Felipe González y algunos personajes claves para la Transición,
La célebre foto de la tortilla, en la que no había tortilla, donde se encontraba Felipe González y algunos personajes claves para la Transición, / Pablo Juliá
Pedro Ingelmo

05 de enero 2025 - 07:01

Hace medio siglo, el año en el que iba a morir Franco, que no el franquismo, que moriría justo un año después de un aparente suicidio, el gobernador civil de Sevilla, Alberto Leiva Rey, un juez madrileño que venía de haber sido el responsable de la prensa y propaganda de la dictadura, remitía un informe sobre cómo le iba a los movimientos clandestinos por su provincia: “Tanto el PSOE, cuyo principal portavoz es el abogado de Sevilla Felipe González, como el grupo denominado Alianza Socialista de Andalucía, cuyo máximo promotor es Alejandro Rojas Marcos, se ven desbordados y basculan hacia los planteamientos de los grupos marxistas: ruptura democrática y repudio de la forma monárquica de Estado. El Partido Comunista es la única fuerza política negativa que se puede tomar en consideración en Sevilla. Dispone de dirigentes capacitados y cuadros organizados, habiendo logrado una profunda penetración en la universidad, a través de la Joven Guardia Roja, y en el mundo laboral, mediante Comisiones Obreras”.

El colega de Leiva Rey en Cádiz, Antolín de Santiago, amigo íntimo del entonces vicesecretario general del Movimiento, un tal Adolfo Suárez, expresaba parecidas preocupaciones: “Los comunistas se encuentran encuadrados en las llamadas Comisiones Obreras y han mostrado cierta actividad ante los distintos conflictos laborales. A este respecto debe constatarse la mayor actividad de organizaciones clandestinas y sus intentos de difusión propagandística”.

Gobernadores civiles como Leiva o Santiago actuaban como los ojos y los oídos del régimen más allá de Madrid. Su tarea consistía en elaborar informes como los transcritos y no tanto explicar, por ejemplo, que una de cada cuatro andaluzas mayores de 35 años no sabían leer ni escribir (el analfabetismo total era del 11%). Porque hace 50 años los andaluces varones se morían a los 69 años (ahora nos morimos diez años más tarde) y las mujeres tenían de media algo más de tres hijos (ahora tienen un niño coma veinte). En aquel año nacerían 124.000 andaluces frente a los poco más de 60.000 que nacieron el año pasado y la pirámide de población era radicalmente diferente: el 30% de la población tenía menos de catorce años, frente al 13% actual, y sólo el 9% tenía más de 64 años. Ahora son el 19%.

De los actuales ocho alcaldes de capitales de provincia andaluzas sólo uno tuvo conciencia política en su momento de lo que significó aquel 1975. Es el de Málaga, Francisco de la Torre, ya octogenario y que entonces era presidente de la Diputación provincial. Los demás eran niños menores de diez años (el de Sevilla y la de Huelva) y otros cinco no habían nacido. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, tenía cinco años y había nacido en Barcelona porque sus padres eran emigrantes. La emigración fue el principal elemento demográfico de la Andalucía del franquismo. Desde 1950 a 1975 la región sufrió una sangría poblacional de 1.730.000 personas.

Hace 50 años el campo proporcionaba el 27% del empleo andaluz; hoy sólo el 6%

El problema era principalmente rural. Los pueblos se vaciaban y eso que por entonces 426.000 andaluces aún vivían de la agricultura, casi todos hombres, lo que suponía un 27% de la actividad laboral. Hoy son 211.000, muchos de ellos inmigrantes, y las mujeres son 59.000, lo que se traduce en un 6% del empleo total que proporciona el sector a la economía andaluza. Y es que entonces una Andalucía desconectada del resto de la península por unas pésimas carreteras y redes ferroviarias todavía se asociaba con una España profunda en la que en la cocina de una casa de un pueblo de Jaén llamado Bélmez de la Moraleda aparecían figuras fantasmagóricas o en un cortijo sevillano propiedad del marqués de Grañina se descubrían cinco cadáveres brutalmente mutilados. Aquello, el crimen de Los Galindos, fue la gran noticia andaluza del año en el que murió Franco.

Portada de El Caso con el crimen de Los Galindos
Portada de El Caso con el crimen de Los Galindos

En esa Andalucía aún rural la mayor fortuna de la región pertenecía a Cayetana Fitz-James Stewart, la duquesa de Alba, cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, además de ser catorce veces grande de España. Hoy el título del andaluz más rico pertenece al almeriense Manuel Lao, un empresario nacido en una aldea de 200 habitantes que hizo fortuna con el sector del juego en la empresa Cirsa y luego la multiplicó con fondos de inversión. El año en el que murió Franco Lao vendía boletos en los bares de Tarrasa que funcionaban como una especie de tómbola y daba vueltas a la cabeza sobre cómo sacarle dinero a las máquinas de pinball.

Lo vuestro es el turismo

Pero la gran transformación de la economía andaluza ya estaba en marcha. El tarraconense José Banús, un hijo de albañiles, se había hecho rico participando en la construcción del Valle de los Caídos. Tuvo el privilegio de poder escoger él mismo, entre los presos políticos, a sus obreros para erigir este panegírico del nacionalcatolicismo. Banús visitaba las cárceles y, “tras palpar su musculatura y comprobar su dentadura”, seleccionaba los “mejores ejemplares”, narraba el periodista que más y mejor ha investigado la corrupción en Marbella, Miguel Ángel Ordóñez. Cuando la selección de personal corre de tu cargo y, además, no tienes gastos de mano de obra más allá de una paupérrima alimentación convertirte en un hombre hecho a ti mismo es un camino allanado. Banús había dirigido como quintacolumnista en Madrid una red de espionaje al servicio de los golpistas durante la guerra civil, lo que le fue gratificado tras la contienda con concesiones que le hicieron ganarse el apodo del rey de las gravas. Para él fueron buena parte de las obras de reconstrucción en el Madrid agujereado de la postguerra. Con el golpe definitivo del barrio del Pilar, magnífico negocio amparado por el régimen para alojar el éxodo de la periferia andaluza y extremeña a la capital, amasó los 200 millones de pesetas con los que se pudo ir al sur y pagar a los diseñadores del puerto de Cannes para que le construyeran en la Costa del Sol el puerto deportivo que lleva su nombre, donde hay un monumento en su honor. Se inauguró en 1970 en Marbella. En 1975 se le otorgó la Medalla de oro al Mérito Turístico, que sumó a la Medalla al Mérito al Trabajo. Él fue la piedra angular sobre la que se ha levantado una industria que aporta en la actualidad el 12% del PIB y del empleo andaluz.

Banús, un empresario que hizo fortuna con el Valle de los Caídos, creó la meca del turismo

Sobre lo que el franquismo tecnócrata pensaba de Andalucía da cuenta la visita que cursó el ministro López Rodó para hablar de las inversiones aeronáuticas en esta ciudad y la creación de los polos químicos en Huelva y el Campo de Gibraltar, éste último para compensar el destrozo económico y social que había supuesto el cierre de la verja de Gibraltar. Granada se había quedado fuera de estas inversiones y el alcalde granadino acudió a Sevilla para pedir explicaciones. López Rodó le contestó que Andalucía no necesitaba tanta industria pues “tenéis suficiente con el turismo y los dones de vuestra naturaleza y vuestro arte”.

Pero la avenida de la fama de Puerto Banús y la naturaleza y el arte no podían ocultar realidades más acuciantes. En mayo de 1975 más de doscientas personas se concentran ante el Ayuntamiento de Camas para exigir al alcalde franquista Juan Lozano Meridiano las viviendas prometidas casi una década atrás. Los afectados vivían en barracones y el alcalde se había limitado en todo ese tiempo a instalar dos duchas. Aquello fue una protesta pionera de un movimiento vecinal que iba a ser decisivo en los primeros años de la democracia en las ciudades andaluzas.

El problema habitacional se trataba de paliar en Sevilla con la construcción en el Polígono Sur de seis barriadas a todo correr que acabarían conociéndose como las Tres Mil Viviendas. En 1975 iban por la mitad y ya habían trasladado a algunas familias que malvivían en las chabolas del Vacie y La Corchuela. Sevilla en los años 70 era una ciudad de aluvión. En sólo una década su población creció en más de cien mil habitantes. Por eso, temiéndose el colapso, en noviembre de 1975, sólo unos días antes de la muerte oficial de Franco, o el hecho biológico, como eufemísticamente se describía en la prensa, se aprobó la construcción del metro de Sevilla: “Los problemas del transporte urbano de Sevilla, motivados por la existencia de una red viaria urbana totalmente inadecuada para las necesidades del tráfico de superficie, se han visto singularmente agravados en los últimos tiempos por el crecimiento del número de habitantes. Para evitar una situación de grave colapso circulatorio de la población, a plazo no lejano, se precisa acometer sin dilación la construcción de un ferrocarril subterráneo metropolitano”. Sólo tardó 34 años en hacerse realidad aquel proyecto.

Los curas obreros eran una de las principales preocupaciones de los gobernadores civiles

Precisamente fue el actual defensor del pueblo andaluz, Jesús Maeztu, el designado como comisionado para ver qué se podía hacer con el polígono sur sevillano, con las Tres Mil, hace veinte años. Tenía experiencia. Nacido en Medina Sidonia, había sido ordenado sacerdote y su destino en 1975 era la parroquia del Cerro del Moro, el ‘barrio gueto’ de Cádiz calcado a las Tres Mil, aunque más pequeño. A Maeztu aquel gobernador civil que hablaba de las comisiones obreras le observaba con lupa. Sus informantes también tuvieron que hablarle de un joven profesor llamado Rafael Román, que por entonces había entrado en contacto con el núcleo duro del socialismo sevillano. Posteriormente Román alcanzaría la presidencia de la Diputación y hoy, aunque apartado de la primera línea política, es buen amigo de Pedro Sánchez, el mismo que ha anunciado un centernar de actos durante 2025 por los 50 años de la muerte de Franco.

El Cerro del Moro de Cádiz, uno de los 'barrios gueto' construidos durante el franquismo
El Cerro del Moro de Cádiz, uno de los 'barrios gueto' construidos durante el franquismo / Joaquín Pino

En sus memorias, Crónica de una generación, relata que en 1975 UGT estaba tratando de hacer la competencia a Comisiones Obreras implantándose en Astilleros, la fábrica de cerveza , Tabacalera, la empresa de autobuses Comes… “Jesús Maeztu nos permitía reunirnos en su iglesia de Cerro del Moro y usar su multicopista. Otras parroquias que colaboraban eran las del cura Alberto Revuelta y la de Pepe Araujo, de la Divina Pastora. Pero las reuniones grandes eran en el obispado”.

Lo que cuenta aquí Román describe la importancia de una Iglesia conciliar, la del Papa Montini, Pablo VI, y la de su extensión en España, el cardenal Tarancón, muy distinta a la que había permitido a Franco años antes salir bajo palio. Estaba compuesta por los bautizados como curas obreros, que evangelizaban en las fábricas y ellos eran evangelizados en las fábricas con algo de doctrina marxista. Uno de los obispos protectores de estos jóvenes curas era el de Cádiz, Antonio Añoveros, que estuvo al frente de la diocesis hasta 1971 y apoyó el movimiento obrero que haría famosa a la Bahía durante los siguientes años y casi hasta nuestros días. En 1974 se convirtió en una celebridad cuando, como obispo de Bilbao y pocos meses después del asesinato de Carrero Blanco, pronunció una homilía en defensa de la identidad del pueblo vasco. Franco quiso expulsar a Añoveros del país y Pablo VI amenazó a Franco con excomulgarlo si lo hacía.

Una de las mentes más brillantes de la época, el psiquiatra sanroqueño Carlos Castilla del Pino, vivía en Córdoba tras haber perdido todas las batallas académicas con una de las mentes más siniestras de la época, el psiquiatra López Ibor, el mismo que practicaba lobotomías para curar la homosexualidad. En la segunda parte de sus memorias, Casa del Olivo, recuerda cómo a los pocos días de la muerte de Franco, del que dicen que una de sus últimas frases fue “no sabía que fuera tan duro morir”, acudió a una manifestación convocada en la plaza Corazón de María. La policía le molió a palos y algunos de sus amigos escucharon decir a un conocido y temido policía de la Político-Social que “a ese Castilla vamos a cogerle de una vez y le vamos a dejar sin barba arracándosela pelo a pelo”. Castilla del Pino consideró lo más prudente salir de Córdoba y refugiarse en Jerez. Pero cuando regresó días después a Córdoba, ya en los últimos días del año 75, se sorprendió del cambio de actitudes que percibió en relevantes conciudadanos que antes le rehuían. Corría el rumor de que iba a entrar en política (cosa que no hizo) y que seguramente, una vez consumado el ‘hecho biológico’, acabaría por tener mucho poder. Uno de sus grandes amigos en la ciudad, el joyero Rafael Aguilar, le dijo con socarronería: “A partir de ahora vamos a ver en Córdoba la cantidad de gente que se dirá amigo de siempre de don Carlos Castilla”.

Pero fue una ilusión. No todo iba a ser tan fácil. A la policía le quedaban muchos palos por dar; ETA iba a entrar en su espiral más sangrienta e incluso crearía un comando en Andalucía; los Grapo, en buena medida nacidos en Cádiz por un atragantamiento de las experiencias de la lucha obrera, iban a emprender un camino hacia ninguna parte; y una extrema derecha muy extrema y muy peligrosa iba a sacar a pasear sus cadenas, sus bates, sus puños americanos y sus pistolas. La Transición empezaba y no iba a ser precisamente el verano del amor.

stats