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Religión
En la práctica totalidad de las más de cien mezquitas establecidas por toda la Comunidad Autónoma de Andalucía, las mujeres no tienen cabida. A pesar de que El Corán obliga a la mujer a las mismas normas de piedad que al hombre, los responsables de las mezquitas suelen justificar su veto a las mujeres por razones de espacio o falta de aseos para que ellas puedan hacer la ablución ritual previa al rezo. Muchas musulmanas protestan enérgicamente contra lo que consideran “una grave discriminación que no tiene lugar ni en Marruecos”; pero, de momento, casi ningún imán atiende sus peticiones.
“Ni siquiera tienen aseos para nosotras, ni un lugar donde podamos hacer la ablución antes del rezo”, explica la autora musulmana Qamar bint Sufán, refiriéndose a determinadas mezquitas, distribuidas por toda la geografía andaluza y, casi siempre, en manos de líderes de origen magrebí. A pesar de que esos templos excluyentes son mayoría, no todos los musulmanes secundan esa segregación. Para Yihad Sarasúa, de Mezquita Ishbilia de Sevilla, se trata de una incorrecta interpretación de ciertos hadices: “El Profeta permitió que la mujer pudiera hacer el rezo en su casa porque entonces tenía hijos pequeños a su cargo y otras responsabilidades domésticas que no podía desatender; pero algunos hoy han convertido eso, que era un derecho, en una obligación”.
“Ese modo de actuar, en esos espacios de culto, no solo supone una segregación inconstitucional inaceptable en nuestro país, sino la evidencia de que determinadas corrientes islámicas pretenden aislar a la mujer”, continúa diciendo la intelectual almeriense Bint Sufán, que opina que la exclusión va mucho más allá del veto para acceder a la sala de oración. “O no nos dejan entrar a la mezquita, o nos relegan, a nosotras y a nuestros niños pequeños, a un cuartucho separado desde el que tenemos que oír al imán por un altavoz, que además suena mal”. Y termina: “Alguna de esas mezquitas se benefician de subvenciones estatales sin que el Ministerio de Igualdad diga nada”.
En las mezquitas de Marruecos, dependientes todas ellas del Ministerio de Asuntos Islámicos, sí hay sitio para las mujeres; ambos sexos comparten una misma sala de oración, separados por una celosía: “Se hace así para ofrecer algo de intimidad a la mujer, que va a postrarse en el suelo durante el salat y que podría no sentirse cómoda en esa postura delante de desconocidos”, explica Saad el Himmer, marroquí afincado en Marbella. Para él, si la Administración en España regulara las condiciones y requisitos para abrir una mezquita, la situación de la mujer en las mismas cambiaría.
Kaleem Mirza es el presidente de la Federación de Musulmanes de España (FEME), con sede en Málaga. Reconoce que “la mayoría de las mezquitas no disponen de un espacio de rezo para las mujeres” y, a su entender, esto sucede, bien por falta de sitio, bien porque la comunidad no quiere que las mujeres recen junto a los hombres. Para Mirza, de origen pakistaní, “tiene que darse más participación de mujeres y tiene que haber más mujeres líderes en las comunidades musulmanas en España”. Admite que son las madres las que se ocupan, en un 90%, de llevar y traer a sus hijos a la mezquita para las clases de islam; deberían, por todo ello, a su entender, tener mayores responsabilidades en la gestión de las mezquitas.
Mariam Isabel Romero es una de esas pocas musulmanas que sí lideran a una comunidad islámica en España, Junta Islámica. Con sede en Córdoba, este institución persigue, entre otros muchos objetivos, la defensa de los derechos de la mujer musulmana y la reivindicación de la igualdad. Formada mayoritariamente por españoles que profesan el islam, Junta Islámica reivindica una interpretación del Corán a la luz de la razón y una práctica religiosa siempre en el marco constitucional y la Ley de Libertad Religiosa.
Solo cinco mezquitas en toda Andalucía cuentan con un espacio adecuado para mujeres en igualdad de condiciones materiales que el de los hombres. Aun así, salvo para la oración del viernes a mediodía, que va acompañada de un sermón, ninguna mujer accede a esa zona acotada el resto de la semana. Una veintena de mezquitas andaluzas, atendiendo a las insistentes reclamaciones de las mujeres, han dispuesto una habitación para ellas en un lugar apartado del edificio, sin acceso visual ni al imán ni a la kibla. La inmensa mayoría de las cien mezquitas y oratorios andaluces no admiten a ninguna mujer.
La lengua de la predicación en las mezquitas andaluzas es otro de los asuntos que generan polémicas continuas entre los musulmanes. El árabe fusha que emplean casi todos los imames no es entendido por los que no pudieron estudiarlo en sus países de origen ni por los muchos musulmanes que proceden de países no árabes (Pakistán, Senegal y otros). “En cada mezquita la jutba y otros discursos deben pronunciarse en castellano: ya hemos conseguido que en muchas se predique en árabe y español pero queda mucho trabajo por hacer”, dice Mirza. También se ha expresado así en numerosas ocasiones el imán y sociólogo Taoufik Cheddadi El Harrak, insistiendo en que “la jutba en la lengua local es un mandato moral e incluso islámico”.
La obligatoriedad del velo en las madrasas de las mezquitas es otro asunto que enciende discusiones entre las mujeres musulmanas. Dependiendo del movimiento o corriente islámica a la que se adscriban los responsables de cada mezquita se impone el velo a las niñas a partir de una u otra edad: en muchas, desde los 9 años. Ahora que desprenderse del velo o hijab puede acarrear severos castigos en países como Irán, muchas musulmanas como Fátima Berrada, de Algeciras, promueven restringir su uso solo al interior de la mezquita.
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