Quién está detrás de los más de mil quinientos imanes que predican el islam
Gobiernos extranjeros, movimientos islámicos transnacionales, cofradías sufíes, sectas o simples asociaciones de fieles: son los que sostienen las mezquitas españolas
El islam en España, al contrario de lo que sucede en casi todos los países musulmanes, no está dirigido ni controlado por ninguna institución gubernamental: fluye libre, sin organización ni estructura. Este rasgo, tan propio de países aconfesionales, convierte a esta tradición espiritual en un ente especialmente difícil de conocer o inventariar. No existen registros de imanes. La mayoría de las más de mil quinientas mezquitas repartidas por todo el territorio nacional son pequeños oratorios de barrio, casi siempre sin licencia, que se autofinancian con las aportaciones voluntarias de sus fieles. Sin embargo, algunos gobiernos extranjeros y determinadas sectas transnacionales están poniendo el ojo sobre muchos de estos templos; quieren utilizarlos como plataformas para la difusión de sus doctrinas, que no siempre son compatibles con la Constitución Española o la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ofrecen apetitosas soluciones de financiación y, a cambio, exigen poder colocar al frente de los púlpitos a sus imanes. En cientos de templos islámicos se difunden ya dogmas ajenos a la práctica religiosa de la mayoría de los musulmanes que viven en España.
Los musulmanes en España constituyen una comunidad mayoritariamente pobre, de clase trabajadora y escasa formación. Solo una veintena de mezquitas cuentan con un edificio religioso al uso, con minarete o patio de acceso. El resto están implementadas en garajes, locales comerciales de barrio, viviendas en desuso y antiguos almacenes. Aunque muchas de esas mezquitas se han agrupado bajo el paraguas de alguna federación de comunidades islámicas, otras trabajan de manera independiente y no quieren ser eclesializadas por nadie. Sin embargo, algunos gobiernos extranjeros e inquietantes movimientos pietistas pugnan por el control de los templos islámicos españoles para alcanzar, así, a la masa de fieles que oran en ellas.
El principal peligro doctrinal dentro del islam, para la mayoría de los expertos, reside hoy en el wahabismo. Con los fondos que esta particular y férrea interpretación del islam obtiene del petróleo en su región de origen, los wahabitas extienden su influencia por todo el mundo. Mezquitas como la de la M-30, la de Marbella o Fuengirola (también la de Gibraltar) fueron construidas y se financian con dinero procedente de Arabia Saudí, quien cuida mucho de que lo que en ellas se predique y enseñe sea acorde con la doctrina wahabita. De rigoristas principios, los imanes que siguen a Muhámmad ibn Abd-al-Wahhab no ocultan en su predicación semanal su completo rechazo hacia las personas homosexuales o a las mujeres que no cubren su cabello y se maquillan, o su apoyo a la práctica de la ablación genital femenina. Castigos corporales o ejecución por lapidación no son penas explícitamente rechazadas por los wahabitas, como bien se deduce de algunas de sus publicaciones en español en Internet.
El 80% de los doscientos mil fieles que frecuentan semanalmente las mezquitas españolas son de nacionalidad o de origen marroquí. Los imanes de Ceuta y Melilla, ciudades que Marruecos considera propias y en las que la población musulmana ronda el 50%, responden ante Rabat de su predicación, lo que supone una garantía de moderación. Aunque, en su día, Marruecos se valió de una de las dos grandes federaciones islámicas, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (Feeri), para tener cierto poder de decisión en la Comisión Islámica de España y sobre el contenido de la predicación en sus mezquitas federadas, hoy ya los líderes de la Feeri no gozan de la confianza del reino alauita.
Los costes del mantenimiento de las mezquitas de barrio no son nunca excesivos, teniendo en cuenta que suelen estar implantadas en fincas en desuso o áreas periféricas, y que están exentas del IBI (como los templos de todas las confesiones religiosas de notorio arraigo, las sedes de las ONG, la mayoría de los locales sindicales, etc). Además del mantenimiento ordinario del local (suministros y limpieza), el principal coste para la comunidad es el sueldo del imán, que oscila entre los mil y mil quinientos euros. Los fieles también pagan por las clases de islam y árabe culto que reciben sus hijos en las madrasas de estas mezquitas: 30 euros al mes por hijo, de media. Sin embargo, de momento, ni a estos imanes ni a los profesores de religión les exige nadie ninguna cualificación profesional o título. Es por tanto frecuente que algunos movimientos islámicos transnacionales (no siempre transparentes) ofrezcan a las mezquitas imanes y profesores de su cuerda para que “adoctrinen” a los fieles y a los alumnos en la línea de su ideología religiosa.
El Tabligh es uno de esos movimientos que se ha extendido rápido por todo Occidente. Muy proselitistas, son vistos por muchos musulmanes como una especie de Testigos de Jehová del islam. Pretenden renovar a los musulmanes, unificarlos bajo un estilo de vida supuestamente basado en las enseñanzas del Profeta Mahoma. Predican puerta a puerta y, aunque no tienen mezquitas en propiedad, sí han establecido una red europea de miles de comunidades afines. Se calcula que entre 300 y 500 mezquitas españolas (número en crecimiento) sirven a los misioneros del Tabligh (pakistaníes y de países de la Península Arábiga, sobre todo) como base de sus actividades. Realizan viajes de divulgación religiosa un fin de semana al mes, ofreciendo charlas en los templos, visitando a enfermos en sus hogares y abordando por la calle a musulmanes que incumplen los preceptos coránicos (según siempre su literalista y singular interpretación). Son bien recibidos, alojados y alimentados en las mezquitas de su red. Piden ayudas a las más ricas para paliar las deficiencias de las más pobres; y, en ese cometido, recurren con frecuencia a donantes de países del Golfo que no dudan en enviar importantes sumas para contribuir a la expansión de la doctrina Tabligh en Occidente.
Los sufíes también tienen su sitio en este gigantesco y caótico puzle. De todas las cofradías sufíes con presencia en España, tal vez la más poderosa sea el antiguo Morabitún, ahora llamado Comunidad del Sheyj Abdelkader. Se articulan en torno a la Mezquita del Albayzín, en Granada, y la Mezquita de Sevilla (en proyecto). La mayoría de sus miembros son españoles o ciudadanos conversos al islam de otros países occidentales; el propio líder de la hermandad, Abdelkader As Sufi, de nombre cristiano Ian Dallas, es escocés: fue mánager de Los Beattles, se convirtió al islam en 1965 y hoy dirige su movimiento mundial desde Ciudad del Cabo.
Justicia y Caridad es una especie de versión de los Hermanos Musulmanes construida especialmente para adaptarse a las características del islam de Marruecos. Tiene en ese país un importante (e imposible de calcular) número de seguidores, ganados a pulso gracias a labores sociales y asistenciales. Aunque su actividad está tolerada por Rabat, es allí un movimiento ilegal e ilegalizable en cuanto que no reconocen a Mohamed VI el carácter de emir de los creyentes. En España funcionan a través de Onda, una organización juvenil que organiza campamentos, excursiones, ofrece orientación laboral y clases de árabe. Numerosas mezquitas, sobre todo en el Levante español, acogen actividades de Onda.
Si la mayoría de los miembros de Justicia y Caridad están hoy agrupados bajo el paraguas de Feeri, las mezquitas afines a la organización islamista Hermanos Musulmanes lo están bajo el de la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide, la otra gran federación de colectivos islámicos).
Un grupo no muy numeroso de musulmanes descuella entre todos por el bagaje académico de sus miembros y la interpretación racional que hacen de la tradición islámica: es la Junta Islámica de España, que fundara en su día el psiquiatra español converso al islam, Mansur Escudero. Junta Islámica propone una visión del islam inclusiva, igualitaria, feminista y democrática. Amiga del diálogo interreligioso, no está interesada en las mezquitas como instrumento de control sino en el desarrollo de los derechos de los ciudadanos de confesión musulmana: menús halal en hospitales, colegios y cárceles; educación islámica de calidad en los centros públicos; formación de los imanes; lugares para enterramientos según la tradición islámica, etc. Está presidida por una mujer española que no cubre su cabeza con telas y abogan por la reconstrucción de un islam español (“que nunca desapareció del todo a pesar de la expulsión de los moriscos”) libre de injerencias exteriores que promueva la democracia y la convivencia.
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