La Balona se inmola en Albacete (3-0)
Albacete - Real Balompédica | La crónica
Los linenses aguantan hasta el descanso, pero desaparecen tras la autoexpulsión de Chironi en el 44'
La segunda mitad es un monólogo de los manchegos, que hacen tres goles y estrellan dos balones en la madera
Pues para no ser un gigante, al menos si se le da ventaja, lo parece. Nadie dijo nada de que no aceptase regalos. Y la Balompédica se fue hasta el Carlos Belmonte para entregarle un presente a un Albacete que por algo pelea por ser campeón. Una temeridad con resultado de derrota abultada. Después de capear más que bien el temporal durante el primer periodo, Gabriel Chironi se autoexpulsó al filo del descanso. Y jugar con diez era conceder demasiada ventaja para el conjunto manchego, que venció por aplastamiento. Ahora le toca a la Balona volver a jugarse los cuartos, esta vez con el Sevilla Atlético, en un duelo cuya trascendencia se revaloriza tras la victoria del filial nervionense en en derbi sevillano. La agonía de este tramo final de la competición parece tomarse algún paréntesis, pero no tener fin.
Salió bien, muy bien la Balona, que lleva toda la temporada demostrando que no le intimidan los escenarios de prestigio. Sin Aly Coulibaly (que, lesionado, ni se desplazó) Alberto Moteagudo sí que dio entrada a Koroma y Antoñito y dejó en el centro a Chironi. Arriba Iván Martín relevó a Gerard Oliva.
Con esos hombres la Balompédica salió con la presión alta, a hacerle incómodo el partido a un rival preñado de calidad. Durante quince minutos el conjunto de casa no sabía como meterle mano al de La Línea, que también es cierto que en ataque nada de nada. Tampoco es novedad.
Poco a poco el Alba se fue desperezando, pero se encontró con una Balompédica muy ordenada y solidaria. A base de tocar, de hacer circular rápido el balón, el Albacete consiguió que fuesen llegando los sobresaltos. Que si media volea de Fuster (12'), que si Rubén Martínez recibe a la espalda de la defensa pero lanza alto (17'), que si Riki lanza con intención desde fuera...
A pesar de que los de Rubén de la Barrera tenían el esférico, persistía la sensación era que el equipo visitante controlaba la situación. Que se sentía cómodo, que aceptaba de buena gana el riesgo de poder encajar un gol, pero sin atrincherarse. Está más que demostrado que no es lo mismo posesión que control. En el 43' por fin enseñó los dientes el conjunto visitante. Dorrio lanzó con intención desde el borde del área y Bernabé, hasta entonces inédito, tuvo que emplearse a fondo.
Justo cuando parecía que ya no iba a suceder nada más, llegó la jugada clave del partido. Chironi, que ya tenía una amarilla, hizo un mal control en el borde del área rival y se le fue la mano al intentar evitar la contra de los locales. Ni siquiera hubo segunda amonestación. Roja directa. Como de todas formas se iba a la calle, tampoco es cuestión de debatir más de la cuenta sobre la dureza de la sanción. Por sus gestos, Chironi es el primero que sabe que metió la pata.
Con uno menos Monteagudo renunció tras el descanso a Koroma y dio entrada a Sergi Monteverde para intentar mantener el equilibrio. Pero el Albacete se desató. Ganó porque es mejor, porque en su casa es fortísimo y porque la Balona con uno menos sí que enseñó la vía de agua. En plata, ya no daba para más.
Era palpable de que era una cuestión de tiempo. Y apenas habían transcurrido nueve minutos de la segunda entrega cuando Dani González, que llevaba un suspiro el campo, remató a placer tras una cesión de cabeza de Rubén Martínez que, vista con la moviola, da la sensación de que era reglamentaria.
El 1-0 fue la puntilla. La Balona desapareció del campo. Ni con los cambios presentó más batalla. En el fondo, porque todos sabían ya que la suerte estaba echada. Y efectivamente era así. Dos veces marcó Kike Márquez. La primera ganándole la espalda a Víctor Mena en el salto. La segunda, casi a puerta vacía.
Y la herida pudo ser aún peor. Hasta en dos ocasiones estrellaron los manchegos el cuero en la madera. Una vez Jordi Sánchez y otra, Dani González. También lo hizo Gerard Oliva, solo en el segundo palo. A puerta vacía. Lástima que ese tipo de errores, por frecuentes, hayan dejado de ser noticia. Que tampoco es que el gol hubiese servido para mucho, pero....
Y con escasa prolongación, porque se ve que no había ganas de hacer sangre, se acabó. La Balona se fue a Albacete a claudicar casi por voluntad propia. No es para nada descartable que con once para once también hubiese sucumbido. Pero la sensación de que tiró la toalla por una acción irresponsable escuece y mucho. Porque lo que hay en juego, que es nada menos que una permanencia, es demasiado.
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