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FC Jumilla - Real Balompédica Linense | La crónica
A ver. Que salga el gracioso que ha hackeado durante las vacaciones de Navidad el disco duro de la Real Balompédica. De otra forma no se entiende que un equipo irreconocible, que parece haber invertido sus coordenadas, pero que portaba el escudo de la centenaria entidad de La Línea, enlazase este domingo, en Jumilla, su tercera derrota consecutiva y su cuarta jornada sin vencer.
Un revés justificado por el pésimo nivel ofrecido por los albinegros, que han encajado siete goles en los cuatro últimos partidos. Uno más que en las 17 jornadas precedentes. Esta Balona de marca blanca le está perdiendo el pulso a la competición y esta vez no cabe la justificación de la envergadura del rival. En realidad es que no cabe ninguna justificación.
La Balompédica no perdió en Jumilla porque fuese peor que el mediocre, muy mediocre, equipo vitivinícola. Es posible que porque ser peor era complicado. La Balona cayó, sencillamente, por no ser la Balona. Y ni siquiera parecerlo. Al rival, cortito con sifón, le bastó con poner más amor propio. Y que alguien le gane a la Recia por poner más amor propio... es casi contra natura.
Un cúmulo de decisiones técnicas de difícil digestión ayudaron a que los albinegros –que ya venían evidenciando síntomas– se paseasen por el Uva Monastrell como una sombra de sí mismos.
Aquel equipo tenaz, ordenado, constante, solidario, agresivo... del que tan orgulloso se ha sentido su hinchada tornó (y ya lo apuntó una semana antes) en un bloque amorfo, indolente, carente de recursos y bajo los efectos de un incipiente bajón físico que puede ser la consecuencia de haber mantenido el a toda máquina durante toda la primera vuelta.
Si todo este pitorreo en el que se convierte año tras año el mercado de invierno para los equipos que andan cortitos de posibles lo que ha servido es para la Balompédica, en un partido en el que está por detrás en el marcador, convierta al barbilampiño Mai en su primer recurso ofensivo es que la ventana de fichajes se ha gestionado mal. Pero que muy mal.
Y es que son muchas las puntadas que merecen una reflexión. Que se sepa Kike Gómez sigue siendo jugador de la Balona. Sigue cobrando de la Balona. Entonces ¿por qué hay que prescindir de sus servicios por anticipado? ¿Quizás porque se teme que el jugador se reivindique antes de regresar a Gibraltar? Porque eso sería muy grave. Cesc Fàbregas jugó hace nada con el Chelsea horas antes de anunciar su fichaje por el Mónaco. De hecho fue objeto de una emocionante despedida por parte de la afición blue al ser sustituido. Y no sucedió absolutamente nada.
Lo mismo pasa con la baja de Rafa Navarro. Se fue sin debutar porque el equipo no le necesitaba. Y acaba jugando en su puesto –porque el míster parece haber perdido la confianza en Sergio Rodríguez– un zurdo a pierna cambiaba. Que para colmo no tiene su día.
Por si no fuera suficiente, que Juampe haya quedado como señalado por la derrota a manos del Cartagena se antoja un disparate, pero también una frivolidad que este equipo, que está cogidito con alfileres, no se puede permitir.
Con todo eso el once ya chirriaba. Tarsi gozó de la titularidad, pero acabó desenvolviéndose en una zona muy retrasada y se difuminó. Sana, sencillamente, no es el mismo desde que volvió de la lesión. Y con un pivote inestable la Balona se resiente atrás. Ahmed estaba como metido con calzador en un costado. La consecuencia fue la que fue, que la Balona se constituyó en un disparate.
El partido, lo que sucedió en eso que aparecía denominado como terreno ¿de juego?, no tiene mucho que contar. El viento y el pésimo estado del campo invitaban a ver un partido infumable, de pelotazo y tente tieso. De nada.
A los diez minutos Gato ahondó por la banda pero centró mal. El balón parecía cómodo para Simón Ballester, pero entre que Ahmed estorbó y que el portero no estuvo muy fino, el esférico se quedó dando vueltas por el área chica y Pirulo fue el más listo de la clase y acabó mandándola adentro (0-1).
Parecía que una vez más la Balona había llevado el partido donde quería. Parecía. Porque eso hubiese sucedido con la Balona de antes de Navidad, aquella que era poco menos que inexpugnable y que si marcaba su afición respiraba tranquila. Aquella, no el sucedáneo que ha comenzado 2019.
A los 28’ una jugada de ésas que se analizan en la caseta para tratar de entender qué paso. Abel Moreno perdió un balón, Carrasco despejó mal y con la inoportuna ayuda del viento, el esférico se quedó en el campo. Y cuando los dos zagueros y Javi Montoya se miraban preguntándose quién lo atacaba, Migue Marín llegó desde lejos, se quedó con él y fue derribado. Un penalti tan inaceptable como indiscutible. Carlos Álvarez no falló desde los once metros (1-1).
No habían transcurrido cinco minutos cuando un pelotazo del portero local dio lugar a una falta infantil de Sana en la frontal del área. Manu Miquel le pegó de categoría, pero la barrera se abrió y le facilitó el camino. Fue el 2-1.
Desde ese momento, y quedaba una hora ¿de fútbol? por delante, no sucedió nada relevante.
La Balompédica fue una oda al ni quiero ni puedo. Los cambios, pocos y extraños, muy extraños, llegaron tarde y mal. Como si Roger –que tiene derecho a equivocarse como todo bicho viviente– estuviese sumido en uno de esos ataques de entrenador que tanto asoman cuando la lógica abandonan los banquillos y que casi siempre conducen a la derrota.
A pesar de estar por detrás, la Balona no creó una sola ocasión de auténtico sobresalto. Es más, en una acción aislada, también a balón parado, hasta tuvo que intervenir Javi Montoya. El debut de Mai y la posterior entrada de Juampe no obraron ningún milagro.
En medio de esta cuesta de enero transformada en inesperado Tourmalet al vestuario de la Balona solo le queda hacer autocrítica –no solo necesaria, sino imprescindible– y mantener la calma.
No es que haya llegado el momento de la catarsis ni de desempolvar antes de tiempo los fantasmas de la pasada campaña. Pero esta afición sabe y mucho de esto. Y lo mismo despide a su equipo con una cerrada ovación tras una derrota en casa, sabe que en Jumilla le dieron gato por liebre. Porque lo que ayer jugó en Jumilla no fue su Balona. O por lo menos la Balona de las 17 primeras jornadas.
Almería B y Malagueño aparecen en el horizonte como rivales idóneos para retomar la velocidad de crucero. Pero visto lo de los dos últimos partidos el verdadero rival de la Balona no es otro que la propia Balona.
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