(0-0) Tanta espera para tan poco fútbol
Real Balompédica - UD Tamaraceite | La crónica
La Balona firma tablas con el Tamaraceite en un partido eterno
El primer tiempo acaba sin un solo disparo a portería
La expulsión de Chironi en el 55' obliga a los locales a meterse atrás
Cada equipo dispone de una sola ocasión de gol
Ocho [largos] meses de [interminable] espera para volver a ver a la Balona en el maltrecho Municipal y, a la hora de la verdad, el partido se hizo eterno. Casi al tiempo que el Gobierno declaraba el estado de alarma albinegros y Tamaraceite declaraban el toque de queda para el fútbol espectáculo. Balonos y grancanarios escenificaron noventa y pico de minutos de un partido táctico, hasta generoso en el esfuerzo –mucho- muy de Segunda B. Esos que, cuando no terminan con triunfo invitan al aficionado a pensar que tampoco se estaba tan mal en casa y a los entrenadores a hacer valoraciones positivas.
En una liga tan igualada como esta Segunda B que casi siempre se decide por pequeños detalles, la primera variante del Balona-Tamaraceite benefició a los visitantes. El árbitro, impertinente pero respaldado por los protocolos anti Covid,ordenó reubicar a una parte de los hinchas de Tribuna para que no estuviesen cerca de los jugadores suplentes, a los que las medidas para frenar al maldito coronavirus impiden seguir los duelos desde el banquillo. El empecinamiento del trencilla melillense y la desobediencia de los espectadores acabó por enfriar a futbolistas. Así que el esperado comienzo chispeante, ese arranque tan anhelado después de ocho meses, se esfumó entre las quejas de la grada.
La UD Tamaraceite –que no hay que olvidar que afrontaba su primer desplazamiento a la Península, con todo lo que eso supone– se siente [o se sabe, eso ya a discreción] inferior. Así que se plantó en su medio campo a verlas venir. Con orden, con disciplina y, cuando podía, manejándose con gusto con el balón. Bueno, en el caso del veteranísimo David González, con un exquisito gusto. De esos jugadores a los que se debería permitir no retirarse nunca.
Los experimentos locales de colocar a Luis Alcalde en un costado o de Álex Peque como segunda punta fueron un fiasco y ni los cuatro chispazos de Antoñito y de Chironi sacaban de la mediocridad el fútbol que se veía sobre el césped. La Balona tenía el esférico casi siempre, pero no sabía cómo meterle mano al rival.
De esta manera se esfumaron cuarenta y cinco minutos en los que daba la sensación de que si los porteros hubiesen pactado irse a tomarse un refresco no se hubiesen percatado ni sus propios compañeros. No hubo ni un mal disparo a puerta. Como una semana antes. la Balona tiró el primer tiempo.
En el descanso Calderón tomó una decisión arriesgada que se tornó en imprudencia temeraria con resultado de expulsión. Con sus dos mediocentros amonestados metió en el césped a Aly Coulibaly y en vez de prescindir de, al menos de uno de los del pivote, los dejó en el césped. Sacrificó a Álex Peque. Quizás [a la vista de los hechos, y sin quizás] hubiese sido mejor dar entrada a Koroma en la banda, ubicar al francés en la posición en la que mejor se desenvuelve el pivote, y mandar bien a Chironi bien a Candela a la ducha.
La realidad es que estuvo a punto de salirle bien, porque nada más reanudarse el choque un centro de Sergio Rodríguez lo remató Gabriel Chironi en carrera, pero Nauzet García, que tuvo la suerte de estar en el trayecto, sacó una mano portentosa.
El propio centrocampista argentino cambió el partido en el 55. Contra su voluntad, es evidente. Perdió un balón cuando su equipo ya se había desplegado a posiciones ofensivas y en el momento en el que se sintió desbordado echó manos del adversario y lo derribó. Igual se puede debatir la primera amarilla que ya traía en la mochila desde la primera mitad. Esta segunda es indiscutible.
Con diez para once el partido se transformó. La Balompédica se metió en su mitad del campo y ahí se siente cómoda. Esta Balona tiene problemas de cara al marco contrario, pero sabe jugar sin balón. Por eso aún no ha encajado un solo gol. No hizo una sola concesión a un Tamaraceite al que le faltó desparpajo para irse a por los tres puntos. Nunca se lo creyó ni el equipo de Calderón le invitó a que se lo creyese.
En el último suspiro Quintero estuvo a punto de devolver al equipo de La Línea lo del gol de Pito Camacho en el último segundo de la primera jornada, pero su cabezazo se fue por la línea de fondo casi al tiempo que el árbitro, al que le sobran de largo sus maneras de bronquista, hacía sentir el pitido final.
Empate y sin goles. Los dos datos reflejan lo que fue el encuentro. Y, dadas las circunstancias, ni un equipo ni el otro quedó descontento.
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