Real Balompédica Linense | Segunda Federación
Y además, portería a cero
Real Balompédica Linense
Llega el domingo es 30 de junio. Todos los años la temporada oficial finaliza en esa fecha. Pero no de todas se guarda el mismo recuerdo. Esta vez la jornada está preñada de nostalgia en blanco y negro. Y es que justo con la caída del mes se cumplen nada menos que veinte años del aquel miércoles que vio el ascenso de la Real Balompédica a Segunda división B tras empatar a dos goles en el Municipal con el Hellín, que suponía el segundo de sus ascensos a la categoría de bronce (tras el que se había meterializado en el estadio Ipurúa de Éibar), el primero de los que conquistaba ante su parroquia y el que ponía fin a una inacabable travesía en el desierto de la Tercera.
Para muchos de los hinchas balonos, el recuerdo de la noche del Hellín aún permanece fresco en la memoria. Fue un ascenso con infinito significado. Para los más jóvenes, ni siquiera tiene la condición de recuerdo.
Once mil almas abarrotaban Tribuna y Preferencia del Municipal de La Línea apenas cuatro días después de que los albinegros se hubiesen ganado, con una igualada a un tanto en terreno albaceteño, el derecho a ascender con un empate.
El Maracena granadino y el Villafranca de Barros extremeño fueron los otros compañeros de viaje en aquella liguilla, que todavía se jugaba por el formato todos contra todos.
El día del ascenso la demanda de localidades superó de tal forma las previsiones que el club se vio obligado a vender las de algunos encuentros de la fase regular debidamente transformadas. La leyenda dice que incluso algunas matrices.
La mayor parte de los comercios no abrió esa tarde, porque la Balona propició que la jornada se convirtiese en una improvisada fiesta local. Largas colas de aficionados se formaron desde muy temprano en las inmediaciones de la sede social, que entonces estaba situada en la calle del Sol, para adquirir las entradas.
Un inmenso mosaico, formado por unas cuatro mil cartulinas blancas y negras, acompañó la salida de los de casa al terreno de juego. Cuando, en el 37’, dos goles del algecireño Juan Antonio García León (el héroe de la noche) parecían haber dejado sentenciado el encuentro, la euforia comenzó a desatarse entre los hinchas locales.
Paradójicamente le correspondió a dos ex balonos, Currito Álvarez en el 45’ y García Cazorla en el 55’, aprovechar sendos errores de la retaguardia, equilibrar el marcador y meter el miedo en el cuerpo a la grada durante 35 interminables minutos que acabaron con los incondicionales sobre el terreno de juego, paseando a sus hombros a sus ídolos e incluso apoderándose de trozos del terreno de juego que, en algunos casos, aún hoy guardan como se de una reliquia se tratase.
Aquella fiesta se prolongó durante toda la madrugada en Caliche Pub y La Pilar, los dos lugares que más se habían identificado a lo largo de la temporada en apoyo de la plantilla.
La celebración ponía fin a más de un año de trabajo. El desembarco de Ángel Serrano en la presidencia ayudó a evitar, in extremis, el descenso a Preferente en 1998 con una victoria en El Palmar de Sanlúcar de Barrameda.
El proyecto austero con el que Manolo Cruz se vio obligado a lidiar entregó el testigo a uno, mucho más ambicioso, organizado y conducido por el cordobés Rafael Escobar, el actual entrenador del Europa de Gibraltar.
El 26 de abril, y después de una humillante derrota 1-5 ante el extinto CD San Fernando en el Municipal, la directiva destituyó a Escobar, que cedió los trastos, en principio de forma temporal, a su segundo, Argimiro Márquez.
Un 0-4 en Utrera empujó a Serrano a dejar el equipo en manos de de Ossa de Montiel hasta el final de la campaña, no sin antes reforzar el cuerpo técnico con su inseparable Gabriel Navarro Baby,Baby que meses antes había abandonado el vestuario del Algeciras.
Márquez se convertía en la primera persona que ascendía con la Balona como jugador y como entrenador, una marca hasta ahora intacta.
La plantilla sufrió algunos cambios –como la baja por lesión, del onubense Paquito en el mercado de invierno- pero todos y cada uno de sus hombres acabaron por convertirse piezas adoradas por una afición que, sin duda, situó en lo más alto del pedestal al goleador Miguel Rodríguez, al meta José Salvador Requena, a los zagueros Rafa González, Raúl Procopio [más tarde técnico del conjunto albinegro] y José Manuel Camacho y al mencionado Juan Antonio.
Formaron parte en algún momento de aquel equipo: Requena y Suso (porteros); Javi Torres, Raúl Procopio, Antonio Pacheco, Camacho, Melo, Francisco Alonso, Óscar, Matías, Agustín, Marín, Raúl Castiñeira, Rafa González, Chesco, Perico, Negri, Paquito, Colin Ramírez, Miguel Rodríguez, Adolfo Hodas, José Manuel, Moyano, Alfaro y Juan Antonio.
Este domingo se cumplen veinte años de aquella noche inolvidable. Dicen los viejos del lugar que del ascenso más celebrado de la Real Balompédica Linense.
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