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Se merecía esta Balona llegar a la Navidad con una sonrisa. Se lo había ganado en 14 de las 16 jornadas disputadas y lo refrendó este sábado con un merecido triunfo sobre el Alcoyano. Una victoria labrada con el estilo con el que más disfrutan los valientes que se fueron a la grada a vivirlo en directo. Con amor propio, trabajo, sacrificio, compañerismo. Vaya, con ADN balono. Un gol (otro) de Coulibaly con algo de fortuna -ya era hora- permitió que los albinegros superasen al equipo de moda en España, al que igual la manta no le da para estar al cien por cien en Liga y Copa. Lo cierto es que ahí vuelve a estar la Balompédica, desafiando a la lógica mirando desde arriba a muchos que le triplican en presupuesto y que no acaban de dar con la tecla. Y si está ahí, que nadie cometa la osadía de ponerlo en duda, es porque se lo ha ganado. Es esta Primera RFEF tan jodida nadie regala nada.
Cuando dos equipos tan similares, con credos tan parecidos como los de Balona y Alcoyano se cruzan en un terreno de juego y además soportando un viento tan molesto como el que soplaba en el Municipal lo más probable es que no se vea un partido para tirar cohetes, pero sí un duelo intenso, emocionante. Y así fue. Protagonizaron un duelo físico, en el que el equipo de La Línea arrebató por manual y por esfuerzo al alicantino muchas de sus virtudes. Y por eso se acabó haciendo acreedor a la tranquilizadora victoria que acaba con el regusto ese amargo que comenzó en ese mismo escenario hace apenas tres semanas. Pero vaya, que no es día para mentar a la bicha.
Ganó el equipo que más lo intentó, que más lo quiso. Que sí, que al Alcoyano le vale como excusa el descomunal esfuerzo que realizó el martes (prórroga incluida) para derrotar al Levante. Que sí, que jugaron ocho de los que se midieron a los granotas -que bueno, ésa es una decisión de su entrenador- pero lo cierto es que los de la moral infinita encadenan su tercera derrota en Liga y que no serían los primeros a los que la Copa se les subiera a la cabeza y acabasen por pagarlo caro en el torneo por puntos. Aunque dicho así parezca que hay una mijita de envidia por lo que tienen por delante.Pero solo lo parece.
En la primera mitad solo existió la Balona. Sin exhibiciones, pero a base de intensidad, de ganar cada balón dividido y favorecido por el repliegue intensivo del rival, lo cierto es que fue la única que lanzó a puerta. De hecho en el 10' Antoñito terminó un ataque con gol, pero el linier se chivó al árbitro de que estaba en fuera de juego y el trencilla acertó (como en el 90% de sus decisiones) al invalidar el tanto.
Después de eso siempre controló el equipo de Romerito, pero solo un disparo de un Dorrio (17') que se veía que andaba con las legítimas ganas de reivindicarse después del banquillazo de Linares y otro de Víctor Mena (19') se pueden constatar como ocasiones. Del rival no hubo noticias en ataque.
Cuando el primer tiempo estaba para expirar, un nuevo contratiempo físico para la Balona. Leandro Martínez se fue al suelo e hizo el típico gesto de “no puedo seguir”. Entró Coulibaly y los de casa se vieron obligados a recomponerse por primera vez.
Tras el descanso, no cambió mucho el panorama. El Alcoyano, seguramente porque tenía en el subconsciente que su gasolina daba para lo que daba, parecía dar por bueno el empate mientras que la Balompédica le ponía ganas a darse la última satisfacción del año.
En el 66' Coulibaly, que como siempre se estaba incorporando bien desde atrás, protagonizó su primera intentona. Tres después otro cambio obligado. Otra vez Óscar Arroyo a jugar de central, esta vez por sobrecarga -o lo que sea- de Jesús Muñoz. Que va a ser cuestión de ir mirando por qué un equipo que solo juega una vez en semana sufre tantos musculares. Y más que de mirarlo, de tratar de ponerle solución.
Menos mal que llegó el 70'. Y entonces, esa jugada clave que suele romper los encuentros en los que los equipos se conceden tan poco. Fue Dorrio el que a base de arrestos robó un balón se fue casi a la línea de fondo y mandó atrás. Cabeceó Coulibaly, el cuero rozó en Raúl González y al archiconocido José Juan no le quedó otra que seguir a trayectoria del cuero con la mirada. Era, por fin, el 1-0.
La Balona no se daba por contenta y en el 76' Dorrio, que estaba en todas, acarició la sentencia, pero su golpe franco, lanzado de manera magistral, se fue a la cruceta.
A partir de ahí al equipo albinegro no le quedó otra que proteger lo que tenía. Y lo hizo bien. Es más, muy bien. Con tantos arrestos como orden. Y con su gente entonando el “yo es que me quiero morir”. Esa banda sonora suele ser el mejor indicio de que está satisfecha con los suyos. No era para menos.
La mejor muestra de que los de casa supieron hacer su tarea es que, marejadillas en el área aparte, fue el primer partido en mucho tiempo en el que no cabe hacer reseña de una de esas intervenciones mágicas de Nacho Miras. El Alcoyano, el mismo que eliminó al Levante, el mismo que espera al Real Madrid, se fue sin lanzar a puerta. Algo harían bien los de casa. Algo no, mucho. Igual no es una casualidad que encadene dos jornadas con la puerta a cero después de lo de Andorra.
Y punto final. Al año del ascenso a Primera RFEF y a un mes que se le estaba atragantando a una Balona que se ve ahí, encaramada a la zona alta. Y lo que es más importante, pero que mucho más importante, 28 puntos -que se dice pronto- más cerca de la permanencia. Un botín logrado a base de humildad, trabajo y orden que no puede empañar dos o tres patinazos. Por muy gordos y dolorosos que fueran esos patinazos.
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