La Balona reasciende a Primera RFEF

Real Balompédica - FC Andorra | La crónica

Los albinegros derrotan al Andorra (3-1) y se garantizan la permanencia

Los otros resultados de equipos implicados convierten en innecesaria la victoria albinegra

Explosión de júbilo en el Municipal, que se despide con una celebrada salvación

Loren, a hombros de un compañero, dirige la celebración de jugadores e hinchas sobre el césped
Loren, a hombros de un compañero, dirige la celebración de jugadores e hinchas sobre el césped / Erasmo Fenoy
Rubén Almagro

28 de mayo 2022 - 21:56

La Balona -mal que le pese a alguno- seguirá una temporada más en esa Primera RFEF de la que fue fundadora. El anciano estadio Municipal no se podía permitir cerrar para siempre los ojos (al menos con la fisonomía que han conocido desde hace más de medio siglo los linenses) con un descenso. No se lo merecía. Por eso lo hace con una invasión del terreno de juego, con una fiesta, con Loren manteado por lo mucho que significa, con una salvación de ellas que se recuerdan y que refuerzan un proyecto. Con una permanencia que llega de la mano de un triunfo 3-1 sobre el campeón Andorra que el resto de los resultados de la última convirtió hasta en innecesario. La angustia del último mes y pico, justificada, se difuminó en la última hora y media. Nada ha podido con esta Balona.

Dentro de unos años, cuando alguien consulte la clasificación final de esta Primera RFEF 2021-22 y vea que la Balompédica acabó duodécima le costará entender el sufrimiento que han tenido que soportar los aficionados -y el vestuario- del equipo de La Línea. De una Balona que comenzó a eludir el descenso hace quince días, cuando desarboló a un Linares Deportivo que, tampoco es cuestión de olvidarlo, acaba jugando play-off. Que lo apuntaló con un empate en Villarreal que le permitió llegar a esta última fecha dependiendo de sí misma y que lo cierra con un triunfo sobre el campeón. No se entiende, no se valora el desenlace, si no se enlaza lo último sin lo primero.

Esta última función del curso tampoco merece un análisis más profundo. La Balona, necesitada, se encontró con un Andorra light que se contentaba con cumplir el expediente. Y sucedió lo que casi siempre pasa en este tipo de duelos: ganó el que tenía media vida en juego. Eso sí, en un partido para veganos: sin carne alguna.

Los de Monteagudo (que ha callado por aplastamiento a sus críticos) salieron presionando arriba a un rival que, incluso con muchos suplentes, toca el balón de maravilla. Hasta que en el minuto 15, después de un robo de Chironi y una triangulación, Leandro Martínez lanzó desde fuera del área y el meta Josele hizo de las cantadas de su carrera y el esférico se le colaba sabe Dios por donde. Era el 1-0.

La Balona ya tenía el partido donde lo quería. Pero no se dio por contenta. Siguió con el mismo guión y en 23' fue Aly Coulibaly, el pescador de balones imposibles, el que metió la punterita en el límite del área pequeña para hacer el 2-0. Para entonces ya gana el Linares en Sevilla. O lo que es lo mismo, para entonces se daba todo para que no hubiese ni que sufruir.

Y fue con todo a favor cuando al equipo de casa le temblaron las piernas. Se metió atrás y se pegó casi 25 minutos sin pisar el campo contrario. Y claro, una cosa es que el Andorra jugase al tran tran y no quisiese ejercer de aguafiestas otra, muy diferente, que pasase del partido. Así que falta de cuatro para el descanso a David Martín casi que no le quedó otra que acortar distancias. Los tricolor, que vistieron de rojo como si quisiesen pasar desapercibidos, ni lo celebraron.

Con todo a favor, la segunda parte consistía en mirar el cronómetro del estadio y, por si caso, las app para que no hubiese sobresaltos. Y el único cambio fue que en el 70' Connor Ruane botó un córner y Jesús Muñoz, con un buen testarazo, dictó sentencia.

Después de eso no hubo fútbol. Bueno, tampoco es que antes hubiese sido un derroche. Germán Domínguez tomó su imaginaria batuta y deleitó con un concierto interpretado por toda la grada de tribuna del “yo es que me quiero morir” que cuando se oye en el Municipal adquiere el grado de excelencia. Mientras, el Colectivo Doce se acordaba de Luis Rubiales y de sus maniobras en la oscuridad contra el equipo de La Línea.

Y llegó el final. Y la invasión de campos. Y los abrazos compulsivos. Y los ojos llenos de lágrimas. Y los mensajes cruzados, empezando por el propio presidente: “esto es de todos”, “cuánto hemos sufrido”. Bien está lo que bien acaba. Y esta vez termina como tiene que hacerlo, con la Balona en Primera RFEF y con su gente orgullosa. Tiempo habrá de diseccionar la temporada. Ahora solo queda disfrutar y celebrar que la Recia, con sus infinitas limitaciones. seguirá codeándose con presupuestos millonarios, que es algo que va a ser cuestión de empezar a valorar en su justa medida. Gracias por los servicios prestados Municipal. Gracias por irte como lo has hecho.

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