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Real Balompédica - A. Sanluqueño | La crónica
La Real Balompédica Linense saca la cabeza de la crisis de resultados. Los albinegros vencieron a un Atlético Sanluqueño tan correoso y bien plantado como carente de argumentos ofensivos. Lo hicieron tras sufrir lo indecible en un primer tiempo huérfano de cualquier cosa que se parezca al fútbol y con un gol de uno de sus debutantes, Mikel Fernández, en el 64. Aquello de la suerte –buscada– del principiante. La justicia, en el fútbol, la imparten las áreas. Y en una y otra, la Balona fue más certera. Y eso le sirve para seguir agarrada a los puestos coperos como una lapa.
El primer tiempo fue sencillamente soporífero. De esos que antes de las prohibiciones se escribían infumables. Solo los incansables cánticos de los grupos de animación desde la Preferencia sacaban del sopor a los aficionados.
El Sanluqueño estaba bien plantado, incluso con una marchita más hasta bien pasada la media hora, pero no es una casualidad que el equipo verdiblanco haya llegado a estas alturas de la competición con 19 goles en su haber y encadene ya cuatro inacabables jornadas sin marcar.
Falta a la verdad la estadística que se empeña en señalar que el equipo de Abel Gómez no tiene gol. Lo que no tiene es último pase. No es que marrase más o menos ocasiones. Es que no logró plantarse en el área con señales de auténtico peligro durante los noventa minutos. Ni el más hábil de los delanteros hubiese podido sacarle de la sequía que atraviesa porque no llegó un solo balón aprovechable.
Bien es verdad que en todo eso tuvo algo –mucho– que ver la Balona. Esta vez sí, y tuvo que ver el brillante debut de Mikel Fernández, la zaga estuvo certera. No hizo las puñeteras concesiones que tanto le han costado últimamente. Y encima cuando tocó, ya tras el descanso, los defensas supieron desplazar en largo el balón. Y uno de ellos marcó. Vaya, el pack perfecto.
Todo eso sucedió en la segunda parte. En la primera el equipo de casa se quedó enredado mitad en la buena puesta en escena del rival, mitad en el embrollo táctico que ella misma se había tendido. En su intento de tener más argumentos con el balón Calderón colocó –como había vislumbrado este periódico– a Luis Alcalde y mantuvo en el once a sus dos nueves. La voluntad era buena, el resultado, un fiasco.
La consecuencia real fue que Alcalde y Dopi acabaron desdibujándose en las bandas y poco menos que ejerciendo de tapones para Tomás y Santi Luque, que encontraban el pasillo lleno cuando trataban de avanzar. Mientras Manu Molina no hacía más que ir al banquillo a ver si era capaz de interpretar cómo quería el técnico que jugase.
La Balona, para desesperación de su hinchada, no hacía más que mover el esférico en horizontal sin crear un mínimo sobresalto a los verdiblancos. El único disparo a puerta del primer tiempo se produjo justo antes de que llegase el descanso. Un golpe franco que botó Manu Molina y que Isma Gil interceptó sin inquietarse.
Tras el paso por vestuarios el Atleti fue difuminándose poco a poco y la Balompédica creciendo. Sobre todo a raíz del minuto 60’ cuando Koroma entró por Luis Alcalde y el de casa fue un equipo más reconocible. Empezó a utilizar los costados y tanto Santi Luque como el sierraleonés abrieron el campo y con ello inquietaron al rival, al que le iba pasando factura el sobreesfuerzo del primer tiempo.
Cada vez parece más palmario que Koroma, al menos hasta que aprenda a administrar sus fuerzas, es más un revulsivo que un futbolista de once inicial. Su explosividad tiene consecuencias más dañinas para el rival cuando arranca desde el banquillo.
En el 64 en una jugada que nació en el saque de una falta llegó el gol. Rechaces y contrarrechaches cerca del área y recompensa merecida para la constancia del incansable Pito Camacho, que no solo persiguió un balón imposible, sino que tuvo la frialdad de ver a Mikel Fernández desmarcado, en el costado derecho. El central vasco le pegó como lo hubiese hecho un delantero. Inapelable.
Con el marcador en contra el Sanluqueño trató de buscar soluciones con los cambios, incluso con la entrada de esa leyenda viva que lleva por nombre Dani Güiza. Pero ni por esas.
La Balompédica ya se había adueñado del partido y no estaba por cometer errores. Incluso se permitió el lujo de hacer debutar a Airam Benito. Apenas unos minutitos es cierto, pero lo suficiente para que el chaval se sintiese otra vez futbolista después de más de un año y medio. Su sonrisa, al final, hablaba por él.
Fueron los de blanco y negro los que dispusieron de ocasiones en el rato que quedaba de partido. Por medio de Pito Camacho y de Santi Luque. Pero sobre todo, de Forján. El ex de la Unión, que ya se reivindicó el jueves en el amistoso con el Örebro, tocó de espuela un centro raso de Koroma. Lo que amenazaba con ser el gol de la Liga se quedó enredado entre las manos de Isma Gil.
Y poco después llegó el final. La Balona vuelve a ganar después de tres semanas y aunque su fútbol, sobre todo en casa, sigue generando dudas, al menos lleva ya tres encuentros en su estadio sin encajar un gol y sin que apenas le tiren a puerta. La Copa se ve esta semana un poquito más cerquita. Ahora quedan por delante dos exámenes para nota.
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