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Real Balompédica Linense - CD Badajoz | La crónica
No será porque no estaban avisados. La Real Balompédica Linense se encontró con un inmerecido punto en su duelo ante un Badajoz que fue muy superior en todas las facetas del juego y al que penalizaron su falta de acierto ante el marco y un error mayúsculo de su portero, Kike Royo, a la hora de defender un córner. Los linenses más que perder dos puntos tuvieron la suerte de quedarse con uno, lo que les sirve para mantener la renta sobre el pelotón de cola. Eso sí pagaron un peaje por este obsequio: Jesús Muñoz sintió un chasquillo en una rodilla y tuvo que ser relevado. Con las debidas precauciones, se antoja complicadoque pueda jugar en Salamanca.
No hay mucho donde rascar a la hora de hacer análisis. O esta Balona juega al 150 por 100 o se le ven las costuras. El equipo de Rafa Escobar sobrevive en esta Primera Federación porque ha hecho de la presión, de la solidaridad, del sobreesfuerzo una forma de vivir. Y muy digna. Pero se ve que el triunfo en San Sebastián de los Reyes y, sobre todo, el empate con el Dépor, hizo crecer más de la cuenta la autoestima a muchos de los que moran en el vestuario del Municipal. Tanto que se confunde con la soberbia. La imagen de alguno en el banquillo -como se observa en la galería gráfica de esta crónica- es bastante explícita de la falta de tensión.
Ante el Badajoz el conjunto de La Línea desprendió la imagen de un equipo indolente, amorfo, que no se estuviese jugando la vida -como de hecho sucede- y que acabó por desfondarse en la segunda mitad. A los extremeños solo les falló la puntería. No queda otra que bendecir al árbitro que una semana antes mostró la quinta amarilla a Gorka Santamaría.
Desde el minuto uno se palpaba que la Balona no era la de la jornada precedente. Ni la Balona ni su gente. Ese rugido de ánimo del compromiso previo había sido sustituido por un silencio que no barruntaba nada bueno. Los visitantes se encomendaron a Adilson Mendes -al que la categoría se le queda pequeña- y en el primer cuarto de hora ya habían avisado tres veces. La primera, cuando apenas habían transcurrido dos minutos, se resolvió con un paradón de De la Calzada (soberbio toda la mañana) a un cabezazo de Francis Ferrón. El delantero de Algeciras no volvería a hacer nada notable en toda la mañana.
La Balona trataba, sin éxito, de tomar el balón y hasta se produjo un centro al área (18') en el que Masllorens acabó por estorbar a sus compañeros porque el resto era intentar fiarlo a Alhassan Koroma, demasiado desasistido ante una defensa muy poblada.
Se acercaba la media hora cuando David Soto remató en el aire un buen centro de Carlos Calderón que se fue fuera por poco. A renglón seguido se lesionó Jesús Muñoz y al míster no le quedó otra que renunciar a los tres centrales. Sencillamente porque no tenía tantos.
Y en el 35' llegó un córner botado de manera magistral por Antonio Romero que cabeceó de manera inapelable Borja López. Tanto la actitud del árbitro como la de su linier -que se resistía a correr al centro- invitaban a pensar que podía haber pasado en el área pequeña. La televisión demuestra que lo único que sucedió es que Kike Royo medio tropezó y salió a por uvas.
Todavía antes del descanso la tuvo por dos veces Adilson Pérez, pero en una apareció el meta balono (otra vez) y en la otra se le movió la mirilla a la hora de cabecear.
Nada más comenzar la segunda mitad la enésima del atacante portugués del Badajoz acabó con un desplazamiento lateral y David Soto fue más rápido que Masllorens y Connor Ruane, que tardaron en salirle al paso, e hizo el empate.
Quitando un gol anulado a Omar Perdomo (52') porque el balón había traspasado la línea de fondo antes de que centrase Loren, lo que quedaba de partido fue un asedio de un Badajoz que movía bien el esférico, con criterio y que parecía estar convencido de que antes o después llegaría el tanto del triunfo. Y la verdad es que ésa era la sensación que daba.
Hasta cuatro veces acariciaron los visitantes ese tanto con el exalgecirista Jesús Alfaro como protagonista en un par de ellas. Pero lo mismo, o el cuero se iba a una cuarta del marco o aparecía De la Calzada. Ni los cambios alteraron la situación. No era fácil, pero tampoco es que los que entraron desprendiesen un entusiasmo mayúsculo.
El pitido final sonó casi a indulto. A fin de cuentas sumar cuando se es tan inferior al rival también acerca al éxito final. Un punto es un punto que diría aquel. Lo que sucede es que el de hace una semana llenó de orgullo a la grada. Y éste fue acompañado por un silencio que tronaba a reproche. Una censura más que justificada. Si alguien pensaba que esto de la permanencia iba a ser ya coser y cantar...
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