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Los brotes verdes de Monteagudo

Real Balompédica - Atlético Baleares | La crónica

La Balona logra su primer triunfo en 72 días en el debut de su técnico (1-0)

Los albinegros se imponen con justicia al Baleares con un gol de Borja López

Los jugadores de la Balona celebran el tanto de la victoria / Jorge Del Águila
Rubén Almagro

27 de febrero 2022 - 17:35

Pues hubo “victoria segura”. Y además merecida. La Balompédicaganó por fin en 2022. Setenta y dos días han tenido que esperar los albinegros para celebrar un triunfo. Un éxito que llega con el debut en el banquillo deAlberto Monteagudo, que puso su sello con decisiones valientes y que trasmitió a su equipo la suficiente mejoría (la suficiente, sin alardes) como para conseguir un botín que por lo pronto corta una racha que se estaba haciendo eterna. Y que, de paso, aleja a la Balona del peligro y le permite afrontar con mejor semblante el Clásico del próximo domingo.

La Balona regresa a la senda de la victoria. Será o no casualidad, porque una semana no suele dar para hacer alquimias, pero lo que no admite debate es que el triunfo llegó después de más de dos meses y justo con el desembarco de Monteagudo. Con el levantazo que hacía ya se sabía antes de empezar que no sería un partido para olvidar, pero con todos sus condicionantes, ganó el único que quiso ganar, el que lo buscó y disfrutó de ocasiones. El que más puso. El Baleares -y sobre todo su técnico Xavi Calm- salió muy tocado (y con muy malas formas) del Municipal. Es que no se puede hacer ese desembolso, tener esa plantilla y ofrecer tan poquito.

El nuevo míster balono sorprendió en el once con dos de sus decisiones. La primera, concederle la titularidad por primera vez a Alberto Varo. Quizás porque ya lo tuvo a sus órdenes; puede que porque se maneja bien con los pies; igual es porque ya es la apuesta del curso que viene. Lo único cierto es que aunque no fue sometido nunca a un esfuerzo supremo demostró maneras de portero solvente. La otra variante fue colocar a Nico Delmonte como pivote defensivo. Curioso en un equipo que hasta hace poco tenía sobredosis de futbolistas para esa tarea. El argentino se manejó muy bien en esa ubicación.

En el primer tiempo se vieron pocas señales de mejoría. Que tampoco puede ser llegar y topar. Eso sí, fue un partido intensísimo, pero huérfano de fútbol y de ocasiones. Antoñito más que ganas le ponía pasión. Se le veía involucrado, consciente de el equipo cuyo brazalete porta estaba justo en ese cruce de caminos que llevan a la tranquilidad o a la angustia. Tan poco juego hubo que lo más reseñable -para mal en este caso- fue la lesión de Serge Leuko, que tiene mala pinta. A falta de diez para el intermedio el lateral dejó su sitio a Loren.

La segunda mitad fue otra cosita. Tampoco para tirar cohetes, pero con más fundamento, menos insípida. Sobre todo desde que entró Leandro Martínez en el minuto 60. El cántabro salió a reivindicarse y le dio más viveza a las transiciones, más presencia en ataque. Solo le faltó el gol, que acarició un par de veces. Suya fue la primera oportunidad/oportunidad del partido. Cuando llevaba nada en el campo. Recibió un pase de Antoñito pero se encontró con el meta visitante.

A raíz de ese acercamiento llegaron las únicas presencias ofensivas de los visitantes. Hugo Rodríguez lanzó demasiado cruzado en una contra que cogió a la defensa mal ubicada. A renglón seguido hubo dos disparos a quemarropa que no encontraron puerta. Y en el 64 Canario lo intentó con muy mala intención desde el borde del área. Y ahí desapareció el Atlético Baleares.

En el 67' Borja López llegó libre en el segundo palo a una falta botada por Antoñito y el meta supo tapar su palo. El córner lo botó Leandro, Delmonte desvió dentro del área y el propio Borja López, con un movimiento astuto, más propio de un delantero que de un defensa central, metió la punterita para hacer el 1-0.

Con ventaja la Balona sacó oficio y desquició al conjunto balearico, incapaz de encontrar la vía de agua en un rival que se mostraba implicado, solidario. Casi perfecto en tareas defensivas. Dándole valor a los puntos que estaba conquistando.

Al contrario los linenses sí que pudieron evitarse la ansiedad que siempre produce, y más cuando hay tanto en juego, una renta mínina. En el 80' pidieron un posible penalti sobre Leandro en una de esas acciones en las que parece que no hubo falta, o al menos que no fue suficiente. Y en el añadido otra vez Leandro, que soltó un zapatazo que entre René Román y el larguero evitaron que se transformase en gol.

Con el pitido final llegó la explosión de júbilo de quien llevaba dos meses sin ganar y las formas de mal perdedor de un Atlético Baleares que no hacía más que dar muestra de la impotencia que le había hecho sentir la Balona durante los noventa y pico minutos que duró el encuentro. Que si empujones, que si gestos despectivos a la grada de Canario...

Menos mal que eso queda todo en anécdota. Porque lo importante es que la Balona vuelve a ganar. Y lo hace justo antes del Clásico, con todo lo que eso supone. Por eso lo celebraron jugadores y aficionados de manera conjunta. Bueno, y el presidente, Raffaele Pandalone, que se besó el escudo una decena de veces. En síntesis, lo festejaron todos los que sufren y disfrutan por esto. Desde dentro y desde fuera. Porque había que ser muy balono para estar en las gradas. Y esos, los buenos, están siempre.

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